A este chupito invito yo

Síguenos en Twitter

31/1/14

Con el corazón encogido me escribo mejor.

Estoy segura de haberme roto al oírte llorar. Incluso me imaginé sentada recogiendo los trozos esparcidos por el suelo mientras te murmuraba que todo iba a salir bien. Se me atragantó hasta el aliento y por un segundo casi puedo jurar que el mundo se paró un instante melancólico por no poder contemplar la sonrisa tan preciosa que sueles regalar- incluso cuando no te quedan-.
Dejé de sentir porque me llené de ti tan de golpe que no tuve tiempo ni para protegerme. Y aquí estoy, echando betadine al corazón porque las tiritas buenas ya las puse en el tuyo (y no poder ser más frágil, incluso alguna vez aceptó todo mi peso cuando fui a buscarte creyendo no ser nadie).
Estaba preparada para cualquier cosa, menos para verte caer.
Sera por la manía que tengo de verte invencible por la sencilla relación que encuentro siempre entre las veces que te vi con la cabeza alta y las veces que hiciste como si no te doliesen. Entonces olvido que también pueden dejarte sin respiración por mucho que intentes coger aire.
Pero ríes y te quitas importancia.
Y me quedo callada con el nudo en la garganta, en el estómago y hasta en el alma, intentando decirte que incluso se siente rota tu sonrisa aun estando a kilómetros de ella.
No sé si lloro por ti o por mí por solo poder repetirte lo preciosa que eres, sobre todo cuando no callas y explotas.
Daría lo que fuera, incluso estas palabras y las que vinieran el resto de mi vida si así consiguiera aliviarte eso que te está matando.
Pero me hablas del tiempo como si pudiera curar algo que ignoras creyendo que así va a desaparecer o va a doler menos.
Y hay un momento que incluso me lo creo y cierro los ojos pensando que en cualquier momento los abriré y dejaré de recordar tu llanto.
Pero no ocurre.
Y, entonces, dejo de intentarlo.

26/1/14

¿Qué me está pasando?

Hoy me he hablado.
Me he obligado a sentarme, a mirarme fijamente- toda desaliñada y triste- y me he preguntado si esto es todo a lo que aspiro. Si no estaría de más pedir más de lo que recibo, si creo que soy merecedora de ello.
O tal vez sea ese el problema, creerme ser suficiente para tener algo que no puede compartirse porque, simplemente, no existe.
Aunque a veces, juro que creo verlo. Pero solo es mi reflejo, que se niega a abandonarte porque se ha acostumbrado tanto a nada, qué no sabe que será de ella si de repente, empieza a tenerlo todo.
Me he buscado, delante mía y solo he sido capaz de verte a ti, en el interior de esta mueca triste.
Supongo que a veces no está de más pedirme un poco de perspicacia y hacerme ver que no tengo tanto de lo que presumir, pero sí mucho que llenar, para que nadie-ni siquiera yo misma- sea capaz de descubrirlo.
Hoy me he sentado.
Me he cogido de los hombros agobiada de verme tan jodidamente ciega y solo he podido suspirar.
Me he gritado aquello que siempre tapo por miedo a oírlo y saber que es verdad y por eso no tener más remedio que aceptarlo e irme.
Aunque tal vez, ya esté empezando a empaquetarlo y tenga un pie más fuera que dentro- y eso que hace tanto frío que mis ganas de quedarme aumentan-.
Me he perdonado por las veces que creí hacer lo correcto cuando solo estaba haciéndome más daño.
Y me he escrito, largo y tendido hasta quedarme sin tinta, todas las palabras que he merecido y nadie me las ha dado.
Me he valorado y me he ayudado a levantarme.
No pienso volver a caerme, ni siquiera por ti.


12/1/14

Los domingos son demasiado traicioneros.

Creo que nunca te digo todo lo que te escribo, por miedo a que te lo creas y salgas por esa puerta y jamás vuelvas.
Pero te aseguro que podría llenarte de palabras hambrientas que tu mera presencia las saciaría.
Ojalá pudiera decirte que yo me conformo con tan poco, pero sería una estupidez por mi parte llenarme de ti tan rápido y no poder disfrutar de los jodidos días que parecen otoños cuando no estás cerca.
Llámame masoquista si quieres, pero jamás cambiaría los nervios en la boca de mi estómago cuando sé que voy a verte.
O simplemente llama. Y deletrea mi nombre en mi ombligo que ya saldaremos cuentas más adelante, cuando el precio de tu sonrisa esté tan alto que no haya tregua para negociar y me pidas aquello que no pueda darte - aunque de momento no haya encontrado el qué-.
Siempre pido más de ti para encontrar el equilibrio entre lo que me ofreces y me arrebatas - incluso hay veces que me siento más desnuda con la ropa puesta que sin ella-.
Como cuando te escribo.

Nadie me avisó de las idas y venidas del tiempo entre mis dedos intentando acariciarme como solo tú sabes hacerlo. Se para cuando no le sigo el juego y se burla de mi vanidad por pensar que te encontraré al abrir los ojos cuando me despierto.
Nunca acelera, dice que hay de sobra con mi corazón cuando creo que estás cerca.
Se aferra a los días intentando que no trascurran y se por el tono de la voz que calla que jamás a odiado algo tanto como a mi sonrisa cuando me levanto y pienso que hoy es un día menos.

A lo mejor debería escribirle de vez en cuando, para que deje de sentirse tan solo y deje de formar su propio invierno y  hacer de mis semanas terribles heladas - que empiezo a congelarme por dentro, y este sol no me aviva-.
O besarle para calentarlo.
Así, tal vez, adelantaría mi primavera y dejaría de tener la sensación de pisar hielo constante con temor a romperlo-o romperme- y hundirme.
Porque todos hemos sido invierno alguna que otra vez
a veces más de lo necesario,
pero al final
siempre ha habido alguien para calentarlo - o calentarnos-.






4/1/14

Las palabras que inventé porque nunca llegué a oírlas.

Verás, creo que me estoy volviendo cuerda.
Porque el único sentido que me encuentro,
es estar atado a ti,
aun provocándote magulladuras que luego intento
con desesperación,
curarte a besos.
Aun desintegrándome de tanto apretarte
para que no te marches
cuando prometes que vas a quedarte.
Que hace tiempo que dejé de estar loco.
Eres lo más cuerdo que he abrazado mientras dormía.

Verás, es complicado explicarte
que por más que intentes aflojarme
para no quebrarme y no romperte tu en el camino,
es ese intento absurdo de protegerme
lo que hace que no haya día que no agradezca
ser la soga de tu cuello.
Que podría matarme, tal vez,
pero tu manera de abrazar el suicidio
es lo que me mantiene vivo.

Que es ese afán en apostar por lo nuestro
aun teniendo las explicaciones suficientes para prenderme fuego,
lo que hace que me calme,
te mire y entienda,
que quien habló de libertad sin hablar de sentirse cuerda
nunca quiso hasta partirse el pecho.
Como haces tú, cada vez que me sonríes y no lo merezco.
O cuando te enfadas hasta rasgar la estupidez y sin embargo te beso.
Que si yo soy cuerda tú eres las tijeras.
Las cuerdas atan,
pero yo nunca te he sentido más libre.