Todo empezó una noche de verano, cuando decidió- desesperada por tenerlo-regalarle sus versos para ver si él conseguía sacarle más provecho. Los mató en otra cintura y en la ruptura de cada sílaba que decidió entonar en otras piernas, encontró aquello que había estado buscando. Qué casualidad. No contento con ello, le escribió un poema entero a lo largo de su espalda utilizando todas y cada una de las palabras que ella había susurrado cuando dormía.
Y qué jodidamente bonitas quedaban en ella.
Y que feas y maltratadas se veían en su propia piel.
Y qué jodido es el amor.
Y que rota esta ella.
Y la otra parece que flota.
Y qué bonita su sonrisa cuando la mira.
Y que llegue ya el invierno para terminar de congelar su corazón roto.
Y que alguien la salve o la hunda, pero que no la deje a medias. Que está harta de los términos medios, que quiere ser un extremo, dice. De los que duelen o sanan. Que son odiados o amados. Pero ser algo. Quiere ser un soplo, porque escapa del alma y nunca vuelve. Quiere todo menos ser. Dejar de suspirar espacios cada vez que escriba en su nombre y abandonar todo aquello que tenga relación con su persona. Quiere vivir
Está cansada. Si le pinchas, sangra-o eso solloza mientras pega con celo sus ilusiones. Que las bombas estallan.
Y es tan larga su cuenta atrás que en cualquier momento va a explotar.
(que sea entre sus piernas, ruega, aunque no lo dice)
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