A este chupito invito yo

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28/5/13

¿Dónde se guardarán todas las palabras que pensé y nunca (te) dije?

Tiene en la mesa que está a la izquierda de su cama, una repisa llena de papeles que parece no acabar nunca. Cartas sin dirección, al parecer. Las escribe de noche, cuando cree que nadie va a oírla llorar sin entender que leyéndola también es posible escucharla. Nunca las relee y sin embargo, cada mañana justo antes de levantarse de la cama, las mira pensando si esta vez va a ser capaz de dejar la manía de escribirle a alguien que nunca va saber la de palabras gastadas que tanto usa en su nombre. Es una especie de ritual: suspira, coge un trozo de algo sobre lo que poder escribir (ya sea una hoja en sucio, un folio blanco, una servilleta... cualquier cosa le sirve) y lo coloca en lo alto de esa pila que parece crecer cuanto más pequeña se siente.

Y no, no es miedo, ni orgullo lo que le impide mandarlas. Más de una vez compró los sobres necesarios para guardarlas y comprobar si, así, duele un poco menos todo lo que se calla. Un día que parecía ser menos gris que de costumbre, decidió comprar los sellos necesarios para tenerlo todo listo y poder enviarlas de una vez por todas (que la espera, aunque no lo diga, la está matando como el silencio que parece recorrer cada rincón de su habitación, jugando con los recuerdos a su antojo. A veces, aunque ella evite a toda costa pensarlo, vuelve a escuchar su voz en la tranquilidad de la noche y asegura que suena más alto que nunca). Pero siempre termina de la misma manera: la pluma; venciendo al temblor que atacan sus manos, en el suelo. Las cartas, del propio peso que llevan en su espalda, sobrepasan el límite de lo aguantable y mueren; rotas como lo está ella desde hace, tal vez, demasiadas sonrisas huecas que parecen resumirse en vuelve desde aquella tarde de Agosto. Y la misma autodestrucción, las mismas fases de superación y que nunca falten las preguntas formuladas al aire porque nadie sabe responderlas ¿a dónde van las palabras dedicadas que no pueden brindarse?
¿Dónde estás, cariño, que ya no sé dónde buscarte?

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