A este chupito invito yo

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28/2/15

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Me hablas medio dormido
y yo solo pienso en beberme
cada palabra entrecortada que susurras
buscando el consuelo
de este gran vacío.
Te pido que me salves
pero tú, ajeno, cierras los ojos
 te duermes
y me matas.

Me he visto bailando en tus pupilas
sujetándome mientras me alzaba al vuelo
y he sentido el esguince
en la garganta de aguantar el aire
esperando tu agarre.
Te he llorado
y tu has cerrado los ojos
hasta hacerme desaparecer.




21/2/15

El día en que me convertí en una desconocida, supe que todo iría bien.

Me duele el pecho de aquella vez que me abrí en canal y te di todo lo que tenía. Recuerdo sangrar hasta morirme y, sin embargo, fue en ese momento cuando descubrí que estaba viva.

Estoy envasada al vacío.

Puedo notar como mi piel lucha por despegarse de esta cárcel que me está ofreciendo tanto oxígeno que me estoy ahogando. 


Me pregunto qué será de las personas cuando son libres y descubren que prefieren no serlo.  Si buscarán aquello que los ate y los vuelva sumisos. Si se tatuaran barrotes para recordar los momentos en que fueron presos y yugos de sí mismos.

Si besarán hasta desgastarse, si amarán hasta dejar su existencia libre de cualquier corrupción.
¿Qué será de aquellos que lucharon por su libertad y descubrieron que no existía?  Qué pensarían cuando se la entregaron como si fuera un trofeo y no un derecho. Qué sentirían cuando la acariciasen y viesen que no había cambio alguno. ¿La soltarían para que emprendiese su propio vuelo?

Libertad siempre quiso ser libre y, sin embargo, nunca supo lo que era serlo. Se trasladaba de cama en cama, siendo acariciada por necios, triunfadores y cobardes. Si ella hablase bien podría destrozar el mundo, siendo presa de los más valiosos secretos que se esconden en los profundos deseos de los corazones que ansiaban condenarla.

La libertad se sintió desgraciada  cuando descubrió que nunca sería lo que su nombre conlleva. La descubrí agachada en un callejón sin salida tapándose los oídos harta de ser el deseo de todos menos de ella. Nunca he visto a nadie tan condenado por su propia existencia.

Libertad tenía cadenas que le producían moratones, una sonrisa irónica y unos andares de quien sabe que lo ha perdido todo y, sin embargo, sigue perdiendo.

Tenía esa mirada de quien sabe que nunca va a morirse pero tampoco va a poder saborear lo que es vivir.

Una vez se enamoró tanto que creyó ser menos cautiva. Luego miró a sus tobillos y solo vio heridas.