A este chupito invito yo

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23/12/13

Una vez me hablé mientras dormías.

Te conté todo lo que no soy capaz de escribirte,
 por miedo a que lo leas y sepas entender aquello que callo.
Como si después de tanto tiempo, aún me costase decirte
que sonreír es demasiado sencillo si estás cerca
y que respirar se vuelve una jodida meta
cada vez que los centímetros entre nosotros dejan de existir,
como el resto mientras estés delante mía.

Te susurré los inviernos que viví en tu ausencia,
esos que hielan hasta los huesos
más incluso que las despedidas.
Te vi dormir y pensé que debería morderme la lengua
antes de hablar de felicidad
con la confianza de saber distinguirla y tenerla,
cuando en realidad, simplemente,
eres tu.
Y no hay palabras, refranes, historias y canciones.
Solo estás.
Y bendito invierno si al despertar muerta de frío
puedo chocarme con tu espalda para entrar en calor.

Invito al otoño,
-por aquella expresión china que Diego utilizó en su momento
hablando sobre echar de menos-,
aún cuando mi intención siempre ha sido invitarte
a un par de cervezas y a quedarte,
y nunca echarte de lo que se supone que es mi vida,
aunque pueda resumirse todo a tu nombre.
Lo invito,
a pasarse por mi cama
las vidas que haga falta
si luego podré reírme de lo gracioso que está tu pelo
lleno de las hojas que dejó a su paso,
para pisarlas y pisarme una y otra vez mientras no venías.
Lo invito,
a él al invierno y a ti
a venir a verme
para derrumbarme y quererme,
a ver quien de los cuatros es más fuerte.
Aunque os guardo un poco de ventaja,
verás: aún muriéndome,
soy capaz de escribir(te)me.

Dime que harás si me marcho,
y dejas de atiborrarte de las palabras que dedico
a quién buscarás para llenarte
si el otoño te dará la espalda,
y el invierno te congelará en el vacío.

13/12/13

Toma mi venda, por si quieres reutilizarla.

Que desordenada estoy últimamente, que ya no sé ni lo que podría ser si es contigo, que más veces he sido sin ti y este caos no me ha hundido. Pero tampoco revivido. Será el tiempo que nos queda, lo que hace que de vez en cuando pase un torbellino cuando las cosas empiezan a encajar en su sitio y volver a ser el rompecabezas que tantas veces deshicimos cansados de hacerlo sin encajar las piezas en su sitio. O la falta de puntos, que hace que nunca sigamos lo decidido y todo se enganche hasta acabar en un sin sentido donde miras hacia otro lado mientras ves como me asfixio.

Qué fácil parece, hacer como que nunca ha existido y eso que, desde que todo empezó, no he sido capaz de apartar la vista de aquello que nos está matando. Y tú como quien oye llover.

El problema vendrá cuando te pille en la calle sin paraguas y no esté yo para rescatarte. Cuando me haya cansado de dar pasos en falso esperando que te volvieras y me ofrecieras el tuyo en los días que la lluvia rompería el mío-y el paraguas también-.
Será cuando me habré cansado de repetirme que el amor entiende de sangres pero que anda un poco borracho y no parece encontrar la vena correcta. Será cuando entienda que no tiene por qué ser recíproco aunque me arme de valor para enmendar ese algo que parece ser la causa del desinterés que tantas veces has gritado (incluso cuando creías que no te había oído).
Será cuando entienda que no siempre recogemos lo sembrado y que por mucho que ofrezca todo, nunca parecerá demasiado.
Será cuando entienda que no me quieres.
Ni me necesitas.
Y entonces morirás un poco, porque dejaré de cerrar los ojos ante lo que desde un primer momento, era evidente.
Lo peor de todo, es que ni siquiera sabrás verlo.
O no querrás hacerlo.
Suerte en la siguiente tormenta bajo la lluvia.

9/12/13

Me matas a la par que me revives.

A veces se me olvida que podrías parar mi tiempo si quisieras.
Entonces te vuelvo a ver y recuerdo porque las estaciones nunca me habían parecido tan llenas de vida como ahora, que más que despedidas me escriben reencuentros.
A cada paso que doy, cada prisa que llevo.
Incluso se me antoja extraño hablarte de amor pudiendo hacértelo-en versos, besos, vidas-.
Que más certero me parece hablar de las veces que soy capaz de echarte de menos a lo largo del día, recordándome que la distancia no es más que mi excusa para quererte más cada día.
Nada de kilómetros que separan, sino motivos para volver a verse.
Aunque a veces caigo en el olvido y acepto- aún teniendo dudas que callo- que parece normal que la distancia este acabando con nosotros.
Y cómo no voy a pensarlo un día malo, si su sinónimo más común es desamor. O frialdad.
Cuando debería hablarse de los nervios los días previos a tenerte delante mía.
Pero en cierto modo es culpa mía, por aceptar aquello de personas que nos (des)conocen.
Con qué facilidad una acepta las malas noticias, incluso cuando vienen de bocas que no saben ni de lo que hablan.
Y qué complicado es recibir una buena sin llegar a destruirla por los tiempos que corren de deshonestidad.
Por eso debería ser sincera conmigo misma y así decirte que si no he sido capaz de escribirte algo más como tú bonito es porque prefiero demostrártelo (hasta cuando creas no merecerlo)
Podría escribir a cualquiera,
sin embargo eres tú quien rellena el hueco existente entre los espacios de las palabras que me salvan.
Y no encontraría mejor manera de condenarme a ser rescatada continuamente si es contigo.



8/12/13

Otro domingo más.

Creo que el día que me corté el pelo, se equivocaron y me cortaron las ganas.
Supongo que es culpa mía, por llevarlas siempre detrás de la oreja y acostadas en la nuca, en un hogar calentito y tapadas-ocultadas, ignoradas- por el frío mundo.
Y, de repente, las dejé al descubierto. 
Desnudas.
Ahora que lo pienso, puede que me cortaran a mí también, y por eso tengo la sensación de que por más que intente sanarme no consigo volverme entera- es lo que tiene tenerlos tras la espalda, que nunca eres capaz de verlos, o resulta más fácil no volverse ante ellos-.
Es un poco como cuando te tiras a una piscina sin saber que está helada.
O como los que ansían comerse la pizza salida del horno después de horas sin comer.
Quemar y congelarse hieren lo mismo.
Sino pregúntale a los de corazón frío.
Una bolsa de hielo, por favor, a ver si así acostumbro el cuerpo y deja de temblar ante la ausencia- porque ya ni siquiera es tuya, sino mía-.
Como empieza a serlo todo.
Debería pedir dos eternidades para poder matar una en tu espalda y así estar en paz conmigo misma y poder vivir la otra  sin deberme nada.
Ni siquiera sé porque la vida no está matándome sino enseñándome a ser de otra manera.
Prefería cuando no me advertía y podía odiarla y no como ahora, que le debo demasiado para lo puta que fue en su día (hay ciertas cosas que se perdonan, pero no se olvidan)
O se deben olvidar pero recuerdas.
O recuerdas para poder revivirlas.
O las revives para no morir tu misma.
Ya eso es otra historia.


30/11/13

Ya no sé ni lo que digo, callo o escribo.

Deberías matarme, por estar escribiéndote a estas horas.
Cuando casi ni te reconozco ni me entiendo. 
Ni sé qué está pasando o por qué no me echas de menos.
Será el frío, que nos tiene congelados (aunque por dentro esté ardiendo).
O seré yo, que ya no soy capaz de escribirme como antes y las ganas se me acumulan hasta acabar en el borde del abismo que soy yo y mis consecuencias (y mis mentiras, miedos y sinsentidos).
Que estoy acabándome y no sé como volver a empezarlo.
De cero. 
O en cien.
Donde haga falta para parar esto.
Tuve las mejores palabras que jamás he callado y las dejé ir como estoy haciendo conmigo.
Ya no escribo.
Ni siento.
Y juro que daría mi voluntad si alguien la quisiera para poder volver a escribir en mi piel cada segundo por no tener huecos suficientes en las hojas para dedicarme.
Dudo que entiendas lo que no siento. 
Como cuando escuchas algo que ya sabías pero no aceptabas oírlo.
-los ya no te quiero, por ejemplo-.
Regalé mis palabras y ahora me he quedado vacía,
supongo que eso es el amor en estos tiempos,
¿Has oído hablar de la prostitución lingüística?
Ya sabes, aquello de escribir y entregarse por algo que nunca acabas quedándote (y crees que te llena y lo único que hace es deshabitarte).
Un poco de: te doy hasta mi aliento pero quédate un poco más.
-dudo mucho que alguien no entienda esto-.
O será que hoy es de esos días tontos, que parecen tener tantos otoños que no queda tiempo para digerirlos (y menos para llegar a odiarlos).


15/11/13

Si lo pienso mucho, dejará de tener sentido.

Como podría explicarle,
que el corazón se me hace un puño
cuando creo perderle
cada vez que la distancia
decide ponernos un muro más
de los ya creados.

Creo que me estoy desquiciando.
Pero, la verdad sea dicha, lo que tengo es miedo.
Y eso es mucho peor que las miles de locuras que puedan pasar por mi mente,
porque no va a irse.
Al menos, en demasiado tiempo.
Aunque me han contado que el tiempo es muy relativo según la persona.
Verás: cuando te tengo en frente, deja de existir hasta que te marchas y luego se vuelve infinito.
O se acelera, intentando ir al compás de mi corazón cuando me sonríes y en la lucha por ver quien se muere más por ti, creo que gana la distancia- y eso que el tema no debería ir con ella, pero siempre está ahí.
Mis inseguridades me saludan desde mi cama, al parecer me oyeron esa vez que me quejé por ser demasiado fría y- como suele pasar con las indirectas- la pilló quien no debía.
Se me olvida tantas veces que no eres yo, que me paso el día pensando la manera de hacerlo más fácil-y para variar, solo consigo complicarlo-.
Podré ser yo la culpable, no te lo niego, pero siempre intento querer de más por si algún día no tienes fuerza para ello.
Y todavía tengo que mirar dos veces para asegurarme que estas ahí.
Hay algunas costumbres que son difíciles de quitar.
Nunca aprendo, creo que es por eso por lo que siempre me siento plena.
Qué bonito es equivocarse contigo, si así consigo aprender a tenerte.
Como siempre, soy la que siempre dice de más, la de las palabras bonitas en los momentos de debilidad.
Pero no te preocupes, que yo hablaré por los dos, si tú eres más de besos que de versos no pienso protestar.
Tan solo guárdamelos para cuando me veas, que será cuando no tenga palabras
y te tocará a ti actuar.



10/11/13

Se puede vivir sin respiración.

Creo que acabo de romperme.
No lo sé, aún lo estoy comprobando.
Me pregunto qué pasará conmigo una vez descubran que no tengo arreglo, si me dejarán como una decoración en alguna estantería llena de polvo medio vacía, o intentarán sacar lo mejor de mí para reutilizarlo en otra persona. Espero que tenga más suerte que yo.
Lo que si he verificado, es que se puede vivir ahogada.
Y ya ni la última gota que en su momento colmó el vaso puede asfixiarme más.
Que casi he aprendido a respirar bajo el agua, y es algo así como aguantar el aliento cuando te dicen que no eres suficiente.
Creo que me explico con bastante claridad-y ojalá no fuera así, y que tuvieran que romperse la cabeza, el corazón y las ganas para leerme y entenderme, y no verme cuando si ni siquiera yo soy capaz de escucharme.
El labio me tiembla tanto que no me deja ni nombrarte, creo que se muere de frío-como yo- y no tiene quien le arrope.
Ojalá deje algún día de hacer pucheros a tu ausencia-y a las palabras que callas y nunca dices, hasta que explotas y me matas- que estoy cansada de decirle que en cualquier momento aparecerás por mi puerta, y todo quedará en un borroso recuerdo que nadie querrá volver a rememorar.
Lo malo de las palabras, es que algunas marcan-y no puedes escapar de ellas, aunque quieras.
Tengo mi piel llena de las tuyas, y te juro que me he frotado hasta el cansancio para hacerlas desaparecer pero creo que estás más vivas que nunca. Arden. Hieren.
Como la distancia.
Como tú.


4/11/13

Noviembre siempre cala hasta los versos.

Desvestirse es más fácil que desvivirse por alguien.
Tal vez por eso siempre tengo la sensación de llevar demasiada ropa.
Verás, siempre fui un poco cabezota en aquello de elegir caminos hacia la felicidad.
Solía tener esa tendencia a disfrutar de mi caída cogiendo el más complicado-que no siempre significa el más certero- y a la hora de la verdad siempre acababa equivocándome.
Y es que, amor, nos engañaron como tontos con eso de que lo que tiene fácil acceso no es tan necesario (o tan placentero obtenerlo) y nosotros caímos en picado.
Y ahora es un poco tarde, o demasiado pronto para cambiar(me)lo.
Así que aquí me tienes, sin saber qué está pasando y por qué empiezo a tener la sensación de que podría quitarme alguna prenda más para estar más satisfecha.
Que Noviembre ha entrado demasiado frío y no estás aquí para dar calor.
Y las penas calan los huesos tan rápido que voy a acabar rompiéndome en mil pedazos, y tú lejos sin volver a mirarme una segunda vez cuando me crees pasear por las calles de allí.
El problema, cariño, es que empiezo a vestirme con menos capas, por aquello de terminar más rápido con la helada que está comenzando en mi cama (y la escarcha empieza a acumularse en mis labios para no poder nombrarte).
Y sigues ahí, sin saber que estoy dejando de (des)vivirte tan rápido que voy a terminar matándote un día mientras tomo café. Y cuando ocurra será como el Tack que secunda el Tick.
 Un suspiro y desapareceré y te preguntarás por qué me dejé todo el armario al partir sin comprender que estaré empezando a coger la vía fácil.
Por una vez.


28/10/13

Desde que estoy contigo, estoy más bonita que nunca.

¿Qué es peor: el miedo a perder a una persona o el de perderte a ti misma?
Me he perdido tantas veces que cuando me encuentro, nunca se que decirme. Si supieras, la de discursos que escribí acompañada de un cigarro los días que decidía que iba a ser la misma otra vez, quizás me tomarías menos en serio. Podría hablarte de las veces que las palabras se me perdieron en la garganta y nunca fui capaz de rescatarlas, de las veces que me quedé muda ante mi reflejo insegura de los sentimientos que se amontonaban en mi pecho y que no sabía canalizar. Porque ocurre tan pocas veces que cuando me miro, ni siquiera me reconozco. Y si lo hago, desvío la mirada porque no es lo que estaba buscando.
Siempre tuve claro, que perderse no era sinónimo de encontrarse.
Que una vez olvidada, nadie era capaz de rescatarte.
Y quien decidía buscarse en otras personas o dejarse llevar por ellas aceptando su ayuda, estaba sentenciando su muerte.
Pero-siempre hay uno- llegaste.
Y ya no había búsqueda, ni caminos, ni perdición.
Porque solo estabas tú.
El resto, bien podría haber acabado ardiendo que yo no habría sido capaz de darme cuenta inmersa como estaba en tu sonrisa.
Dejé de buscarme, porque el perderme en ti era tan satisfactorio que no tenía necesidad alguna de recuperarme.
Porque tu cuidarías de mi en mi propia ausencia.

Creo que el peor miedo existente es el perder a alguien 
 que te mantiene a flote, que sabe salvarte y sacar lo mejor de ti.
Porque al perderlo, te pierdes a ti misma.
(Creo que esta es una de las razones por las que no puedo estar sin ti)



23/10/13

Ser Julio eternamente tiene sus ventajas.

Tengo un reloj interno que solo funciona cuando apareces en mi campo de visión.
Verás, es un tanto extraño explicarte, que las manecillas parecen volverse locas cuando sonríes.
Que siempre son las cuatro menos veinte cuando me miras.
Y si no eres capaz de entender lo que quiero decir es porque nunca te has acostado con el tiempo.
Yo lo hice una vez, aunque eso ya es pasado. Es bastante fácil dejarse llevar por él hasta llegar a otro lugar. 

Una vez creí estar en Irlanda en pleno invierno 
y luego descubrí que solo era yo, echándote de menos.

Y menudo frío hacía aquí dentro, en el corazón. ¿Has intentado alguna vez quitar la escarcha de uno? No te lo recomiendo. Te destrozas las manos -y las esperanzas- para descubrir después que sigue habiendo el mismo frío.

Pero como vas a saberlo, si eres mi verano constante. Incluso alguna vez he tenido que lanzarle un cubo de agua fría por miedo a que se estuviera derritiendo- como le pasa a mis ganas cuando te veo a medio vestir. Y totalmente vestido. Y desnudo. O simplemente cuando te veo-.Hasta han adelgazado mis miedos desde que tomo la dieta de tus manos en mi cintura. Y no voy a engañarte, me encanta tener a mis promesas en pantalones cortos y a mis ilusiones en pequeños vestidos veraniegos desde que llegaste. Se ven más sinceras y bonitas que nunca.  
Como mis sonrisas.



20/10/13

Los domingos están hechos para morir(se).

Me preguntó qué era lo que más me gustaba de ti y me quedé muda. 
Te prometo que intenté explicarle varias veces que me faltaba el aire cuando estabas -y cuando no, simplemente no respiro- que el pecho se me hacía un nudo ante la idea de volver a verte y que me pasaba los días contando los instantes que me quedaban para tocarte.

Creo que mi silencio le dolió tanto como aquella vez que soñé que te ibas para no volver. Se alimentaba de mis miedos con tanta frecuencia que pude ver la hambruna florecer en sus ojos.

Dile que me he quedado sin voz de tantas veces que te llamé por el simple placer de que te dieras la vuelta, interrogante, y me sonrieras al no pronunciar palabra.

Dile que lo siento, que mis intenciones nunca fueron buenas cuando se trataban de ti, pero tampoco había que perder la compostura -que de costuras y descosidos ya no hablo, al menos desde que estoy contigo-. Pero qué complicado me lo pones cada vez que me dices que me quieres sin despegar los labios, cariño. 

Regálale el juego de agujas que tengo en el cajón de mis recuerdos porque ya no tengo que coserme heridas infinitas, que ya estás tú para besármelas. Dile que es un obsequio de mi parte, por las veces que en tu ausencia me hizo compañía y trató de romperme hasta la inexistencia. Entrégale la nota que dejé encima del costurero que me llegó la Navidad pasada, cuando pedí tu regreso y apareció con su lengua afilada cortando las esperanzas que había puesto en mi bonito vestido. Te puedo asegurar que consiguió desvestirme las ilusiones con tanta dureza que aún siento los moratones en mi alma- te prometo que aún duelen-. 

Pobre Soledad, debe sentirse como el pintor que ve a su musa desviviéndose con su rival- y más hermosa e inalcanzable que nunca-. O aquel poeta que pensó haber entendido la verdadera poesía y sintió como se reía de los versos que le dedicaba.

Estoy segura que intentará infravalorarte, cree que por haberme matado alguna vez, ya es mi dueña
No entiende que no soy de nadie, salvo tuya

En voz alta, beso y verso. 
En vivo y en directo.
 Bajo palabras o silencios.

10/10/13

Podríamos ser Tioman, si tú quisieras.

A veces creo que me necesitas y respiro.
Porque llevo tanto aguantando el aliento por si un día te marchas poder llamarte, que se han puesto en extinción hasta mis suspiros.
Y qué pena que nadie pida protegerlos y evitar su muerte, si podrían llenarte de todas las palabras que tengo acumuladas por miedo a decir demasiado justo cuando más callo. Que unas vez desaparezcan no volverás a leerlas, y mucho menos escucharlas y qué lástima da, enviarlas a la perdición por el capricho del destino de no tenerte cerca.
Luego recuerdo que estas lejos y me obligo a sonreír- aunque ya no controlo el número de respiraciones (y mucho menos el de los latidos, que, por cierto, parecen haber decido que la lógica perdió el sentido hace un par de noches y ahora se dedican a pararse y acelerarse según les pille tu ausencia con tanta arbitrariedad que he decidido comprarme un electrocardiógrafo para poder seguirles el ritmo).
Otra pérdida más en tu nombre-que empiezan a ser demasiadas, y ya no tengo sitio para enterrarlas en mi cementerio mental sin colapsarme.

Entonces, cuando ocurre, reviento. Y lo asombroso de todo es que no se oye ni un murmullo cuando pasa. Ni siquiera el tiempo (que parece haberse puesto en mi contra una vez más) se digna a pararse unos segundos para dejarme algo de intimidad.
Exploto y por fuera parece que el día no podría ser más bonito y mi sonrisa no podría ser más sincera( con qué facilidad es una capaz de mentir si se habla de supervivencia).
Por dentro cariño, hace tiempo que arrasó la marea.

Te envío las coordenadas por si, una vez más, decides rescatarme:

24º 48' 00" en el norte de tu nuca,

10º 11' 00" en el este de tu sonrisa.

26/9/13

Le debo tanto y él sin saberlo.

Creo que lo que más me gusta de él
es cuando entra en alguna habitación
y sin darse cuenta de ello,
el tiempo se para unos instantes
para verlo sonreír.
Es tan ajeno a ello,
que mira el reloj para ver si llega tarde
sin saber que por él
se ofrecería gratuitamente a retrasarse o adelantarse
a su antojo.

Mirándole entendí
por qué el amor había desaparecido
en estos tiempos de necesidad.
Verás, es muy sencillo:
un día, de casualidad,
se encontró frente a él
y desde entonces,
no ha sido capaz de irse.
Se encuentra pegado a sus talones
esperando la oportunidad
para embaucarle 
como ha conseguido otras veces,
y escuchar como se rinde
ante su nombre.

A sus espaldas
-esa que tanto me gusta besar-
pactamos un acuerdo:
yo me quedaba sus noches y despertares
y le dejaba el resto del largo día,
mientras contaba los minutos
que me quedaban para volver a tenerle 
y suplicaba para que no se hubiera rendido ante su presencia,
como le ocurrió a mi corazón
hará ya demasiados poemas
que hablaban de él.

Sin embargo
aun no he sido capaz de decirle
que cuando le miro
los versos se escriben solos.
Incluso más de una vez
me ha salvado de mi misma
y todo casi por inercia.
Como quererle.

16/9/13

Llevo tantos días sin escribirme que me da miedo lo que pueda decirte.

Hay palabras que nunca seré capaz de decir en voz alta y por eso, a día de hoy, las escribo. Hay veces incluso que mi cabeza me grita por un suspiro y yo le respondo indignada que, robándomelos tu cómo voy a tener suficiente como para regalarlos.

Al escribirlas, quedan guardadas para siempre. Una vez leí en un buen libro que escribir no resucita, entierra. Y qué más dará morir una vez más, echar tierra al asunto y hacer como que soy sin ti, si con solo leerme y verte entre mis letras consigo resurgir un poco más cada día. 
Menuda estupidez, ¿no crees? Tener miedo a darles voz cuando les doy vida al plasmarlas en un papel.
Y cada vez que son leídas, es un pedazo de mí misma que regalo para darles alimento y no sufrir bajas por necesidad

Aunque tengo que admitir que hay momentos de debilidad que no soy capaz de contenerme y te digo que te quiero. Ojalá tuviera esa facilidad para decirte todo lo que escribo al oído, pero perdería sentido lo que no está en mis palabras y se encuentra escondido entre paréntesis. Aquello por lo que suplico para que nadie entienda (y sin embargo cruzo los dedos para que me fallen y tú lo sepas).

Una vez le hablé a mi hermana pequeña del amor ante su inmensa curiosidad y no nombre tu sonrisa. Recuerdo que en ese momento pensaba, que amor abarcaba mucho más que un beso de buenas noches. Le hablé de libros, películas, amistad, de los buenos momentos, del cariño de una madre... pero no dije tu nombre.
Creo que ese pequeño secreto quería guardármelo para mí y solo vivirlo (o mejor dicho vivirte) yo. 

Amor eres tú.

Tanto si es conmigo, como sin mí. Aunque no podría decir lo mismo de mi misma.
Te escribo, luego existo. Y cada palabra que plasmo tiene de subtítulo tu nombre.


9/9/13

Hay ciertas noches reservadas para corazones rotos.

A veces, cuando no quiere escribir porque tiene miedo de que alguien sepa entenderla, llora. Dice que así consigue calmarse lo suficiente como para desistir un par de minutos en describirse. Nunca funciona. Aun así, cuando siente que va a asfixiarse o destrozarse en el momento que alguien la roce, escoge ciertas canciones que saben destruirla hasta tal punto que las palabras faltan. Porque se han ido, y no tiene ningún interés en buscarlas para darles vida- al menos no esta noche-. 

Encuentra irónico que intente huir de sí misma y de su (no tan) salvación. Aunque no es capaz de decirlo en voz alta, sabe perfectamente que a veces no (se) escribe porque no quiere entenderse, ni saber lo que calla, ni leer lo que siente. Sabe perfectamente que es un acto de cobardes, pero se dice mentalmente que ser valiente a jornada completa no es viable y que el corazón merece un suspiro de vez en cuando- aunque bien podrían quitárselos-. Sin embargo esas frases de consolación nunca consiguen convencerla. Y si no es capaz de lograrlo consigo misma, enfrente del espejo no es capaz ni de fingirlo aparentemente. 

Hay momentos que se pierde tanto que se deja a medias y se le ha olvidado buscar el y medio que le falta tantas veces que ha llegado a crear enteros. Luego, nunca es capaz de seguirse y se abandona, sin saber qué hacer con tantas unidades que entienden más de la vida que ella misma. Murmura sobre inseguridades y se aleja sin mirar el problema, porque hace tanto que perdió la cuenta que deja que siga sola. 
Hasta formar infinitos.
Hasta hacerse infinito.
Y luego, no hay quien la encuentre.
Asegura sin el menor atisbo de broma en su voz, que se encuentra más limitada que nunca.

5/9/13

Las conversaciones con el espejo empiezan a desorientarme.

-Esta mañana pensé en secuestrarle.
-¿Y qué pasó? ¿Lo hiciste? Porque conociéndote eres capaz de intentarlo.
-Me levanté de la cama y decidí abandonarlo para que en mi regreso me quisiera más.
-¿Más?
-Sí, ya sabes, que se acercase un poco a como lo sentía yo. Que me entendiese cuando las ganas de perderlo me golpeaban la cabeza una y otra vez hasta volverme loca.
-¿Y funcionó?
-No como esperaba, aprovechó que estaba ausente para descubrir que no me necesitaba.
-Menuda putada...
-En realidad, ahora es mucho mejor...
-Eso no tiene ningún sentido.
-... porque al saber que no me necesita, es capaz de quererme porque sabe que puede largarse tranquilamente cuando le apetezca.
-¿Y si puede irse, porque no se ha marchado?
-Porque no quiere hacerlo.
-¿Y tú? ¿Lo necesitas?
-Constantemente, por eso no puede quedarse.
-¿Por qué siempre eres tan complicada? Explícame por qué no puede estar contigo si así es capaz de sentirte como querías.
-Porque llevo mejor las despedidas y los días de abstinencia sin su espada, sabiendo que en cualquier momento podría aparecer por esa puerta y disfrutarlo una vez más que tenerlo sin saber cuándo podría marcharse.

4/9/13

Malas noches para ti también.

Me encantaría poder decirte que no me acuerdo de aquella mañana que me dejaste caer y contemplaste como me hundía, casi con satisfacción. Pero estaría siendo tan deshonesta contigo (y más aún conmigo misma) que no sería capaz de evitar reflejar mi disgusto al mirarte. 
No sería la primera vez.
Debería decir que estoy más que acostumbrada a tus idas y venidas en mi vida, pero parece que no acabo de acostumbrarme a saber que no soy más que un juguete que uno es incapaz de tirar por si alguna vez te apetece cogerlo y distraerte un rato. Tal vez debería comprarte un billete, para no tener excusas para marcharte-o hacer que me largue sin mirarte-.

Y yo, que me digo que esta vez es la última, y que no me harás daño nunca más, me dejo coger esperando que esta vez me trates con más cuidado. O que me compres un bonito vestido.

Pero los hábitos no cambian y tus actitudes tampoco. Quien diría que bajo esa sonrisa tan bonita, se esconde una lengua tan afilada  que consigue partirme en pedazos cada vez que se le antoja. O cuando no sabes quererme.

Que arrogante se te ve mientras me ves llorar, creyendo que no tiene que ver contigo. Pero qué poco entiendes de todo, si ni siquiera intentas conocerme realmente. Me lees, como creyendo que así la distancia existente va a esfumarse sin llegar a comprenderme. Luego intentas compensar las ilusiones y promesas que sueles romperme, y hasta en eso (me)  fallas.

No creas que no dueles cada instante que te recuerdo, creo que me ahogo mientras te escribo. Sobre todo cuando no soy capaz de hablarte, porque hay tanto que no sabes que no merece la pena ni empezar a decírtelo. Como todos los abrazos que nos damos, los cuídate que nos repetimos y los recuerdos que nos mandamos cada vez que vienes. Tan vacíos y huecos que serían mi lugar perfecto para esconderme cuando las cosas fueran mal. Seguro que no serías capaz de encontrarme.

Y que alguien se atreva a decirme que lo peor es morir de amor, que me reiré largo y tendido de su inocencia. Mucho peor es morir de decepción. O de esperanza y quedarte esperando tanto que bien podría colarse el invierno por la ventana un día de estos.

Aun así cada vez que quieres entrar en mi vida  te abro la puerta-que no se pierda la costumbre de las infinitas oportunidades- y siempre me pregunto ¿cómo me hará sangrar esta vez? Y créeme, siempre consigues sorprenderme.

2/9/13

Que hasta el milímetro se vuelve kilómetro si no me besas.

Todo empezó una mañana
que al despertar me encontré a centímetros de ti.
Desde entonces no sé si muero constantemente
o por primera vez estoy viviendo.
Lo único que tengo claro
es que hasta durmiendo consigues
que me falte el aire
y me pregunte
si todos los versos que te escribí anoche
seguirán vivos en tu espalda
o habrán decidido suicidarse
en la curva de tu cuello,
o en la sonrisa que me dedicas al despertarte
-que, siendo sincera, me parece la mejor opción posible-
Qué bonita y tentadora pones la muerte cariño,
si es en uno de tus hoyuelos.
Tanto, que hace que me pregunte, si en realidad
en vez de quererte, me gusta más
matarme en cada espacio posible
entre tu cuerpo y el mío.

Debería decir a estas alturas,
mientras controlo el vértigo a sentir demasiado,
que la distancia rompe más que une.
Pero estaría mintiéndote.
Y es que no hay nada más placentero,
que tener la posibilidad de quebrarla
cada vez que queremos,
y hacer de ella un juego
para ver quien dura más sin el otro,
que poco importa quien gane o pierda,
porque el final siempre es el mismo.
Y qué bonita es la vista
mientras me (des)vistes tan rápido
que no me da tiempo ni a susurrar tu nombre
tan fácil, como es para mí escribirte
-sobre todo si estás dormido-

No sé si eres consciente,
de que eres culpable
de mis días sin inspiración
cuando todo parece demasiado
como para poder expresarlo
cuando, en vez de escribírtelo
decido hacértelo,
y tú, lejos de darte cuenta
de lo que eres capaz de crearme,
sonríes inocente
sin saber que un día cualquiera
podrías robarme los derechos
de cada palabra escrita aquí
porque eran tuyas,
antes incluso de escribirlas.


29/8/13

De aquella vez que morí delante tuya-y tu sin saberlo.

Una vez morí tan rápido que no tuve tiempo ni a cerrar los ojos- para poder verte-.
Sentí que me faltaba el aire y tu presencia solo conseguía oprimirme aún más.
Se me encogió el estómago de tal manera que provoqué una masacre en las mariposas que aleteaban al compás de tu sonrisa.
Y de repente, crack.
Roto.
Como aquella vez que intenté coger la taza favorita de mi madre, se resbaló entre mis dedos y se precipitó riéndose de mis intentos por salvarla.
La única diferencia esta vez fue que nadie trató de ayudarme.
Intenté pegar los trozos a escondidas rezando para que no se diera cuenta del pequeño desliz que había tenido. Pero aun así me parecía un insulto intentar sustituirla por otra nueva o intentar recomponerla porque nunca sería la misma. Siempre sería aquella taza medio hueca que solo serviría de adorno porque su utilización había quedado nula.
Un poco como lo mío, solo que estaba hueca entera.

Lo mágico de todo fue darme cuenta que, incluso después de haber sentido como me hacía añicos, seguía latiendo, seguía respirando.
Y que por mucho que hubiese rezado, pedido, soñado porque se parase el tiempo para dejar de contar cada trozo que parecía entrever entre mis dedos, los segundos seguían pasando.
Tick tack, tick tack -me pareció ver mis ilusiones escaparse por la ventana-.

Desde ese día he muerto cuatrocientas veintitrés veces.
Y he revivido doscientas veinticuatro.
Como verás las cifras no concuerdan-un poco como no mojarse bajo la lluvia-.
Aunque debo decir que hay muertes que con gusto volvería a reproducirlas una y otra vez-como aquella tarde que conseguí entenderme-.
Otras, sin embargo, me producen escalofríos nada más pensar en ellas y, aunque quiera olvidarlas cada noche al acostarme, son las que despiertan las heridas que sueles curarme cada vez que me sonríes.

Tengo como antídoto las risas de unas buenas amigas, las tardes en la playa, el olor del mar, el tacto de un buen libro, la última calada al cigarro, el primer trago de café de la mañana y tengo asignada una canción para cada homicidio que he sufrido.
Suelo reproducirlas cuando pierdo el norte y pienso que soy invencible- tal vez por eso nunca llego a olvidar del todo-.

Que como bien es sabido, donde existen heridas no cabe el olvido- y aun así hay cicatrices que son capaces de hablar demasiado y acabar recordando.
Y si algo te duele hasta creer que te mata, ten por seguro que lo estará haciendo-que eso de morir una sola vez no es más que un mito.
Pobre de aquel que piense lo contrario.


22/8/13

A falta de abrigos, tu espalda.

Es inverno- te susurro,
y tú, lejos de entenderme
te acercas a la ventana con el ceño fruncido
e intentas entender el concepto de frío en 38 grados.
Luego posas tu mano en mi frente
sin entender que esa cercanía solo podría calentarme
y suspiras, como cada vez que te pierdes
o dices mi nombre entre las sábanas.

Te alejas, como cada día que pasa
ajeno a la era de hielo que estoy formando
de la cual tú eres la salvación,
esa estufa que me mantiene en este deshielo continuo
aunque a veces parezca que vivo en otro sitio
allí donde tu nombre es tabú,
como es aquí mi invierno.

Parece que no hay manera que entiendas
que bajo este camisón de seda
se está formando la escarcha
que la nieve ocupa lo que en su día fue tu sonrisa
 y el rocío ha encontrado su hogar en mi garganta
ahí donde mis palabras granizan y precipitan
 y de mi boca entreabierta solo sale vaho.

11/8/13

De perdidos al río. O en ti.

Verás, creo que es hora que comprendas que guardo todos esos besos que me negué a darte por el simple placer de verte fruncir el ceño. Los tengo en reserva por si alguna noche decides que ya es demasiado tiempo y apuras el vaso decidiendo que ya es tarde pronto para empezar algo nuevo (aunque dudo que se pueda empezar algo sin haber terminado-o incluso comenzado- otro anterior). También creo que deberías saber que hay momentos que tengo que morderme el labio para que no se escapen. ¡A saber que pasa por tu cabeza al verme evitando algo que es casi necesario! Nada excesivamente bueno y qué placentera es la maldad si viene de tus ojos negros.

 Ojalá alguien sea capaz de explicarme cómo puede una no perder sus bragas cuando te acercas (o peor aún, cuando te ve marchar) o como evitar buscarlas una vez olvidadas e intentar seguir con su vida como si no hubiese muerto durante unos minutos.

Aun así tengo un par de dudas que parecen no querer borrarse y me pregunto si llegado el momento no me encontraré entre tu espalda y la pared- que jodidamente bien suena eso- y tendré los bolsillos vacíos porque una vez más me robaste mientras dormía. Pero dudaría mucho que el mayor de mis problemas fuera ese robo, sino más bien como evitar perderte si una vez más habrías conseguido despistarme hasta no ser capaz ni de condenarte por esos besos de más que para mí siempre fueron más bien insuficientes.

Intentaría retenerte dejándote marchar para ver si así mi falta de latidos provocaría una arritmia en el tuyo, o un vuelco, o un suspiro, o cualquier cosa que hiciera que te detuvieras una última vez y me miraras. Y todo habría acabado-o empezado- cuando los milímetros dejaran de escocer y toda aquella palabrería sobre abandonarnos no fuera más que el eco de algo demasiado molesto como para escucharlo. 
Todo volvería a tener sentido, si es que, gracias a ti, en algún momento tuve facultad de poseerlo.

5/8/13

Que me salven o me condenen, pero que sea rápido.

Debo admitir, aunque posiblemente lo haga en voz tan baja que nadie pueda oírme, que tengo un par de miedos escondidos bajo la manga por si alguna vez me desvistes, encontrártelos y acabar con ellos.

Sin embargo, eso nunca ocurre. Se cuelan entre mi piel, provocándome escalofríos cada vez que recuerdo que siguen viviendo en mí, y no soy capaz de hacerles frente. Y tú, lejos de darte cuenta, fanfarroneas con saber entenderme y conocerme y mordisqueas cada parte de mi cuerpo sin darte cuenta que estás conviviendo con ellos (o, tal vez, si lo haces y habéis creado un complot para ahogarme)

Y yo, me pierdo.

Pero esta vez, no encuentro satisfacción en ello. Porque no es en tu cama, o en tu sonrisa. Duele, porque nadie va a ser capaz de encontrarme o perderse conmigo. Aunque ellos, egocéntricos, me exigan dar las gracias porque con el corazón encogido se escriba mucho más y los versos sean más bonitos. Mi respuesta, solo es una triste sonrisa. Parece que el secreto de la verdadera poesía, nunca ha salido de tus manos en mi cintura, y qué alegría que nadie pueda descubrirla.

No obstante de poco sirve saberlo, si parece habernos abandonado a la primera de cambio, tal vez por el pánico de quedarse enjaulada como nosotros teníamos planeado. Pero ella tiene que ser libre, un poco como yo, solo que en vez de tener, es necesitar. Hasta eso me han quitado, malditos cobardes, los inquilinos que suelen alimentarse de mis ganas de verte. Que ha decir verdad, se están volviendo tan grandes, que en cualquier momento van a secuestrarme (y a ver quién es capaz de pedir un rescate, si nadie se da cuenta de mi partida).

Me encuentro una vez más, sin saber qué hacer. O decir. Así que me limitó a invitarles un café, y en medio de nuestra conversación, dejarme hundir un poco más.

29/7/13

Que este lunes parece un domingo,

Nunca tuve una voz bonita.
Por eso no te hablo.
Te escribo porque, ya que no puedo erizar la piel a base de susurros,
pienso regalarte silencios.
Que más que erizar, encojen el corazón.
Hasta casi ni sentirlo.
Y de repente.
Pum.
Un latido.

Me encantaría,
poder enamorarte simplemente con pronunciarte.
Que me obligases a leerte hasta gastarte.
Y luego te quejaras de que estás desapareciendo,
para yo pintarte, colorearte y bes(arte)
Pero me limito a describirte,
entre estas palabras que intentan decir todo lo que callo
para que te quejes de llenarte la boca de ellas,
y poder quitártelas todas a mordiscos.
Y ojalá muerda un punto y final para convertirlo en seguido.
Tal vez me trague algunas que no deberíamos haber dicho,
por aquello de ojos que no leen, corazón que no siente,
para no tener que morirnos momentos después de haberlo escrito.

Podría grabarme un vídeo,
y escucharme por primera vez,
para ver qué es lo que me cuento.
Entenderme un poco más,
por cada mirada que me dedico y saber leerme
-aunque sea un instante-
cuando mis labios sellen y no sepan descifrar
las palabras invisibles que bordan la hoja que habría memorizado.
Pero ya te dije hace unos cuantos versos (o besos, no me acuerdo)
que mi voz no está hecha para hacer esa magia.
Que solo mis manos pueden llegar a aproximarse aunque sea un poco a tal orgasmo.
-Y eso que siguen temblando cuando te acercas-
Que no me queda otra, que intentar embaucarte en silencio
que estas palabras te lleguen a dentro
-tan tan hacia dentro-
que nada pueda sacarlas y, allí mismo, entre ellas
seguir viviendo(te).





00:01:59

Decidió ser musa, cansada de escribirle innumerables versos que no llegó a mirar ni siquiera de reojo. Creía con una fe ciega, que aquellas líneas que inspirase podrían ser utilizadas como bálsamo por su ausencia y se untó cada día algún que otro punto y seguido con la esperanza de verlo al cruzar alguna calle o tropezarse con su espalda si andaba distraída.

Todo empezó una noche de verano, cuando decidió- desesperada por tenerlo-regalarle sus versos para ver si él conseguía sacarle más provecho. Los mató en otra cintura y en la ruptura de cada sílaba que decidió entonar en otras piernas, encontró aquello que había estado buscando. Qué casualidad. No contento con ello, le escribió un poema entero a lo largo de su espalda utilizando todas y cada una de las palabras que ella había susurrado cuando dormía.

Y qué jodidamente bonitas quedaban en ella.
Y que feas y maltratadas se veían en su propia piel.
Y qué jodido es el amor.
Y que rota esta ella.
Y la otra parece que flota.
Y qué bonita su sonrisa cuando la mira.
Y que llegue ya el invierno para terminar de congelar su corazón roto.
Y que alguien la salve o la hunda, pero que no la deje a medias. Que está harta de los términos medios, que quiere ser un extremo, dice. De los que duelen o sanan. Que son odiados o amados. Pero ser algo. Quiere ser un soplo, porque escapa del alma y nunca vuelve. Quiere todo menos ser. Dejar de suspirar espacios cada vez que escriba en su nombre y abandonar todo aquello que tenga relación con su persona. Quiere vivir en él muy lejos.

Está cansada. Si le pinchas, sangra-o eso solloza mientras pega con celo sus ilusiones. Que las bombas estallan.
Y es tan larga su cuenta atrás que en cualquier momento va a explotar.
(que sea entre sus piernas, ruega, aunque no lo dice)

23/7/13

Entre versos la distancia suspira, de ahí viene que consigan erizar la piel.

Decidió una noche de verano escribir los versos más bonitos jamás escritos y sólo pudo admirar su papel en blanco. Pensaba hablar tanto y tan largo, que no habría espacio capaz de aceptar todo aquello que había callado a lo largo de su vida y que había decidido contar porque no tenía hueco ni para un punto más. (Imagínate la frustración que sintió cuando no pudo callar ese tequiero que gritó en mitad de la conversación porque se estaba asfixiando). Fue ese instante, cuando frunció los labios molesta por su pequeño desliz y al ver la sorpresa reflejada en su cara cuando admitió que tenía un pequeño problema.

De tanto matarse, se había quedado muda.

Y no había forma posible de explicarse, ni de escribirse, ni de dejar de empequeñecerse.

Asustada, se mantuvo durante horas delante del folio intentando poner orden a la ansiedad que empezaba a atormentarla. Porque si había algo más horrible que no poder guardarse nada más, era tener que vaciarse hablándole. 

Ella, que nunca había sido capaz de nombrarlo de otra manera que no fuera entre líneas.

Más si al principio había estado asustada muy poco tardó en enfadarse. Se plantó delate suya y, con los brazos cruzados y el ceño fruncido, le preguntó quién se creía que era para robarle la inspiración, las palabras e incluso los suspiros. Le dejó claro que ella era dueña de su vida, de sus decisiones, de sus inseguridades y que si él aparecía en cada sonrisa que formaba era culpa suya. Le reprochó, indignada al ver su cara de confusión, que nada de eso habría ocurrido si no hubiera aparecido en su vida con esos aires de chulo y esas pecas salpicándole partes de su piel que parecían gritarle por un bar de besos un día de esos. Explicó hasta incluso enredarse ella misma, cómo había pasado de ser ella a ser casi él, como intentaba huir de su presencia incluso cuando evitaba encontrárselo (sobre todo cuando decidía aclarar la palabra felicidad y por alguna extraña razón, lo más lógico era anotar su nombre). Le amenazó con demandarlo por quitarle su cordura y le aseguró que lo mataría si después de todo cuando volviera a casa lo describiría entre cada espacio que decidiera dejar.

Sin embargo, a partir de ese día, después de hablar hasta poder volver a escribirle, no volvió a coger un solo lápiz.

Decía entre sonrisas, que había encontrado un nuevo lienzo,
que en la curva de su espalda
los versos nacían y morían solos
y que ella solamente los animaba 
a crear.




17/7/13

Conversaciones de medianoche.

-¿Crees en el amor a primera vista?
-Más bien creo en hacerlo.
-Pero eso no se puede conseguir con una simple mirada.
-Claro que se puede. Él conseguía desnudarme con su sonrisa... Imagina la de orgasmos que me producía con sus bonitos ojos.
-Y entonces, ¿qué dejaba para luego?
-Nunca había un después tratándose de él. Era aquí y ahora, me mataba y se marchaba con tanta frecuencia que a veces tenía que mirarme para ver si seguía vestida.
-Y si estabas desnuda, ¿qué hacías?
-Dependiendo del momento: si no estaba él para taparme con sus besos, escogía el calor de otros abrigos, y si lo tenía cerca aprovechábamos la ocasión.
-¿Estás hablando metafórica o literalmente?
-Una mezcla de ambos, sin duda.
-Vivías intensamente, por lo que se ve ¿eh?
-¿Acaso hay otra manera de hacerlo?
-Para ti estoy segura que no la hay. Y cuando desaparecía... ¿cómo sabías que volvería?
-Nunca lo sabía, de ahí que me gustara tanto. A veces aparecía cuando estaba decidida a abandonarlo y otras decidía quedarse cuando ya lo había olvidado... Pero siempre conseguía que lo recordase... el muy cabrón.
-¡Pero si te encantaba! Con lo que te gusta complicarte seguro que te sentías como en casa.
-Por supuesto, conseguía erizarme la piel nada más decir mi nombre ¿qué más podía pedir?
-¿Un poco de estabilidad? ¿Amor? ¿Poder contar con él en cualquier momento y saber que estaría ahí?
-Te diré un secreto, algo que mucha gente parece no querer escuchar:  cuanto más se intenta atar a una persona, más tendencia tiene a salir huyendo. ¿Y el amor? ¡Está sobrevalorado! Siempre lo ha estado.
-¿Y por qué lo busca tanta gente entonces?
-Porque nadie ha sido capaz de entenderlo... y porque es una bonita excusa para situaciones en las que has actuado de una manera diferente a tus principios, estoy segura.

14/7/13

Un segundo más y desapareceré.

El último pensamiento que te dediqué fue cuando te fuiste. Te grité sin ni siquiera despegar los labios que te dieras la vuelta y me miraras una vez más. Recuerdo tu espalda despidiéndose de mis besos y tus manos provocando ardor en cada parte de mi piel que sollozada al saber que no volverías a tocarla.
Ese fue el penúltimo instante en que te recordé, hubo otro dos días después, cuando pensé que no volvería a verte y choqué con el fantasma de tu sonrisa al vestirme con esas bragas que se toparon con tus caderas más de una vez. Luego, opté por dejar de hacerlo y decidí empezar a escribirte porque sabía que nunca llegarías a leerme (y menuda alegría era poder describirte en cada punto y seguido que ponía sabiendo que nunca llegarías a descubrirlo). Me convertí en la tonta que era incapaz de terminar el libro que tantas veces releía porque me recordaba demasiado a nosotros (si es que alguna vez fuimos) y no quería aceptar su final. Absurdo, ¿no crees? Intentar evitar algo que ya está escrito, como aquella vez que te pinté en la espalda esos versos que me robaste y, exigiendo pertenecerte, no me dejaste nunca suspirarlos. Porque si hay algo mejor que escribir, es contarlo (en voz baja, tan baja como cuando solía pedirte que me quisieras un poco más).

Pero hace unos días, cuando sentencié que ya había gastado suficientes letras en tu ausencia, entendí que, en realidad, nunca te marchaste.
Porque no llegaste a quedarte...
o, tal vez, porque nunca terminaste de irte.

Y aquí sigo, esperando tu regreso, tu partida o que, de una jodida vez, llegues. 
Y te quedes, 
o te despidas
 o me busques. 

8/7/13

O también, podría dedicarle este poema.

Podría decir, a día de hoy
que no hay mejor parsimonia
que tu sonrisa por las mañanas,
al contrario de tus andares
que parecen derrochar delirios
por cada movimiento
que realizas.

Valdría, simplemente
con dibujar a oscuras
la silueta de tus caderas
que parecen llamar a mis manos
para deslizarse entre ellas
como terciopelo.


Y cantarte,
con la voz rota
de tantos suspiros en tu nombre
notas que erizan la piel
como los producidos
por tus besos
entre los huecos de mis lunares.

Dedicarte
 el más triste de los poemas
porque en él habrá tanta belleza
como en tu mirada,
y dolerán de igual manera
cada silencio que produzcan
cada palabra que digan.
Romperán corazones allí donde sean
dedicados, observados,
robados
y hallarán la perdición en aquellos
que, bajo puro egocentrismo,
crean ser sus dueños.


5/7/13

Algún día acabarás conmigo.

Siempre creí entender que el peor miedo posible era quedar en el olvido. Pero ahora, que observo como mis manos tiemblan a causa del simple pensamiento que es escribir no estoy tan seguro de ello. Qué me has hecho, que el temor a decir más de lo que niego salga a la luz parece aumentar en proporción a tu sonrisa cuando me miras. Páralo, ahora mismo. Deja de volverme loca y quítame todo (incluso el alma) pero deja en paz a mis ganas de inventarte. No te pertenecen, es lo poco que no deberías poder quitarme y sin embargo me estas robando algo que ni yo misma entiendo. Quiero que me expliques porqué siempre te encuentro entre palabras que no deberían ni siquiera rozarte, cuando releo aquello que he plasmado y te encuentro escondido con esa sonrisa de medio lado que me dan ganas de matarte.
O más bien besarte-.

Me gustabas más cuando te sentía menos, cuando no era capaz de verte entre frases que a mi juicio parecían inocentes y tu espalda no se asomaba al final de cada punto y aparte.
Como un eterno abismo-,

Me asustaba menos cuando podía controlar mi pulso, cuando todo era más fácil y menos complicado porque eras unos labios bonitos a los que besar. Y lo único que podías quitarme era el aliento.
Aunque sigues consiguiéndolo-.
Me odiaba más cuando nos mirábamos sin vernos, cuando sonreíamos sin los ojos, cuando hablábamos callándonos y los besos ajenos sabían a abandono.

Llámame idiota, por sentirme como me siento, aun teniendo heridas que se niegan a terminar de cicatrizar. Pero siempre fui de cometer errores tontos y, al final, de agradecer más de un estúpido tropiezo.
Y si tú eres el mayor de ellos, dime donde firmo,
que de perdidos al río
y si hay que matarse,
que sea en tu pecho, chico-.


2/7/13

Decidió regalarle el insomnio porque su existencia dependía de cuantos volantes había llevado ese día su falda.

Siempre tuvo claro que su reloj debería tener tres manecillas: una para los silencios, otra para las desilusiones y otra para la nostalgia. De suspiros no hacía falta llevar la cuenta porque su sonrisa solía vaciarse con la misma frecuencia y de poco le servía ella saber las horas si su vida giraba en torno a la ausencia que solía acompañarla de madrugada. Pensaba que todo era más fácil cuando menos se decía porque una vez que hablaba no había posibilidad de hacerla callar y era tanto lo que tenía que decir al mundo que siempre optaba por hacerse la muda. Tenía como vacío favorito el instante que se quedaba sin aliento, cuando su corazón conseguía darle un vuelco y se rebelaba contra sus intentos de retenerlo en contra de su voluntad (aunque siempre había un par de latidos de más que proclamaban ser dueños de su propio destino). Algunos de ellos llegaron a morirse entre sus vaqueros pero a decir verdad, demasiados proclamaron su suicidio teniendo como consecuencia su presencia (o la falta de ésta).

Nunca quiso creer en el destino pero siempre paladeaba su excusa cuando lo veía pasar, o cuando volvía a olvidarla. Decía que todos éramos dueños de nuestras vidas pero, en el fondo, no era más que un intento de acallar la verdad que la carcomía por dentro: hacía demasiado tiempo que había regalado su vida al jodido amor. Que no es lo mismo que decir a un hombre. Tenía cierta tendencia a amoldar causas perdidas (aunque más bien se amoldaba ella a éstas). Siempre supo que no sería feliz con un hombre, porque mucho antes de ellos ya se había enamorado una vez.

Fue de una simple idea. Se implantó en su cabeza entre libros y nunca consiguió olvidarse de ella.
 No mendigaba amor, solo buscaba el calor de unas sábanas para poder dormir mejor. Y siempre sabía a la perfección que podía ofrecer a un hombre y lo que podía recibir a cambio. Siempre tuvo los pies en el suelo, sin poder volar a no ser que fuera entre caladas o gracias a una botella que vaciar.

-Nunca vivió el amor, pero entre sábanas encontró más realidad y calor que otras que se dedicaban a hablar en su nombre.

27/6/13

De guerras y café va la cosa.

Tengo aquí presente, acumulado en un gran revuelo, la lógica que cogió vacaciones aquel día que me sonreíste. Realizó una lista ilegible de todo aquel razonamiento que decidí tirar por la ventana cuando te devolví la sonrisa. Incluso, como buen contrato, tiene la letra pequeña avisándome de todas las trampas a las que voy a someterme-y eso que ya estoy hasta el cuello- y exigiéndome algun que otro resultado que no podré rechazar. Tiene voz propia, cada palabra es susurrada por la conciencia que decidió que era demasiado fácil abandonarme y en las noches se cuela entre mis sábanas para hacerme compañía

cuando deberías ser tú.

Me explica con la voz demasiado dulce (esa que se utiliza para las malas noticias) que mi autoengaño va a llegar a su fin. Se burla de mi sonrisa tachándola de ilusa y me regala un punto de vista que nada tiene que ver con mi realidad. Recita todo aquello que creo conocer exigiéndome un poco de cinismo en el asunto y se adueña de mis sentimientos revolviéndolos hasta crear el caos. Me pregunta por qué si estando bien, sigo pensando que (me) estoy fallando y rebusca todas las dudas que se encuentran esparcidas por mi cabeza para unirlas y crearme un insoportable boceto. Y cuando parece convencerme de aquello que en un principio me parecía una desfachatez pensarlo, me grita inepta. Evoca esos motivos que antes pisoteó con un nuevo planteamiento y cuando la duda se vuelve problema y el problema no tiene solución posible, se marcha. Me deja en las trincheras sin saber si quiera que bando acoger, dejando a mi merced una guerra que hace mucho tiempo que se dio por perdida.

25/6/13

De rebujos y tapujos pintó la madrugada.

La dejó a medias, con una carrera desde la cadera hasta el corazón. Con descosidos tan vulgares como las bragas que en su día le bajó. Intentó arreglarlas con el hilo de un par de pensamientos que a su juicio debían ser correctos y con la misma hipocresía que la abrió intentó cerrarla. A besos, con el bálsamo de un par de losientos intentó rellenar el y medio que le faltaba (y ni siquiera pudo superar el y cuarto). Pero en la noche, cuando todos los gatos son pardos y los silencios más que asfixiar arden, descubrió aquello que tanto había intentado negar.

Se arrancó el intento de futuro que dibujó en su costado y terminó con todo aquel destrozo que intentaba cicatrizar en su piel. Por proporción, hubiera sido más fácil dejarse rellenar absorbiendo cada palabra que le dedicaba (y  las que callaba pero ella pensaba que oía), que quitar los tres cuartos de cutre amor que le obsequiaba, aun sabiendo que se asemejaba más a una mentira. 

Sin embargo, sabía que por más llena que estuviera no conseguiría cambiar como se sentía. Porque hoy en día querer es algo tan obvio y fácil, que nadie siente. Y reconstruir algo se logra con un par de propósitos bien planteados, con bonita letra y despacio. Pero al final, solo queda una persona satisfecha por su logro y la conciencia de otra que, de tanto aguantar engaños, deja de funcionar.

 Hay personas que, por mucho que lo intenten, nunca serán capaces de querer a otra-.

Se pregunta qué dolerá más: el saberlo y seguir callada o el mentirse a sí misma y pensar que siempre será su excepción.

23/6/13

Cuando no se tiene nada, solo se puede crear. Y devor(arte) sería un buen comienzo.

Qué voy a decirte, si estos dedos de tanto recorrer tu piel ya escriben solos, aunque me han contado entre berrinches que preferirían trazar en tu espalda siguiendo los lunares que tantas veces marqué para no perderme (ya sabes que nunca tuve muy buena orientación). Y eso que más de una vez escalé tus hombros y, desde la cima de tu sonrisa, miré a todos los miedos y rencores que se habían caído por el camino. Aun así siempre me desoriento entre mordiscos y besos, como si mi cuerpo se rebelase contra mi razón (como lo hacen estas manos que solo saben hablarte). Debería irme y no volver y que en mi ausencia encontrases eso que pareces buscar en mí y que me está matando. Tendría que taparme los labios porque poco importa hacer oídos sordos o ajustarse al ojos que no ven, corazón que no siente si luego vuelvo a nombrarte. 

Eres todo lo que no debería tener y aun así quiero-.

 Mi perdición la escondí en uno de tus hoyuelos, estancado junto al  lo siento de aquella vez que callé demasiado y tú me oíste. Y mi cintura parece desentonar si no está entre tus brazos, como este vestido que parece gritarte que no se quita solo. Lo dejo todo, incluso los suspiros que aspiré por miedo a que te los llevases. Como aquella vez que me robaste, maldito cabrón, hasta el aliento. Lo regalaré a cualquier sonrisa triste y empezaré de cero. Sin embargo siempre juego con ventaja, ¿se puede perder algo que ni siquiera sabes si es tuyo? Debería decirte que suelo responder un no tan rotundo que incluso me sorprendo... pero entonces te veo, y me miras. Y la única respuesta que encuentro viene de una pregunta totalmente distinta. 

Nadie encuentra la felicidad, porque vive escondida en tu sonrisa cuando me miras.

Luego, silencio. Me recuerdo a mí misma salvarme algún día pero siempre encuentro un motivo para ahogarme entre tus sábanas. 

(y que le jodan a los salvavidas,
 la vida es más divertida-y placentera-
si se vive por aquello que algún día lamentarás
pero ahora te saca una sonrisa)

16/6/13

Un regalo por cada estación.

Está olvidada. Cuenta sus errores al final del día y suspira creyendo que su aliento podrá barrerlo como las palabras que siempre calla y regala a aquellos grillos que le dedican canciones todas las noches de insomnio. Se adueña de los silencios que los demás desperdician y ha creado su propio reino entre las 2 y 3 de la madrugada. Nunca sigue un patrón a la hora de ser sincera con ella misma. Le encantaría cortar la tela que envuelve sus bonitos ojos y hacerle un vestido ajustado a su conciencia. Qué menos que esté preciosa, si tiene como trabajo perseguirla incluso cuando decide esconderse de ella. Utiliza las mismas tijeras con las que cortó ese vicio que eran las causas perdidas y usa el hilo que en su día le prestaron para atar promesas que nunca llegaron a cumplirse. Y aunque sabe que debería utilizar el dedal para dejar de dañarse, nunca llega a ponérselo porque sabe de primera mano que poco importa las barreras o corazas que te construyas si alguien está dispuesto a destruirte.

Tiene un pequeño armario solo para ella. En las noches frías de invierno, la viste con tonos cálidos ya que no tiene su abrazo para resguardarla. En primavera le deja su pintalabios rojo para que vaya a juego con la sangre que le arde cuando recuerda el roce de su piel. Y en otoño le presta la lluvia para lavarle la tristeza que la acompaña los días grises. Hoy, sin embargo, a pleno verano, le ha diseñado un traje negro.

Está de luto.

Llora por esos labios apagados de no recibir besos y cortados por los comentarios afilados que se guardó. Solloza la muerte de las ganas desvanecidas cansadas de esperar su retorno y por todas aquellas veces que decidió cambiar y se estancó una vez más entre los pliegues de su propia falda. Lamenta el rizo de dudas que ningún peine pudo desvanecer y siente lástima por aquellas noches que intentó disfrazarse para jugar al cuento de "érase una vez una vida ficticia que destronó a la realidad" cada vez que, en vez de resolver un problema cerraba los ojos y lo hacía desaparecer.

14/6/13

Quítame las dudas con la misma facilidad que las bragas.

-Me dijo que me quería
-¿Y luego qué pasó?
-Nada.
-¿Cómo que nada?
-Se fue y nunca volví a saber de él
-Estas de coña ¿no? ¿Y tú que hiciste?
-Me fumé un cigarro.
-¿No lo llamaste ni lo buscaste para pedirle explicaciones?
 -Haberlo hecho hubiera significado zanjar el tema para siempre y no podríamos volver a vernos con el pretexto de terminarlo.
-¿Y no hubiera sido más fácil que no se hubiera ido?
-Llegué a su vida diciéndole que le odiaba, me pareció justo que se marchara de la mía queriéndome
-¿Y ahora qué vas a hacer?
-Seguir con mi vida al igual que él seguirá con la suya y un día cualquiera me buscará y besará antes incluso de poder susurrar su nombre.
-¿Cómo estás tan segura de eso?
-Lo sé, porque fui yo quien apareció con una botella medio vacía y un cigarro lleno de carmín reprochándole no haberme encontrado antes. Y eso que ni siquiera me conocía...
-¿Y ya está? ¿Esa es la explicación que vas a darme? Como tú te presentaste y él se marchó piensas que algún día volveréis, ¿no?
-Me buscará como debería haberlo hecho la primera vez en vez de jugar con el azar. ¿Y sabes por qué? Porque en cualquier momento se palpará el bolsillo y leerá el adiós que intentó pasar por alto.
-Ibas a dejarlo antes de que te dejara a ti ¿no?
-Que va, le proporcioné la excusa que necesitaba para volver. Se fue porque sabría que yo, de algún modo, haría que me quisiera, una vez más.

12/6/13

Cuando la mentira es lo que nos sostiene, ¿no se convierte en nuestra propia verdad?

-¿Que qué es lo que quiero? Quiero que me quieras.
-Pero eso ya lo hago...
-No, créeme. Tu solo sabes destruirme.
-¿Y quién decide que mi forma de quererte no es lo suficientemente buena?
-Mi corazón, que amenaza con marcharse si vuelve a romperse.
-¿Y se puede saber cuándo te lo he roto?
-Cada vez que me dices que me quieres.
-¡Pero eso es absurdo! No tiene ningún sentido.
-Lo tiene cuando las palabras vienen de unos labios que solo saben pecar de incertidumbre. Y lo peor es que ni siquiera te das cuenta de que estás matándome.
-Siempre es la misma historia, ahora resulta que estoy planeando tu homicidio cada vez que abro la boca ¿qué más quieres que te diga para que lo comprendas? Que te quiera... como si no lo hiciera siempre
-Siempre es demasiado tiempo, incluso para nosotros.
-Ni siquiera sé si existe realmente un nosotros, joder.
-¿Lo entiendes ahora?
-Nunca lo hago cuando se trata de ti.
-Nunca vas a ser capaz de quererme porque nunca seré aquello que estás buscando.
-Y si estás en lo cierto... ¿qué haces todavía aquí?
-Intentando convencerme de que puedo cambiar(te).

10/6/13

Ven y dame todo lo que me debes, que empieza a ser demasiado.

Te escribí un poema. De esos que dejan la piel de gallina y el alma abierta. De los que son susurrados al ritmo del bombardeo de un corazón (y que siendo el mío cuando estás cerca, formaría un terrible trabalenguas).
Tardé una noche de tres cafés bien cargados y demasiados cigarros en el cenicero y, aun así, no supe terminarlo. Lo dejé a medias para formar el y si... que tanto nos caracterizaba. Pensé en mil y un formas de acabarlo y desistí dos mil veces. Si de finales se trata qué menos que sea con un beso, pero aun no he aprendido a rozarte escribiendo y te juro que lo intento. Desistí al igual que renuncié a controlar las ganas que tengo siempre de explicarme, de decirte que no he visto cosa más bonita que tu sonrisa despertándose (y el baile de tus pecas... eso ya es historia aparte). Que aquí me tienes una vez más dedicándote incluso sabiendo que esto es más por mí misma (suelo encontrarme mejor una vez exploto (tu espalda está de testigo) y me abandono, como me pasa siempre que agarras mi cintura) que por ti y aun así me faltan palabras para describir lo hijo de puta que me pareces por haberme robado incluso lo que no tenía. Y es que rompes todo lo que tocas, cariño, y mi pecho empieza a quejarse de las bandadas que le da cada vez que susurras mi nombre. 

Te escribí un poema. De esos que no terminas porque sabes que ningún final es demasiado bueno.
De los que acaban en mitad de una frase, como cada vez que discutíamos y me silenciabas...

a besos
a versos
quitándome el aliento
burlándote del silencio
regalándome suspiros,
recordándome lo mucho
que

¿Ves? No sé  hacerlo.


7/6/13

Te cambio este "lo siento" por ese punto y aparte.

Traficaba con palabras porque creía entender en ellas la razón de las personas. Esnifaba cada punto y aparte que no le convenía y se colocaba con esas comas que separan palabras que (a su juicio) nunca debían estarlo. Vendía las promesas a cambio de un poco de irrealidad y aseguraba que valía la pena perder unas pocas ilusiones por soñar despierta un par de minutos. Y aquí está ahora, en quiebra porque no puede comerse el mundo como ella quiso siempre. Rogando por vender ese punto y final que parece estar inscrito en su piel, deseando poder seguir su historia. Empapada de desolaciones buscando un vendedor que se apiade de su maltrecho corazón y le venda un par de ¿y  por qué no? para intentarlo una vez más. Pero incluso ella sabe que ese negocio no es tan fácil como aparenta, que son demasiado fáciles de robar y que pueden destruir aquello que tocan. Lo sabe porque, sin darse cuenta, se fue rompiendo poco a poco al intentar sobrevivir a base de frases ajenas. Llegó un momento que poco importaba el lenguaje de éstas, si conseguían tranquilizarla y reconstruirla un poco aunque fuera aparentemente. Incluso rogaba por un par de paréntesis que le aclarasen por qué cuánto más se alimentaba de ellas más hambre tenía. Tiene su gracia, sin embargo, porque antes ansiaba poseer cada una de ellas y ahora solo busca el silencio para intentar empezar de cero. Y lo que no comprende o no quiere entender, pobre chiquilla, es que el silencio destroza mucho más que todos esos términos de los que intenta huir.

Feliz cumpleaños corazón.

Que no hay nada mejor que un amor de verano, me dijeron el otro día. Y lo que no comprendieron es que eso no es nada comparado con la felicidad de una amiga. Que vale más un gracias de ella, que miles de tequieros susurrados un día cualquiera. Que un abrazo suyo vale más que cualquier palabra dicha, escrita o gritada. ¿Qué mejor sensación existe que la sonrisa de ella después de verla llorar? Que alguien me explique por qué parece el mundo estar pidiendo un simple amor fugaz, en vez de un hombro en el que llorar en cualquier momento. Todavía no entiendo por qué se dedican tantas canciones, libros y películas a amores que duran tan poco pudiendo hablar de la amistad que, después de peleas, gritos y lágrimas sigue estando ahí cuando es necesitada. Y es que, joder, por mí el mundo puede caerse a trozos si luego estarás tú allí para reírte de su destrucción. Burlar el tiempo contigo es más divertido que contar los meses de pequeñas dosis de felicidad en las que, tarde o temprano pasarán a ser razones para llorar. Que fuiste tú quien me ayudó a volver a sonreír, la que estuvo ahí pare centrarme, la que se comportó como una madre para que volviera a importarme algo aunque fuera un poquito. La que me dio una bofetada cuando lo que necesitaba era sentarme y esperar a que algo sucediera y la que se rio de mí y de mis fallos hasta sacarme una sonrisa. Con la que he pasado los peores momentos y los mejores. Que no es lo mismo si no comparto mi felicidad contigo y que, joder...

(...)Es que te veo tan frágil cuando se trata de él aunque te las des de durita que no puedo evitar querer protegerte de todo.
-Sí, parece ser que hay personas especialistas en romperme.
-Pero yo te reconstruyo cada vez que ocurre...
-Cierto, y por cada trozo que pegas me haces más fuerte.
-Y cada vez que te quiebras yo me vuelvo más rota.
-Dime que yo te ayudo, aunque sea de manera indirecta, a recomponerte
-Cada vez que me llamas puta.
-Vaya... ¿y cuando te sonrío y eso nada? Que original eres...
-Si me estás llamando rara, ¿qué esperabas? soy tu mejor amiga.
-Cierto y aún me sigo preguntando por qué.
-Es sencillo: porque eres la persona con más corazón y pervertida del mundo.
-Y por mis tetas ¿no?
-Por eso también.

Teniéndote a ti... ¿qué más podría pedir? Que mis tonterías no serían lo mismo y que ver tu felicidad al ver la mía propia es una de las mejores sensaciones del mundo.

5/6/13

Guardé nuestro punto y final en la punta de la lengua para no recordarlo nunca.

Quédate el resto de esta fría noche,
que en tu triste ausencia
se asemejaría más
al peor de los inviernos existidos.

Y háblame de esa suerte,
que parece llevar inscrito tu nombre
que me hace enorgullecer cada instante
de la mirada que me dedicas.

Que si quieres, puedo olvidar
hasta quedarme vacía,
y solamente oír a la lejanía
el eco de mi nombre en tus labios.

Y puestos a abandonar,
lo dejo todo en este mismo instante
con la esperanza de que en la nada
me encuentre cuando te busque.

Quédate esta noche
que mañana echaremos cuentas al mundo
que ahora mismo el único cálculo
que quiero hacer es
 los versos escritos en tu espalda
 más las ganas que te tengo.




3/6/13

De amores y otras necesidades.

Que qué es el amor, me preguntó mi hermana pequeña. Me pidió que le explicara por qué escribía tanto y porqué sonreía al terminar si a veces solamente hablaba de cosas tristes. Y en su inocente respuesta entendí que, mientras yo le había leído en voz alta algo que para mí no tenía ese trasfondo, ella había sido capaz de verme como casi nadie había conseguido. Le comenté que escribía porque no sabía hablar,

(-¿y entonces que estás haciendo ahora mismo?
-Callar.)

y que al igual que otras personas conseguían tranquilizarse o desahogarse haciendo ejercicio o comiendo, yo solamente escribía

(-¿y todo el mundo puede hacerlo?
-Por supuesto, solamente hace falta sentir algo que quieras reprimir para no decirlo en voz alta o que quieras soltar porque se ha vuelto demasiado grande.
-¿La imaginación no cuenta?
-Cierto, y un poco de desamor nunca viene mal.)

Le hablé de sentirse un poco menos vacía por cada espacio que pulsaba y el alivio que experimentaba al terminar sin saber qué acababa de camuflar entre mis palabras exactamente. De palabras que pueden erizar la piel o hacerte llorar y de puntos y aparte que creen ser puntos y seguidos. De comas cuando lo mejor sería un punto y de aquella manía con poner puntos suspensivos cuando solamente era necesario un par de paréntesis para aclarar.

(-¿de qué estás hablando ahora?
-De las cosas que terminan aún sin haber empezado y de las que tienen segundas partes cuando lo que necesitaban era un final)

¡Y sobre el amor! Sólo pude decirle que todos hablamos de él y escribimos en su nombre sin saber si quiera qué es exactamente. Le dije que amor eran sus besos de buenas noches, la preocupación de una madre, el abrazo de unas amigas. 

(-¿Cuidar del hámster también es amor?
-Por supuesto)

Le intenté transmitir que no solamente tener una pareja o una familia era amor, que abarcaba mucho más de lo que parecía y que cualquier cosa podía serlo si transmitía algo de ternura o felicidad en aquellas personas que lo veían/tocaban/sentían.

(-Eso es un poco paz y amor.
-No creas, también hay amor en un corazón roto o en las sonrisas vacías.)

Le hablé de los libros y películas que te hacían transmitir sentimientos e ilusiones aun sabiendo de primera mano que nada ocurre como hacen vernos en ellas. De canciones que eran capaces de describirte incluso cuando tú no tenías idea de lo que te ocurría y de textos que parecían estar dedicados hacia tu persona de completos desconocidos.
(-¿Las personas que son malas pueden sentir amor?
-Algunas personas creen que no son capaces
-Y tú... ¿qué piensas?
-Yo creo que el amor no es siempre felicidad, que las personas malas sienten un amor destructivo: que en vez de arreglar las destruye, que en vez de dar felicidad, te hunde. Puede que a lo mejor, tengan una forma distinta de amar algo o a alguien que a nuestros ojos es incorrecta, pero no significa que no sientan.)
-Sigo sin entender muy bien qué es el amor.)

Le sonreí le di un beso y antes de apagar la luz me levanté y le respondí:

(-Por eso es por lo que todos quieren hablar de él, las personas intentamos hacernos dueñas de aquello que no comprendemos para sentirnos más seguros.)

Por supuesto, ella no entendió mucho de lo que hablamos esa noche ni yo misma entendí muy bien lo que intentaba explicarle. A día de hoy todavía busco la respuesta correcta a su pregunta para saciar su curiosidad... y la mía propia.



2/6/13

Daría un par de años, por un minuto más.

Qué alegría estar aquí, en la esquina de tu espalda,
una vez más.
Que le jodan a todas aquellas personas que aseguran 
 que las ataduras son perjudiciales
sin haberte (re)conocido por las mañanas.
Y es que no me queda otra que admitir, 
aunque sea a regañadientes,
que nunca me sentí más libre 
que encarcelada a tu cama.

Si fuera por mí, pediría cadena perpetua,
porque me autodenomino, 
sin derecho alguno,
presa de tu sonrisa.
y ruego a quien quiera escucharme,
poder encontrar de algún modo
mi penitencia escondida en tu pecho
y mi calvario entre tus manos.

Que no hay coartada, ni palabras que decir en presencia de mi abogado,
que por primera vez desde que se escribir unas míseras líneas,
me has dejado muda.

29/5/13

Que si hablamos de contrastes, tu espalda y mis sábanas, por favor.

Toma, todo lo que tengo. Cógelo, ya no tiene sentido seguir con las apariencias, si hace mucho tiempo que no es mío. Le pregunté al destino por ti y me dijo que él era demasiado sabio para responderme y yo demasiado tonta por preguntarle. ¿Sabes lo que le repliqué? nada, porque ambos sabíamos muy bien que la culpa era solo mía, o de tus manos. A veces, cuando intento escribir, te odio. Te cuestionarás por qué y solamente sabría responderte que tú también te odiarías si solo pudieras escribir tu nombre, si intentaras hablar sobre algo que no fuera tu piel sin resultado alguno. Hace frío ¿sabes? y no estoy hablando del tiempo que hay fuera de esta habitación que parece demasiado hueca si no la rellenas con tu risa, hablo de mi cama que parece suplicarme que te llame y la acunes, como si no tuvieras suficiente con mi dependencia.

Te regalo estas palabras, aunque me resulte absurdo ofrecer algo que ni siquiera me pertenece. Como mi voz, que hace tiempo que está rota porque ya no puede acaricia tu nombre, me llora. Se queja en las altas horas de la madrugada porque echa de menos hablarte al oído (sí, ahí donde siempre me prestabas sonrisas unos minutos después) y  mi memoria, que parece decantarse por ti como cada parte de mi cuerpo que no puedo controlar (o no quiero) se dedica a atiborrarme de recuerdos sin importarle mi maltrecho corazón (aunque no debería extrañarme puesto que nunca se llevaron bien estos dos).

Y luego estas tú, que por si no fuera suficiente con la guerra que traigo encima, me sonríes. Y ya no hay momentos, ni palabras, ni hechos que valgan. Porque, joder, ¿a quién intento engañar? Que no es mi voz la que se queja, ni mi memoria la que se inclina por el lado derecho de tu cama. Que soy yo, la tonta que (a la larga) siempre acaba encontrándose (entre tus piernas).

28/5/13

¿Dónde se guardarán todas las palabras que pensé y nunca (te) dije?

Tiene en la mesa que está a la izquierda de su cama, una repisa llena de papeles que parece no acabar nunca. Cartas sin dirección, al parecer. Las escribe de noche, cuando cree que nadie va a oírla llorar sin entender que leyéndola también es posible escucharla. Nunca las relee y sin embargo, cada mañana justo antes de levantarse de la cama, las mira pensando si esta vez va a ser capaz de dejar la manía de escribirle a alguien que nunca va saber la de palabras gastadas que tanto usa en su nombre. Es una especie de ritual: suspira, coge un trozo de algo sobre lo que poder escribir (ya sea una hoja en sucio, un folio blanco, una servilleta... cualquier cosa le sirve) y lo coloca en lo alto de esa pila que parece crecer cuanto más pequeña se siente.

Y no, no es miedo, ni orgullo lo que le impide mandarlas. Más de una vez compró los sobres necesarios para guardarlas y comprobar si, así, duele un poco menos todo lo que se calla. Un día que parecía ser menos gris que de costumbre, decidió comprar los sellos necesarios para tenerlo todo listo y poder enviarlas de una vez por todas (que la espera, aunque no lo diga, la está matando como el silencio que parece recorrer cada rincón de su habitación, jugando con los recuerdos a su antojo. A veces, aunque ella evite a toda costa pensarlo, vuelve a escuchar su voz en la tranquilidad de la noche y asegura que suena más alto que nunca). Pero siempre termina de la misma manera: la pluma; venciendo al temblor que atacan sus manos, en el suelo. Las cartas, del propio peso que llevan en su espalda, sobrepasan el límite de lo aguantable y mueren; rotas como lo está ella desde hace, tal vez, demasiadas sonrisas huecas que parecen resumirse en vuelve desde aquella tarde de Agosto. Y la misma autodestrucción, las mismas fases de superación y que nunca falten las preguntas formuladas al aire porque nadie sabe responderlas ¿a dónde van las palabras dedicadas que no pueden brindarse?
¿Dónde estás, cariño, que ya no sé dónde buscarte?

26/5/13

Que nunca nos falte el odiarnos en momentos determinados.

Una vez, un tanto perturbado por culpa de tus piernas, busqué el significado de la palabra paraíso. Su definición era tan absurda que  me dejó con un mal sabor de boca al igual que algo irritado al no encontrarse entre sus sinónimos tu cintura. Y decía así:

<<Paraíso: en el Antiguo Testamento, jardín de las delicias donde Dios colocó a Adán y Eva.>>

Sin duda alguna, era la definición más cutre e incorrecta que había leído nunca y, muy poco satisfecho, seguí buscando:

<<Paraíso: sitio o lugar muy ameno. >>

Desistí casi al instante al comprender que, al parecer, tenía una idea muy diferente de aquella palabra que parecía llevar tu nombre adherida cada vez que pensaba en ella. Joder, puede ser por culpa de tu sonrisa, o de esa falda tan corta que llevabas esta mañana, pero la idea de escribir una carta a la RAE llamándolos ineptos parecía crecer por cada movimiento que hacías. Que el paraíso eres , ya estés dormida o despierta. Es cuando dices mi nombre. Cuando jadeas, cada vez que me arañas la piel y me dices que te haga el amor una vez más. Cuando me dices que soy un jodido imbécil pero aún así me miras, y que quieres que te diga, puedes odiarme de las mil maneras que quieras si después de todo, tus ojos vuelven a fijarse en los míos. Es tu enfado y tu grito. Tu cama. Tus lágrimas. Cada lunar, cada movimiento o cada jodida palabra que me dedicas. Y seguramente será culpa mía, que me vuelves loco incluso cuando vas distraída aunque interiormente agradezca cada día la ignorancia de aquellas personas que parecen no ver en ti la salvación que tanto parecen ansiar buscar en otras personas. O más bien, entre otras piernas. O en vasos perdidos en un bar al igual que estaba yo antes de volver a olvidarme (aunque esta vez merezca la pena no encontrar la salida). ¿Quién querría encontrarse pudiendo estar extraviado en cada una de tus curvas? ¿Te acuerdas aquella vez que, mirando tu espalda, susurré algo que nunca llegaste a oír? Dije: en esa curva me maté yo.
Y, joder, que alguien sea capaz de decirme una forma mejor de morir que ésta, si cada vez que te paseas en bragas consigues resucitarme incluso antes de saber que había vuelto a morirme.
Bendita guerra continua, entre mi supervivencia y tus caderas, cariño.

23/5/13

Cada palabra que escribía, creía tener el poder de cerrar una herida.

La encontraron borracha de ausencia sentada en el alfeizar de la ventana. Con el pelo enmarañado, el rímel corrido y una camiseta que apestaba a whisky lo que más llamaba la atención era la sonrisa que parecía tener soldada en la cara sin consentimiento alguno. Dicen que no quería dirigir palabra alguna, que solo murmuraba con la voz demasiado rota para ser escuchada, sinsentidos que parecían haberla privado del razonamiento (o eso aseguraban las personas que, en realidad, no la habían visto). Parecía no darse cuenta de su alrededor, del destrozo de las esperanzas en el suelo, de su cama tan vacía al haberla desnudado tirando las sábanas por la ventana (porque quemaban, aseguraba ella una y otra vez). Que no se movió durante horas y aun así su mirada tenía más actividad que nunca. Alguno aseguró que sus ojos eran el mismísimo terror, que no había quien pudiera aguantar su mirada ausente más de un segundo. Que tenía una mirada tan muerta que, contra todo pronóstico, la hacía parecer aún más viva. ¡Y la piel! ¡Qué de comentarios se hicieron sobre ella! Sin un solo hueco visible que no ocupara la tinta, tenía escrito todo aquello que no podía decir con palabras (y, eso, dados las circunstancias, eran demasiadas para un cuerpo tan menudo). Era como verla gritar en cada tachón que tenía, cada pregunta, cada suspiro que escribía (porque sí, se pueden escribir suspiros y gritos, y lágrimas y desolaciones). La tacharon de tener un "desequilibrio emocional por un enamoramiento fallido" y, con las miradas de compasión reflejadas en sus rostros, intentaron curarla a base de palabras que bien podrían habérselas ahorrado porque no transmitían nada. Lo que no entendieron (y ni siquiera yo había llegado a entender hasta que la vi) era que, ciegos como solamente pueden estarlo las personas superficiales o con prejuicios, no se trataba de un simple amor fracasado. Dudaba, incluso, que se tratase de amor. Intuyo que, más bien, solamente era una pobre chica harta de querer intentar salvarse de ella misma, encerrada en el bucle infinito que era intentar no ser diferente y cambiarse para poder aceptarse, alguien cansada de sentirse asfixiada por cada pequeña razón que parecía dolerle. Una chica que pedía una última llamada de socorro y, una vez más, volvía a ser invisible.

21/5/13

Menuda ironía.

Voy a contarte un secreto, ahora que el silencio es mi mejor aliado: tengo bajo la lengua un par de suspiros,
algo masoquistas y presuntuosos que nunca tuve intención de liberar. Detrás de la oreja,allí donde más de un beso ha proclamado su suicidio, colándose entre mis pendientes, existen susurros que se tornaron ecos vacíos tan molestos y dañinos que tuve que mandarlos al exilio. Conservaba, en la comisura de mis labios una sonrisa que hace tiempo que tenía propietario y fecha de caducidad, pero nunca apareció su dueño a recogerla y, cuando  llegó a su límite, solo le quedó morirse en la soledad sin nada que le abrigase. ¡Pobre e inocente gesto, que vivió por y para alguien que desconocía (o no quería saber) de su existencia! Entre mis dedos, jugando siempre con esos anillos que nunca me quito, bailan demasiadas caricias que empiezan a marearme en mi cutre intento de evadirlas pero ellas, inmunes a mis intentos de persuasión, ansían encontrarse contigo. ¡Y la tinta de mis tatuajes, que parecen codiciar el roce de tus dedos una vez más para evitar borrarse y seguir marcando mi piel como un día lo hicieron tus mordiscos! Qué bochornoso resulta, querido, que cada poro de mi piel necesite respirar ese aroma tuyo para seguir estando vivo. No sé como decírtelo, si más indirectas mis letras no pueden mandarte, que parecen acunarse en tu nuca y más de un punto y seguido me abandonó para quedarse entre las pecas que tantas veces recorrí borracha de tu cariño. Y es que, joder, a través de los tonos de mi voz guardo un grito hueco que se deshizo en el silencio y parece querer renacer cada vez que, por unos pequeños instantes,te olvido.

20/5/13

Cualquier título sabría a poco después de escucharte susurrar mi nombre.

La encontró  tirada en el jardín mirando al cielo, sin hablar ni moverse. Se acercó a ella preocupado e intentó empezar una conversación que pronto se convirtió en monólogo. No sabía decir qué estaba más perdida: si su mirada o su sonrisa. Pero lo cierto es, que en toda la confusión de su pelo y las flores que parecían adornarla a su alrededor como si un fuera una persona delicada, todo parecía correcto. Excepto por el pequeño detalle del caos de sus ojos negros. Ensimismada mirando las nubes le respondió a una pregunta que, después del eterno silencio, parecía haberse perdido como la intuición que solía tener cuando se trataba de ella:
-Estoy bien, solo observo.
-¿Qué es lo que observas?
-El paso del tiempo, la huida de los deseos más escondidos, los besos guardados hasta el olvido, las palabras mudas que gritan desesperadas por ser escuchadas...
-¿Eso es lo que ves tú en tu trozo de cielo?
-¿Sabes lo bueno de ese trozo? Que, en realidad, sabes que lo que ves es solo una mínima parte, que abarca hasta el infinito y allí sigue extendiéndose. Como las personas o los sentimientos refugiados en palabras. ¿Crees que el odio es capaz de reflejarse en 6 simples letras? Y las nubes, que nunca parecen encontrar su sitio y su forma, como las personas. ¿Acaso todo esto no te queda demasiado pequeño, no te asfixia? Cuando me agobio, o creo que voy a romperme vengo siempre aquí. Y me digo a mí misma que el mundo no es tan pequeño como intentan hacerme creer siempre y que lejos de asfixiarme lo que debería sentir es pánico de la grandeza que hay fuera de este pueblo que parece condenar a cada persona que se queda en él.

Suspiró y se tumbó a su lado, intentando entender las palabras que tan rápido pronunciaba como si llevara demasiado tiempo callándolas o sufriéndolas.

-¿Y no echarías de menos tu casa? Ya sabes, el hogar, la familiaridad, los detalles cotidianos que han creado tu día a día.
-Seguramente así sea, pero sería hipócrita de mi parte pedir libertad cuando no estoy dispuesta a buscarla. 
-Tú y tus ganas de ser libre.
-Tú y tus manías por encerrarte.
-Bueno, me queda el consuelo de saber que cuando mire arriba sabré que en alguna parte estarás viendo lo mismo que yo.
-Siento decirte que, entonces, tu consuelo será bastante pobre
-¿Por qué dices eso?
-Porque el cielo es sólo un reflejo. Verás aquello que necesitas ver y sentirás eso que te carcome por dentro y que en ese momento te parecerá, incluso, certero sentirlo.
-¿Cómo pueden ser unas nubes y un par de estrellas un espejo?
-Porque las personas tienen cierta tendencia a identificarse en todo aquello que no comprenden.
-Entonces, ¿no tendré nada que libere el sentimiento de angustia cuando te eche de menos?
-Por su puesto que lo tendrás. Mirarás al cielo y te acordarás de mí.
-Pero me acabas de decir que actúa como un reflejo, que no veré lo mismo que tú... no te entiendo.
-Tienes razón, te he dicho eso... pero también puedo mostrarte mi pequeño firmamento y bueno, luego ya veremos. A lo mejor eres capaz de interpretarlo como yo lo siento.
-O me perderé en el intento.
-Siempre es bueno perderse, por el camino siempre encuentras algo que ni siquiera sabías que estabas buscando.
-Como yo.
La chica soltó una carcajada, se apoyó sobre sus codos y le miró fijamente hasta que volvió a olvidarse en ellos:
-Sin duda, como tú.