A este chupito invito yo

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23/5/13

Cada palabra que escribía, creía tener el poder de cerrar una herida.

La encontraron borracha de ausencia sentada en el alfeizar de la ventana. Con el pelo enmarañado, el rímel corrido y una camiseta que apestaba a whisky lo que más llamaba la atención era la sonrisa que parecía tener soldada en la cara sin consentimiento alguno. Dicen que no quería dirigir palabra alguna, que solo murmuraba con la voz demasiado rota para ser escuchada, sinsentidos que parecían haberla privado del razonamiento (o eso aseguraban las personas que, en realidad, no la habían visto). Parecía no darse cuenta de su alrededor, del destrozo de las esperanzas en el suelo, de su cama tan vacía al haberla desnudado tirando las sábanas por la ventana (porque quemaban, aseguraba ella una y otra vez). Que no se movió durante horas y aun así su mirada tenía más actividad que nunca. Alguno aseguró que sus ojos eran el mismísimo terror, que no había quien pudiera aguantar su mirada ausente más de un segundo. Que tenía una mirada tan muerta que, contra todo pronóstico, la hacía parecer aún más viva. ¡Y la piel! ¡Qué de comentarios se hicieron sobre ella! Sin un solo hueco visible que no ocupara la tinta, tenía escrito todo aquello que no podía decir con palabras (y, eso, dados las circunstancias, eran demasiadas para un cuerpo tan menudo). Era como verla gritar en cada tachón que tenía, cada pregunta, cada suspiro que escribía (porque sí, se pueden escribir suspiros y gritos, y lágrimas y desolaciones). La tacharon de tener un "desequilibrio emocional por un enamoramiento fallido" y, con las miradas de compasión reflejadas en sus rostros, intentaron curarla a base de palabras que bien podrían habérselas ahorrado porque no transmitían nada. Lo que no entendieron (y ni siquiera yo había llegado a entender hasta que la vi) era que, ciegos como solamente pueden estarlo las personas superficiales o con prejuicios, no se trataba de un simple amor fracasado. Dudaba, incluso, que se tratase de amor. Intuyo que, más bien, solamente era una pobre chica harta de querer intentar salvarse de ella misma, encerrada en el bucle infinito que era intentar no ser diferente y cambiarse para poder aceptarse, alguien cansada de sentirse asfixiada por cada pequeña razón que parecía dolerle. Una chica que pedía una última llamada de socorro y, una vez más, volvía a ser invisible.

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