A este chupito invito yo

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2/5/13

Recorrerte y escalarte hasta cansarme y luego, quererte.

Siempre pensé que el único vértigo que podía tener sería en el momento de ingravidez en el que uno no sabe si va a caer o va a levantarse. Hasta que vi tu espalda.
Ahí empezó la guerra constante entre mis ganas de recorrerla y el temblor de mis manos (que absorbían ese miedo que intentaba negar) ante la caída. O el abismo de tu cintura. ¡Lástima de aquellas personas que sólo son capaces de ver un vulgar cuerpo cuando, con solo mirarte, encuentro cada acantilado por el que derrochar esta adrenalina que sólo tu boca me provoca! Aunque nunca se me dio bien escalar (siempre solía marearme cuando fallaba intentando aguantar el equilibrio que tan fácilmente conseguías romper) encontré el hobby que era para mí tus piernas. ¡Qué de cosas se pueden llegar a aprender solamente en el arco de tu cuello! Pobre del que, cuando se habla de curvas, no es capaz de ver la de tu sonrisa. Eres un itinerario lleno de ellas y cada una es más peligrosa (y, por lo tanto más placentera) que la anterior y sin embargo, sería imposible definir cuál es mi preferida. Podría perderme de tal manera en ti que difícilmente sería capaz de encontrar la salida (aunque, si puedo llegar a ser sincero alguna vez contigo y sobre todo conmigo mismo, tendría que admitir que nunca tuve la intención ni siquiera por un segundo de buscarla). De brújula, a falta de manecillas de reloj con el que poder guiarme (ya sabes que nunca fui partidario de utilizar la medida del tiempo para querernos) solamente tengo al instinto que parece poseerme cada vez que te observo y el mapa (que de poco me sirve una imagen teniéndote a ti delante) lo voy formando por cada mordisco que voy dejándote. Y cuando parece que las ganas van a consumirme hasta acabar ardiendo (o desconsolado por tu ausencia) tus manos son el recordatorio de por qué decidí tenerte de esta manera. Lo mejor de todo, sin duda, es tu mirada. Parece tener grabado un : gracias por su visita cada vez que, después de memorizar cada centímetro de tu piel, me miras.

1 comentario:

  1. Dios santo, ¿cómo consigues mezclar las palabras? Cuando te leo es como si consiguieses de verdad retar al silencio, hacerlo inmortal mientras tus palabras resuenan en mi cabeza. Escribes muy, pero que muy personal, y eso me encanta.

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