O más bien besarte-.
Me gustabas más cuando te sentía menos, cuando no era capaz de verte entre frases que a mi juicio parecían inocentes y tu espalda no se asomaba al final de cada punto y aparte.
Como un eterno abismo-,
Me asustaba menos cuando podía controlar mi pulso, cuando todo era más fácil y menos complicado porque eras unos labios bonitos a los que besar. Y lo único que podías quitarme era el aliento.
Aunque sigues consiguiéndolo-.
Me odiaba más cuando nos mirábamos sin vernos, cuando sonreíamos sin los ojos, cuando hablábamos callándonos y los besos ajenos sabían a abandono.
Llámame idiota, por sentirme como me siento, aun teniendo heridas que se niegan a terminar de cicatrizar. Pero siempre fui de cometer errores tontos y, al final, de agradecer más de un estúpido tropiezo.
Y si tú eres el mayor de ellos, dime donde firmo,
que de perdidos al río
y si hay que matarse,
que sea en tu pecho, chico-.
No hay comentarios:
Publicar un comentario