A este chupito invito yo

Síguenos en Twitter

14/7/13

Un segundo más y desapareceré.

El último pensamiento que te dediqué fue cuando te fuiste. Te grité sin ni siquiera despegar los labios que te dieras la vuelta y me miraras una vez más. Recuerdo tu espalda despidiéndose de mis besos y tus manos provocando ardor en cada parte de mi piel que sollozada al saber que no volverías a tocarla.
Ese fue el penúltimo instante en que te recordé, hubo otro dos días después, cuando pensé que no volvería a verte y choqué con el fantasma de tu sonrisa al vestirme con esas bragas que se toparon con tus caderas más de una vez. Luego, opté por dejar de hacerlo y decidí empezar a escribirte porque sabía que nunca llegarías a leerme (y menuda alegría era poder describirte en cada punto y seguido que ponía sabiendo que nunca llegarías a descubrirlo). Me convertí en la tonta que era incapaz de terminar el libro que tantas veces releía porque me recordaba demasiado a nosotros (si es que alguna vez fuimos) y no quería aceptar su final. Absurdo, ¿no crees? Intentar evitar algo que ya está escrito, como aquella vez que te pinté en la espalda esos versos que me robaste y, exigiendo pertenecerte, no me dejaste nunca suspirarlos. Porque si hay algo mejor que escribir, es contarlo (en voz baja, tan baja como cuando solía pedirte que me quisieras un poco más).

Pero hace unos días, cuando sentencié que ya había gastado suficientes letras en tu ausencia, entendí que, en realidad, nunca te marchaste.
Porque no llegaste a quedarte...
o, tal vez, porque nunca terminaste de irte.

Y aquí sigo, esperando tu regreso, tu partida o que, de una jodida vez, llegues. 
Y te quedes, 
o te despidas
 o me busques. 

2 comentarios:

  1. Menudo afortunado es a quien quieras y escribas de esta manera, no sabe la suerte que tiene

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchísimas gracias, no sabes la alegría que da leer este tipo de comentarios!

      Eliminar