A este chupito invito yo

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24/2/14

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Una vez creí entender el amor,
y hablé de él como si fuera una experta en el tema,
ahora entiendo
que no se puede hablar de algo que no comprendes
y menos utilizando las palabras que callas.

Creí abrazar y sonreír a su nombre,
y solo era esa necesidad de sentirse llena
que parecía robar momentos de fingida felicidad
para completarse.

Como aquella vez que desesperada,
 intenté reconstruir algo que había roto en trozos
 tan pequeños
que ni siquiera podía cogerlos con las manos.
Aunque eso no tiene mucho mérito,
siempre tuve las manos frías y pequeñas,
y el corazón ardiendo.
En ese especie de desequilibrio emocional,
me maté yo.

Siempre me encontraba entre desequilibrios,
con la de caminos que llevan a Roma
y yo elegí el que no tenía salida.
Pero si muchas señales,
cada una más contradictoria que la anterior,
entre el "stop" y "acéptalo" me he encontrado hoy.

Es algo así como intentar no escribir algo
y darse cuenta que es la única forma que hay
para enterrarlo.
Las palabras estaban cuando llegó
y seguirán aquí si se marcha
aún cuando no quede nada más que sentir
decir
o hacer,
nunca me faltaran un par de versos que decir en voz baja.

Hoy tampoco ha salido el sol,
me pregunto si también se esconde
o simplemente, da la espalda a eso que le esta gritando.






16/2/14

De un litro y medio (el otro se lo robaron, y no volvió a encontrarlo).

Esta es la historia de una botella llena de versos que nunca llegó a rozar el mar.
Tenía tanto guardado, que estaba formada de vidrio por si necesitaba estallar, no hacerse añicos.
Tenía alguna marca de carmín, ahí donde los deseos de más de una fueron pedidos en algún momento de debilidad. Ni siquiera ha intentado borrarlos, dice que el recuerdo de sus labios es la chispa que prende el fuego que no quema.
Se encuentra en la orilla, tan cerca que casi puede saborear el agua salada que lo rodea, pero lo suficientemente lejos para no poder sentirlo nunca.
Algo así como esos amores que se etiquetan de platónicos porque así es más fácil seguir siendo un cobarde.
Pero es valiente, dice. Porque lleva el peso de tantos momentos que casi puede sentir las abolladuras en su espalda. Y esa tinta que impregna cada trozo de papel que contiene, parece desdibujarse mientras espera, pero pasa tanto tanto tiempo, que ha empezado a llorar del desconsuelo y solo quedan manchas que parecen cicatrices en su piel.
Una vez se rindió, dejó de intentar avanzar y esperó a derretirse al sol, a ser pisada, enterrada en la arena o tirada en una basura. Esperó y se cansó de ello.
Contó hasta dejar de echar de menos, se destapó y tiró su corazón donde nunca pudiera encontrarlo.
Y la única conclusión que consiguió sacar de todo ello, es que no podía dejarse morir.
No podía abandonarse.
 Dice que se lee cuando necesita algo de consuelo, que ameniza el poder descubrirse un poco más.
Asegura que siempre consigue sorprenderse, que todavía existen miles de trozos de papel que no ha leído, y eso que lleva siglos esperando una cuenta atrás que nunca termina.
Incluso hay veces que cierra los ojos y ruega encontrarse con esas palabras que consiguieron sacarle más de una sonrisa (y algún que otro vuelco).
Dice que nunca sabe que va a encontrarse, y es ese detalle, el que le permite seguir creyendo.