A este chupito invito yo

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20/10/13

Los domingos están hechos para morir(se).

Me preguntó qué era lo que más me gustaba de ti y me quedé muda. 
Te prometo que intenté explicarle varias veces que me faltaba el aire cuando estabas -y cuando no, simplemente no respiro- que el pecho se me hacía un nudo ante la idea de volver a verte y que me pasaba los días contando los instantes que me quedaban para tocarte.

Creo que mi silencio le dolió tanto como aquella vez que soñé que te ibas para no volver. Se alimentaba de mis miedos con tanta frecuencia que pude ver la hambruna florecer en sus ojos.

Dile que me he quedado sin voz de tantas veces que te llamé por el simple placer de que te dieras la vuelta, interrogante, y me sonrieras al no pronunciar palabra.

Dile que lo siento, que mis intenciones nunca fueron buenas cuando se trataban de ti, pero tampoco había que perder la compostura -que de costuras y descosidos ya no hablo, al menos desde que estoy contigo-. Pero qué complicado me lo pones cada vez que me dices que me quieres sin despegar los labios, cariño. 

Regálale el juego de agujas que tengo en el cajón de mis recuerdos porque ya no tengo que coserme heridas infinitas, que ya estás tú para besármelas. Dile que es un obsequio de mi parte, por las veces que en tu ausencia me hizo compañía y trató de romperme hasta la inexistencia. Entrégale la nota que dejé encima del costurero que me llegó la Navidad pasada, cuando pedí tu regreso y apareció con su lengua afilada cortando las esperanzas que había puesto en mi bonito vestido. Te puedo asegurar que consiguió desvestirme las ilusiones con tanta dureza que aún siento los moratones en mi alma- te prometo que aún duelen-. 

Pobre Soledad, debe sentirse como el pintor que ve a su musa desviviéndose con su rival- y más hermosa e inalcanzable que nunca-. O aquel poeta que pensó haber entendido la verdadera poesía y sintió como se reía de los versos que le dedicaba.

Estoy segura que intentará infravalorarte, cree que por haberme matado alguna vez, ya es mi dueña
No entiende que no soy de nadie, salvo tuya

En voz alta, beso y verso. 
En vivo y en directo.
 Bajo palabras o silencios.

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