A este chupito invito yo

Síguenos en Twitter

30/11/13

Ya no sé ni lo que digo, callo o escribo.

Deberías matarme, por estar escribiéndote a estas horas.
Cuando casi ni te reconozco ni me entiendo. 
Ni sé qué está pasando o por qué no me echas de menos.
Será el frío, que nos tiene congelados (aunque por dentro esté ardiendo).
O seré yo, que ya no soy capaz de escribirme como antes y las ganas se me acumulan hasta acabar en el borde del abismo que soy yo y mis consecuencias (y mis mentiras, miedos y sinsentidos).
Que estoy acabándome y no sé como volver a empezarlo.
De cero. 
O en cien.
Donde haga falta para parar esto.
Tuve las mejores palabras que jamás he callado y las dejé ir como estoy haciendo conmigo.
Ya no escribo.
Ni siento.
Y juro que daría mi voluntad si alguien la quisiera para poder volver a escribir en mi piel cada segundo por no tener huecos suficientes en las hojas para dedicarme.
Dudo que entiendas lo que no siento. 
Como cuando escuchas algo que ya sabías pero no aceptabas oírlo.
-los ya no te quiero, por ejemplo-.
Regalé mis palabras y ahora me he quedado vacía,
supongo que eso es el amor en estos tiempos,
¿Has oído hablar de la prostitución lingüística?
Ya sabes, aquello de escribir y entregarse por algo que nunca acabas quedándote (y crees que te llena y lo único que hace es deshabitarte).
Un poco de: te doy hasta mi aliento pero quédate un poco más.
-dudo mucho que alguien no entienda esto-.
O será que hoy es de esos días tontos, que parecen tener tantos otoños que no queda tiempo para digerirlos (y menos para llegar a odiarlos).


15/11/13

Si lo pienso mucho, dejará de tener sentido.

Como podría explicarle,
que el corazón se me hace un puño
cuando creo perderle
cada vez que la distancia
decide ponernos un muro más
de los ya creados.

Creo que me estoy desquiciando.
Pero, la verdad sea dicha, lo que tengo es miedo.
Y eso es mucho peor que las miles de locuras que puedan pasar por mi mente,
porque no va a irse.
Al menos, en demasiado tiempo.
Aunque me han contado que el tiempo es muy relativo según la persona.
Verás: cuando te tengo en frente, deja de existir hasta que te marchas y luego se vuelve infinito.
O se acelera, intentando ir al compás de mi corazón cuando me sonríes y en la lucha por ver quien se muere más por ti, creo que gana la distancia- y eso que el tema no debería ir con ella, pero siempre está ahí.
Mis inseguridades me saludan desde mi cama, al parecer me oyeron esa vez que me quejé por ser demasiado fría y- como suele pasar con las indirectas- la pilló quien no debía.
Se me olvida tantas veces que no eres yo, que me paso el día pensando la manera de hacerlo más fácil-y para variar, solo consigo complicarlo-.
Podré ser yo la culpable, no te lo niego, pero siempre intento querer de más por si algún día no tienes fuerza para ello.
Y todavía tengo que mirar dos veces para asegurarme que estas ahí.
Hay algunas costumbres que son difíciles de quitar.
Nunca aprendo, creo que es por eso por lo que siempre me siento plena.
Qué bonito es equivocarse contigo, si así consigo aprender a tenerte.
Como siempre, soy la que siempre dice de más, la de las palabras bonitas en los momentos de debilidad.
Pero no te preocupes, que yo hablaré por los dos, si tú eres más de besos que de versos no pienso protestar.
Tan solo guárdamelos para cuando me veas, que será cuando no tenga palabras
y te tocará a ti actuar.



10/11/13

Se puede vivir sin respiración.

Creo que acabo de romperme.
No lo sé, aún lo estoy comprobando.
Me pregunto qué pasará conmigo una vez descubran que no tengo arreglo, si me dejarán como una decoración en alguna estantería llena de polvo medio vacía, o intentarán sacar lo mejor de mí para reutilizarlo en otra persona. Espero que tenga más suerte que yo.
Lo que si he verificado, es que se puede vivir ahogada.
Y ya ni la última gota que en su momento colmó el vaso puede asfixiarme más.
Que casi he aprendido a respirar bajo el agua, y es algo así como aguantar el aliento cuando te dicen que no eres suficiente.
Creo que me explico con bastante claridad-y ojalá no fuera así, y que tuvieran que romperse la cabeza, el corazón y las ganas para leerme y entenderme, y no verme cuando si ni siquiera yo soy capaz de escucharme.
El labio me tiembla tanto que no me deja ni nombrarte, creo que se muere de frío-como yo- y no tiene quien le arrope.
Ojalá deje algún día de hacer pucheros a tu ausencia-y a las palabras que callas y nunca dices, hasta que explotas y me matas- que estoy cansada de decirle que en cualquier momento aparecerás por mi puerta, y todo quedará en un borroso recuerdo que nadie querrá volver a rememorar.
Lo malo de las palabras, es que algunas marcan-y no puedes escapar de ellas, aunque quieras.
Tengo mi piel llena de las tuyas, y te juro que me he frotado hasta el cansancio para hacerlas desaparecer pero creo que estás más vivas que nunca. Arden. Hieren.
Como la distancia.
Como tú.


4/11/13

Noviembre siempre cala hasta los versos.

Desvestirse es más fácil que desvivirse por alguien.
Tal vez por eso siempre tengo la sensación de llevar demasiada ropa.
Verás, siempre fui un poco cabezota en aquello de elegir caminos hacia la felicidad.
Solía tener esa tendencia a disfrutar de mi caída cogiendo el más complicado-que no siempre significa el más certero- y a la hora de la verdad siempre acababa equivocándome.
Y es que, amor, nos engañaron como tontos con eso de que lo que tiene fácil acceso no es tan necesario (o tan placentero obtenerlo) y nosotros caímos en picado.
Y ahora es un poco tarde, o demasiado pronto para cambiar(me)lo.
Así que aquí me tienes, sin saber qué está pasando y por qué empiezo a tener la sensación de que podría quitarme alguna prenda más para estar más satisfecha.
Que Noviembre ha entrado demasiado frío y no estás aquí para dar calor.
Y las penas calan los huesos tan rápido que voy a acabar rompiéndome en mil pedazos, y tú lejos sin volver a mirarme una segunda vez cuando me crees pasear por las calles de allí.
El problema, cariño, es que empiezo a vestirme con menos capas, por aquello de terminar más rápido con la helada que está comenzando en mi cama (y la escarcha empieza a acumularse en mis labios para no poder nombrarte).
Y sigues ahí, sin saber que estoy dejando de (des)vivirte tan rápido que voy a terminar matándote un día mientras tomo café. Y cuando ocurra será como el Tack que secunda el Tick.
 Un suspiro y desapareceré y te preguntarás por qué me dejé todo el armario al partir sin comprender que estaré empezando a coger la vía fácil.
Por una vez.