A este chupito invito yo

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10/6/13

Ven y dame todo lo que me debes, que empieza a ser demasiado.

Te escribí un poema. De esos que dejan la piel de gallina y el alma abierta. De los que son susurrados al ritmo del bombardeo de un corazón (y que siendo el mío cuando estás cerca, formaría un terrible trabalenguas).
Tardé una noche de tres cafés bien cargados y demasiados cigarros en el cenicero y, aun así, no supe terminarlo. Lo dejé a medias para formar el y si... que tanto nos caracterizaba. Pensé en mil y un formas de acabarlo y desistí dos mil veces. Si de finales se trata qué menos que sea con un beso, pero aun no he aprendido a rozarte escribiendo y te juro que lo intento. Desistí al igual que renuncié a controlar las ganas que tengo siempre de explicarme, de decirte que no he visto cosa más bonita que tu sonrisa despertándose (y el baile de tus pecas... eso ya es historia aparte). Que aquí me tienes una vez más dedicándote incluso sabiendo que esto es más por mí misma (suelo encontrarme mejor una vez exploto (tu espalda está de testigo) y me abandono, como me pasa siempre que agarras mi cintura) que por ti y aun así me faltan palabras para describir lo hijo de puta que me pareces por haberme robado incluso lo que no tenía. Y es que rompes todo lo que tocas, cariño, y mi pecho empieza a quejarse de las bandadas que le da cada vez que susurras mi nombre. 

Te escribí un poema. De esos que no terminas porque sabes que ningún final es demasiado bueno.
De los que acaban en mitad de una frase, como cada vez que discutíamos y me silenciabas...

a besos
a versos
quitándome el aliento
burlándote del silencio
regalándome suspiros,
recordándome lo mucho
que

¿Ves? No sé  hacerlo.


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