Qué alegría estar aquí, en la esquina de tu espalda,
una vez más.
Que le jodan a todas aquellas personas que aseguran
que las ataduras son perjudiciales
sin haberte (re)conocido por las mañanas.
Y es que no me queda otra que admitir,
aunque sea a regañadientes,
que nunca me sentí más libre
que encarcelada a tu cama.
Si fuera por mí, pediría cadena perpetua,
porque me autodenomino,
sin derecho alguno,
presa de tu sonrisa.
y ruego a quien quiera escucharme,
poder encontrar de algún modo
mi penitencia escondida en tu pecho
y mi calvario entre tus manos.
Que no hay coartada, ni palabras que decir en presencia de mi abogado,
que por primera vez desde que se escribir unas míseras líneas,
me has dejado muda.
qué bonito :)
ResponderEliminarme gusta esta poesía nueva que se lee por los blogs.
Me alegro que te guste la verdad, gracias por todos los comentarios que me dejas siempre! un beso
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