A este chupito invito yo

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20/5/13

Cualquier título sabría a poco después de escucharte susurrar mi nombre.

La encontró  tirada en el jardín mirando al cielo, sin hablar ni moverse. Se acercó a ella preocupado e intentó empezar una conversación que pronto se convirtió en monólogo. No sabía decir qué estaba más perdida: si su mirada o su sonrisa. Pero lo cierto es, que en toda la confusión de su pelo y las flores que parecían adornarla a su alrededor como si un fuera una persona delicada, todo parecía correcto. Excepto por el pequeño detalle del caos de sus ojos negros. Ensimismada mirando las nubes le respondió a una pregunta que, después del eterno silencio, parecía haberse perdido como la intuición que solía tener cuando se trataba de ella:
-Estoy bien, solo observo.
-¿Qué es lo que observas?
-El paso del tiempo, la huida de los deseos más escondidos, los besos guardados hasta el olvido, las palabras mudas que gritan desesperadas por ser escuchadas...
-¿Eso es lo que ves tú en tu trozo de cielo?
-¿Sabes lo bueno de ese trozo? Que, en realidad, sabes que lo que ves es solo una mínima parte, que abarca hasta el infinito y allí sigue extendiéndose. Como las personas o los sentimientos refugiados en palabras. ¿Crees que el odio es capaz de reflejarse en 6 simples letras? Y las nubes, que nunca parecen encontrar su sitio y su forma, como las personas. ¿Acaso todo esto no te queda demasiado pequeño, no te asfixia? Cuando me agobio, o creo que voy a romperme vengo siempre aquí. Y me digo a mí misma que el mundo no es tan pequeño como intentan hacerme creer siempre y que lejos de asfixiarme lo que debería sentir es pánico de la grandeza que hay fuera de este pueblo que parece condenar a cada persona que se queda en él.

Suspiró y se tumbó a su lado, intentando entender las palabras que tan rápido pronunciaba como si llevara demasiado tiempo callándolas o sufriéndolas.

-¿Y no echarías de menos tu casa? Ya sabes, el hogar, la familiaridad, los detalles cotidianos que han creado tu día a día.
-Seguramente así sea, pero sería hipócrita de mi parte pedir libertad cuando no estoy dispuesta a buscarla. 
-Tú y tus ganas de ser libre.
-Tú y tus manías por encerrarte.
-Bueno, me queda el consuelo de saber que cuando mire arriba sabré que en alguna parte estarás viendo lo mismo que yo.
-Siento decirte que, entonces, tu consuelo será bastante pobre
-¿Por qué dices eso?
-Porque el cielo es sólo un reflejo. Verás aquello que necesitas ver y sentirás eso que te carcome por dentro y que en ese momento te parecerá, incluso, certero sentirlo.
-¿Cómo pueden ser unas nubes y un par de estrellas un espejo?
-Porque las personas tienen cierta tendencia a identificarse en todo aquello que no comprenden.
-Entonces, ¿no tendré nada que libere el sentimiento de angustia cuando te eche de menos?
-Por su puesto que lo tendrás. Mirarás al cielo y te acordarás de mí.
-Pero me acabas de decir que actúa como un reflejo, que no veré lo mismo que tú... no te entiendo.
-Tienes razón, te he dicho eso... pero también puedo mostrarte mi pequeño firmamento y bueno, luego ya veremos. A lo mejor eres capaz de interpretarlo como yo lo siento.
-O me perderé en el intento.
-Siempre es bueno perderse, por el camino siempre encuentras algo que ni siquiera sabías que estabas buscando.
-Como yo.
La chica soltó una carcajada, se apoyó sobre sus codos y le miró fijamente hasta que volvió a olvidarse en ellos:
-Sin duda, como tú.

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