Está loca, siempre lleva su propia melodía a descompás
del mundo. Camina que parece que levita,
con su nananá que la acompaña hasta
en los malos momentos Dirige sus propios pasos haciendo oídos sordos del
prejuicio del resto. Hay días que puedes verla sentada mirando a la nada con su
cabeza moviéndose a un ritmo que sólo ella conoce. Dicen que ha inventado una
nueva armonía que permite desafiar a la gravedad en momentos de debilidad. Parece
que no entona con el resto, con sus medias de rejilla y café en mano, hablando
de historias que nadie comprende, o que no quiere escuchar. Y entre acordes regala un poco de sí misma al
compás del 3x4. Vive de la música, siempre cuenta que el amor solo le inspira
sinfonía. Lo mejor es cuando desafina y se asemeja al resto, se siente tan común que no puede evitar hacer algo
para volver a desentonar. Vive entre partituras perdida entre sus propias
escalas y en cada intervalo parece encontrar las respuestas a todas sus
preguntas. Al único ritmo que parece responder es al de su metrónomo, nunca
hace caso al corazón. Y en su pentagrama sólo habla de sueños olvidados, vicios
prohibidos y mentiras piadosas.
28/2/13
26/2/13
Rutina
Hoy ni el café pudo mantenerla fuera de sus recuerdos y su
paciencia se esfumó como el cigarro que ahora mismo está fumando. Parece que no
fue de su agrado despertarse enredada entre sábanas sola, como empieza a ser costumbre. Hoy nada le agrada, ni siquiera es
capaz de soportar su canción favorita que se escucha desde la radio como si de
un regalo matutino se tratase. Hoy está envuelta en vicios del pasado, cuando
todo era más complicado y era más él que ella. Parece que no aprende, se viste
con ese jersey que de tanto usarlo dejó de oler a lo que ella tanto ansía hoy ver.
Y suspira, mira a la ventana pensando que, para variar, otro domingo pasa y
ella sigue estancada en el mismo sitio. Y aunque no se oye nada más que la
lluvia golpeando contra su ventana, su cabeza está llena de ese murmullo que se
convirtió su conciencia recordándole lo que tuvo y que no volvió a ser. Parece
que se ha vuelto su pequeño ritual de domingos: suspira, se sienta en el sofá y
pone esa película que tanto le gusta porque sabe que él no la soporta. Y
mientras el tiempo pasa, ella se dedica a repetirse constantemente que llegará
un momento que no tendrá que hacer nada de esto
porque no será necesario. Mientras tanto, parece buscar entre frases la
respuesta a todas sus preguntas, entre escenas entender cada uno de sus porqués.
Ni contigo ni sin ti.
Su historia siempre se basó en el tópico: o todo o nada.
Nunca dieron oportunidades a los términos medios. O se querían, o se odiaban. No
había nada más simple que eso, o eso pensaron ellos. Que no era una relación
sana era algo que ambos sabían, siempre habían apostado muy alto. Nunca le
daban un respiro al corazón que, un poco confuso, no dejaba de sentir
sensaciones contradictorias cada poco tiempo. Era un tira-floja constante. Y en
medio de ese torbellino de sentimientos que eran ambos, siempre encontraban una
especie de paz y felicidad, como solo ellos podían encontrar. Algo que para ellos era demasiado simple,
para otros se volvía algo complejo y extraño e incluso más de una vez
intentaron hacer que entrasen en razón porque, en vez de quererse se estaban destruyendo uno al otro. Y, aunque
parecían personas masoquistas que proclamaban a los cuatro vientos ser dueños de
su autodestrucción, sabían desde un
principio que nunca podrían empezar de cero. Porque en ese tipo de relaciones
que a la par te eleva a lo más alto que te consume, pasa a ser un vicio del que
no puedes (o no quieres) escapar. Un perro que siempre se muerde la cola, un
bucle infinito, de los que no se sabe ni el final ni el principio.
25/2/13
9
Una vez me preguntaron: ¿Sabes eso de que no quieres salir
de la vida de alguien? ¿Que eres capaz de agarrarte a cualquier cosa? Y, aunque
mi orgullo quiso encogerse de hombros y decir qué va, no tuve más remedio que asentir. Cualquier persona que ha querido alguna vez,
aunque haya sido durante una milésima de segundo, ha sabido lo que es eso. La
desesperación por encontrar algo que te estabilice cuando sabes que todo se
está derrumbando. Ya sabes lo que dicen, cuanto más alto te encuentres más rápido caerás y más te dolerá comerte el
suelo. O eso es lo que siempre digo yo. Pero parece que en eso tengo un estilo
propio: yo no caigo simplemente durante unos minutos y luego me estampo contra
el suelo. No, eso es demasiado fácil. Yo me tropiezo, me caigo y por el camino
me tropiezo mil veces más intentado aferrarme a cualquier cosa que haga que
amortigüe la caída o, peor aún, que haga posible el ascenso. Y seguramente, la
mayoría de mis intentos por aferrarme a cualquier esperanza no valían ni la
mitad de lo que yo pensaba, pero ahí me
encontraba yo luchando por algo que hacía tiempo que no se podía salvar, o que no quería ser salvado. Tal vez sea
por eso por lo que, cuando me miró interrogante esperando una respuesta aparte
de un simple gesto de cabeza simplemente respondí: prefiero salir con algunas
heridas y la cabeza bien alta a salir con una patada en el culo. Y aunque las
dos sabíamos que era una mentira muy cierta y que podría llegar a ser una buena
respuesta para alguien que se encontrase en un momento clave como ése, ambas
sabíamos que la próxima vez que me ocurriese algo parecido no dudaría en
agarrarme a cualquier rama si pensaba que merecía la pena.
De corazones rotos.
Créeme cuando te digo, que nadie sabe mejor que yo sobre
corazones rotos. Acompaña esas lágrimas con este café, no te va a quitar la
pena, pero dicen que el calor te hace sentir más tranquila. ¿Crees que no sé lo
que se siente? Podría hacer una lista llena de desilusiones para, un día de
rabia contra el mundo y hacia mí misma, quemarla hasta que solo queden cenizas.
Quemar el pasado, como quien dice. Tengo mil y una frases que estoy segura que
estás harta de oír y que no harán que te sientas mejor, ¿Qué tal unos minutos
de insultos? ¿Crees que podrías ocupar el hueco del dolor por odio? Todo amor
es odio en algún momento, y lo que en su tiempo te hizo sentir viva ahora te
mata. Un abrazo te vendría bien ahora mismo, ven. Sé que no huelo como él, ni
te sientes tan protegida pero no estás sola. Chilla. Si, suena raro esto, no me
mires así, será mucho mejor que intentar sacarte una sonrisa. Si supieras las
de veces que te sentirás tan indefensa en la vida, sin poder evitarlo. Pero
cada lágrima, cada caída es un nuevo comienzo, un motivo para aprender y llegará
un momento que aprenderás la lección. No me preguntes cuál es, todavía no he
llegado a eso.
Pequeñas reflexiones
Que un clavo saca otro clavo era la afirmación más absurda
que había escuchado desde: las galletas oreos son cancerígenas. Para empezar
porque si un clavo sacase otro clavo, la herida al intentar quitar el primero
se haría más grande y ni media tonelada de alcohol podría hacer que no se
infectase. Luego esta, claro, el hecho de que los clavos pueden ser diferentes,
ser más grandes, más pequeños, más feos o bonitos… y muchas veces no sirve para
reemplazar al que estamos deseando expulsar de donde sea que lo tengamos
clavado. Que, por cierto, suele ser en el
corazón. Y claro, llegan las comparaciones o los enfados al ver que ese clavo
que tu pensaste que conseguiría expulsar al otro solo ha hecho que esté más
presente que nunca. Y ahora tienes dos problemas: deshacerte del clavo que tanto
odias y que arrancarías si pudieras incluso con tus propias manos y el nuevo
clavo que no sabes ni siquiera para qué está ahí si su función principal no ha
sabido cumplirla. ¿Qué el tema del que estoy hablando es raro? Sí, al igual que
sé que estoy en lo cierto. Tú fuiste mi clavo durante, tal vez, demasiado
tiempo. Eras un clavo que ardía, escocía. Porque eras como las quemaduras que
arrasan la piel y te dejan cicatriz para toda la vida, que duelen más después
que durante su creación. Que hace que te palpite la piel buscando algo que
consiga borrar el dolor, aunque sea mínimamente. ¿Qué un clavo saca otro clavo?
No, que va. Es más eficaz hacerlo a mi manera: a martillazos.
23/2/13
Fuego y hielo.
Siempre quiso volar muy alto, tal vez demasiado. Rozar con la
punta de los dedos las nubes y reírse de la gravedad. Siempre quiso ser fuego
para arder y arrasar a su paso con todo lo que tocase. Que se derritiesen por
ella. Quiso ser hielo para congelar corazones, para no sentirse tan fría, para
no estar sola. Quiso ser de escarcha para no sentir más de lo necesario. Ser una
persona que daña y no es dañada. Siempre supo que sería más fácil derretirse
ante su mirada, pero las cosas fáciles nunca fueron de su agrado. Le encantaba
enredar las cosas lo suficiente para que todo fuese un problema que resolver.
Le gustaba congelar momentos para luego revivirlos mientras los veía
arder. Congelar sonrisas, miradas y
gestos y retenerlos para siempre con ella. Calentar cuerpos en invierno y
miradas allá donde fuese, hacer de cenizas la ropa que, en su opinión, a veces
sobraba. Quiso descongelarse y jugar con
fuego con la persona equivocada. Lástima que se le olvidase que, una vez que el fuego se descontrola, nadie es capaz
de manejarlo.
22/2/13
Ella
Ella quiso ser siempre heroína, pero no de esas que salvan
al mundo por la noche y luego a la mañana siguiente son invisibles. Ella quiso
ser adicción, su droga. Quiso correr por sus venas a tal velocidad que incluso
pareciese arder. Quiso entrar en su cabeza y volverlo loco. Loco por ella.
Quiso ser la razón de cada uno de sus movimientos y pensamientos. Quiso volar
con él, a través de él. Quiso ser todas y cada una de sus sensaciones: su
rabia, su deseo, su pasión. Quiso que él se entregase a ella ciegamente, sin
preguntar ni protestar. Quiso ser el motivo de su existencia, su sonrisa que
nunca fallaba y sus ansias por encontrarse otra vez. Que viviese por y para
ella. Quiso hacerle el amor a su alma, a su corazón, quiso llegar donde ninguna
otra había llegado. Ingenua se olvidó, que no es el adicto quien necesita la
droga, si no que la droga necesita de su existencia para vivir.
21/2/13
Un tequila por cada duda
Un tequila por cada duda.
Un cigarro por cada malentendido.
Un beso por cada error.
Un baile por cada pelea.
Una foto por cada lágrima.
Un centímetro de tacón por cada caída.
Una sonrisa por cada mentira.
Una fiesta por cada mal día.
La resaca siempre fue una mala opción hasta que te fuiste.
Dicen
Dicen que, desde ese día, no volvió a probar el café. Que ya no andaba descalza bajo la lluvia cantando a pleno pulmón una canción que (al parecer) solo él y ella conocían.No volvió a ponerse un moño, pues decía que siempre esperaba unos labios en la nuca o un mordisco bajo sus orejas que nunca llegaba. Ya no dibuja, cuentan que cada vez que lo intenta siempre acaba dibujando su mirada o, peor aún, sus recuerdos.Tampoco podía describir su perfil con palabras.Porque sí, también escribía.Y mientras escribía lloraba, reía o suspiraba. Pero es uno de los vicios que tuvo que dejar cuando se marchó, no volvió a dibujar con palabras ni a describir con dibujos. El único vicio que no ha dejado es el tabaco, siempre está fumando, y entre caladas se pierde en sus pensamientos y parece buscar algo entre la gente de su alrededor. Pero nunca lo encuentra, porque siempre frunce los labios se encoge de hombros y sigue fumando. Al parecer cuando se fue, no solamente se llevó los recuerdos, también una parte de ella. Eso sí, le encantan las galletas saladas, dicen que siempre tiene un paquete en el bolso para, en los momentos de debilidad o vete tú a saber cuándo, abrir el paquete y coger una galleta y sonreír. Incluso podría decirse que parece estar retándole a alguien a que lo evite. Quien sabe que juegos se traen entre manos ella y su pasado. Está condenada. Y cuando alguno se lo dice ella simplemente se queda mirándote fijamente, con esos ojos marrón chocolate y dice con simpleza: desde que lo conocí supe que siempre iba a estarlo.
Tanto tienes tanto vales
Dicen que tanto tienes tanto vales y eso hace que me pregunte si, ahora que no te tengo, valgo algo menos de la mitad de lo que un día fui. Y debe ser verdad, porque ya no me siento tan valiosa como cuando tus tequieros hacían cosquillas bajo mi piel, ni cuando tus dedos escribían en mi espalda esa historia que éramos tú y yo. La mirada que me lanza la chica del espejo no se acerca ni por asomo al brillo que dejó tu escandalosa risa en ellos, como un recordatorio de que era tuya. Y tú mío. Incluso hay partes de mi cuerpo que sin tus manos dejaron de tener sentido cuando te fuiste. Al igual que algunas palabras que nunca me produjeron tanta sensación de inutilidad y vacío. Y ya no quiero hablar de lo contraproducente que me resulta dormir en una cama pequeña que se me hace tan grande porque no estás tú para hacer de la distancia una broma. De qué sirve arreglarme si ya no estás tú para en el último momento recordarme que hay mejores cosas que hacer que ir a una estúpida fiesta. O las canciones de amor. O mi nombre, que no ha vuelto a sonar igual desde que tu voz no ha vuelto a susurrármelo. O la lluvia, que ya no sirve de excusa para acercarme a ti en busca de calor. O las lágrimas, si ya no son de felicidad. Dicen que tanto tienes tanto vales y te voy a confesar una cosa: hubo una vez, que valí tanto que casi era imposible calcularlo. Como suele pasar en esos casos, caí en picado.
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