A este chupito invito yo

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29/5/13

Que si hablamos de contrastes, tu espalda y mis sábanas, por favor.

Toma, todo lo que tengo. Cógelo, ya no tiene sentido seguir con las apariencias, si hace mucho tiempo que no es mío. Le pregunté al destino por ti y me dijo que él era demasiado sabio para responderme y yo demasiado tonta por preguntarle. ¿Sabes lo que le repliqué? nada, porque ambos sabíamos muy bien que la culpa era solo mía, o de tus manos. A veces, cuando intento escribir, te odio. Te cuestionarás por qué y solamente sabría responderte que tú también te odiarías si solo pudieras escribir tu nombre, si intentaras hablar sobre algo que no fuera tu piel sin resultado alguno. Hace frío ¿sabes? y no estoy hablando del tiempo que hay fuera de esta habitación que parece demasiado hueca si no la rellenas con tu risa, hablo de mi cama que parece suplicarme que te llame y la acunes, como si no tuvieras suficiente con mi dependencia.

Te regalo estas palabras, aunque me resulte absurdo ofrecer algo que ni siquiera me pertenece. Como mi voz, que hace tiempo que está rota porque ya no puede acaricia tu nombre, me llora. Se queja en las altas horas de la madrugada porque echa de menos hablarte al oído (sí, ahí donde siempre me prestabas sonrisas unos minutos después) y  mi memoria, que parece decantarse por ti como cada parte de mi cuerpo que no puedo controlar (o no quiero) se dedica a atiborrarme de recuerdos sin importarle mi maltrecho corazón (aunque no debería extrañarme puesto que nunca se llevaron bien estos dos).

Y luego estas tú, que por si no fuera suficiente con la guerra que traigo encima, me sonríes. Y ya no hay momentos, ni palabras, ni hechos que valgan. Porque, joder, ¿a quién intento engañar? Que no es mi voz la que se queja, ni mi memoria la que se inclina por el lado derecho de tu cama. Que soy yo, la tonta que (a la larga) siempre acaba encontrándose (entre tus piernas).

28/5/13

¿Dónde se guardarán todas las palabras que pensé y nunca (te) dije?

Tiene en la mesa que está a la izquierda de su cama, una repisa llena de papeles que parece no acabar nunca. Cartas sin dirección, al parecer. Las escribe de noche, cuando cree que nadie va a oírla llorar sin entender que leyéndola también es posible escucharla. Nunca las relee y sin embargo, cada mañana justo antes de levantarse de la cama, las mira pensando si esta vez va a ser capaz de dejar la manía de escribirle a alguien que nunca va saber la de palabras gastadas que tanto usa en su nombre. Es una especie de ritual: suspira, coge un trozo de algo sobre lo que poder escribir (ya sea una hoja en sucio, un folio blanco, una servilleta... cualquier cosa le sirve) y lo coloca en lo alto de esa pila que parece crecer cuanto más pequeña se siente.

Y no, no es miedo, ni orgullo lo que le impide mandarlas. Más de una vez compró los sobres necesarios para guardarlas y comprobar si, así, duele un poco menos todo lo que se calla. Un día que parecía ser menos gris que de costumbre, decidió comprar los sellos necesarios para tenerlo todo listo y poder enviarlas de una vez por todas (que la espera, aunque no lo diga, la está matando como el silencio que parece recorrer cada rincón de su habitación, jugando con los recuerdos a su antojo. A veces, aunque ella evite a toda costa pensarlo, vuelve a escuchar su voz en la tranquilidad de la noche y asegura que suena más alto que nunca). Pero siempre termina de la misma manera: la pluma; venciendo al temblor que atacan sus manos, en el suelo. Las cartas, del propio peso que llevan en su espalda, sobrepasan el límite de lo aguantable y mueren; rotas como lo está ella desde hace, tal vez, demasiadas sonrisas huecas que parecen resumirse en vuelve desde aquella tarde de Agosto. Y la misma autodestrucción, las mismas fases de superación y que nunca falten las preguntas formuladas al aire porque nadie sabe responderlas ¿a dónde van las palabras dedicadas que no pueden brindarse?
¿Dónde estás, cariño, que ya no sé dónde buscarte?

26/5/13

Que nunca nos falte el odiarnos en momentos determinados.

Una vez, un tanto perturbado por culpa de tus piernas, busqué el significado de la palabra paraíso. Su definición era tan absurda que  me dejó con un mal sabor de boca al igual que algo irritado al no encontrarse entre sus sinónimos tu cintura. Y decía así:

<<Paraíso: en el Antiguo Testamento, jardín de las delicias donde Dios colocó a Adán y Eva.>>

Sin duda alguna, era la definición más cutre e incorrecta que había leído nunca y, muy poco satisfecho, seguí buscando:

<<Paraíso: sitio o lugar muy ameno. >>

Desistí casi al instante al comprender que, al parecer, tenía una idea muy diferente de aquella palabra que parecía llevar tu nombre adherida cada vez que pensaba en ella. Joder, puede ser por culpa de tu sonrisa, o de esa falda tan corta que llevabas esta mañana, pero la idea de escribir una carta a la RAE llamándolos ineptos parecía crecer por cada movimiento que hacías. Que el paraíso eres , ya estés dormida o despierta. Es cuando dices mi nombre. Cuando jadeas, cada vez que me arañas la piel y me dices que te haga el amor una vez más. Cuando me dices que soy un jodido imbécil pero aún así me miras, y que quieres que te diga, puedes odiarme de las mil maneras que quieras si después de todo, tus ojos vuelven a fijarse en los míos. Es tu enfado y tu grito. Tu cama. Tus lágrimas. Cada lunar, cada movimiento o cada jodida palabra que me dedicas. Y seguramente será culpa mía, que me vuelves loco incluso cuando vas distraída aunque interiormente agradezca cada día la ignorancia de aquellas personas que parecen no ver en ti la salvación que tanto parecen ansiar buscar en otras personas. O más bien, entre otras piernas. O en vasos perdidos en un bar al igual que estaba yo antes de volver a olvidarme (aunque esta vez merezca la pena no encontrar la salida). ¿Quién querría encontrarse pudiendo estar extraviado en cada una de tus curvas? ¿Te acuerdas aquella vez que, mirando tu espalda, susurré algo que nunca llegaste a oír? Dije: en esa curva me maté yo.
Y, joder, que alguien sea capaz de decirme una forma mejor de morir que ésta, si cada vez que te paseas en bragas consigues resucitarme incluso antes de saber que había vuelto a morirme.
Bendita guerra continua, entre mi supervivencia y tus caderas, cariño.

23/5/13

Cada palabra que escribía, creía tener el poder de cerrar una herida.

La encontraron borracha de ausencia sentada en el alfeizar de la ventana. Con el pelo enmarañado, el rímel corrido y una camiseta que apestaba a whisky lo que más llamaba la atención era la sonrisa que parecía tener soldada en la cara sin consentimiento alguno. Dicen que no quería dirigir palabra alguna, que solo murmuraba con la voz demasiado rota para ser escuchada, sinsentidos que parecían haberla privado del razonamiento (o eso aseguraban las personas que, en realidad, no la habían visto). Parecía no darse cuenta de su alrededor, del destrozo de las esperanzas en el suelo, de su cama tan vacía al haberla desnudado tirando las sábanas por la ventana (porque quemaban, aseguraba ella una y otra vez). Que no se movió durante horas y aun así su mirada tenía más actividad que nunca. Alguno aseguró que sus ojos eran el mismísimo terror, que no había quien pudiera aguantar su mirada ausente más de un segundo. Que tenía una mirada tan muerta que, contra todo pronóstico, la hacía parecer aún más viva. ¡Y la piel! ¡Qué de comentarios se hicieron sobre ella! Sin un solo hueco visible que no ocupara la tinta, tenía escrito todo aquello que no podía decir con palabras (y, eso, dados las circunstancias, eran demasiadas para un cuerpo tan menudo). Era como verla gritar en cada tachón que tenía, cada pregunta, cada suspiro que escribía (porque sí, se pueden escribir suspiros y gritos, y lágrimas y desolaciones). La tacharon de tener un "desequilibrio emocional por un enamoramiento fallido" y, con las miradas de compasión reflejadas en sus rostros, intentaron curarla a base de palabras que bien podrían habérselas ahorrado porque no transmitían nada. Lo que no entendieron (y ni siquiera yo había llegado a entender hasta que la vi) era que, ciegos como solamente pueden estarlo las personas superficiales o con prejuicios, no se trataba de un simple amor fracasado. Dudaba, incluso, que se tratase de amor. Intuyo que, más bien, solamente era una pobre chica harta de querer intentar salvarse de ella misma, encerrada en el bucle infinito que era intentar no ser diferente y cambiarse para poder aceptarse, alguien cansada de sentirse asfixiada por cada pequeña razón que parecía dolerle. Una chica que pedía una última llamada de socorro y, una vez más, volvía a ser invisible.

21/5/13

Menuda ironía.

Voy a contarte un secreto, ahora que el silencio es mi mejor aliado: tengo bajo la lengua un par de suspiros,
algo masoquistas y presuntuosos que nunca tuve intención de liberar. Detrás de la oreja,allí donde más de un beso ha proclamado su suicidio, colándose entre mis pendientes, existen susurros que se tornaron ecos vacíos tan molestos y dañinos que tuve que mandarlos al exilio. Conservaba, en la comisura de mis labios una sonrisa que hace tiempo que tenía propietario y fecha de caducidad, pero nunca apareció su dueño a recogerla y, cuando  llegó a su límite, solo le quedó morirse en la soledad sin nada que le abrigase. ¡Pobre e inocente gesto, que vivió por y para alguien que desconocía (o no quería saber) de su existencia! Entre mis dedos, jugando siempre con esos anillos que nunca me quito, bailan demasiadas caricias que empiezan a marearme en mi cutre intento de evadirlas pero ellas, inmunes a mis intentos de persuasión, ansían encontrarse contigo. ¡Y la tinta de mis tatuajes, que parecen codiciar el roce de tus dedos una vez más para evitar borrarse y seguir marcando mi piel como un día lo hicieron tus mordiscos! Qué bochornoso resulta, querido, que cada poro de mi piel necesite respirar ese aroma tuyo para seguir estando vivo. No sé como decírtelo, si más indirectas mis letras no pueden mandarte, que parecen acunarse en tu nuca y más de un punto y seguido me abandonó para quedarse entre las pecas que tantas veces recorrí borracha de tu cariño. Y es que, joder, a través de los tonos de mi voz guardo un grito hueco que se deshizo en el silencio y parece querer renacer cada vez que, por unos pequeños instantes,te olvido.

20/5/13

Cualquier título sabría a poco después de escucharte susurrar mi nombre.

La encontró  tirada en el jardín mirando al cielo, sin hablar ni moverse. Se acercó a ella preocupado e intentó empezar una conversación que pronto se convirtió en monólogo. No sabía decir qué estaba más perdida: si su mirada o su sonrisa. Pero lo cierto es, que en toda la confusión de su pelo y las flores que parecían adornarla a su alrededor como si un fuera una persona delicada, todo parecía correcto. Excepto por el pequeño detalle del caos de sus ojos negros. Ensimismada mirando las nubes le respondió a una pregunta que, después del eterno silencio, parecía haberse perdido como la intuición que solía tener cuando se trataba de ella:
-Estoy bien, solo observo.
-¿Qué es lo que observas?
-El paso del tiempo, la huida de los deseos más escondidos, los besos guardados hasta el olvido, las palabras mudas que gritan desesperadas por ser escuchadas...
-¿Eso es lo que ves tú en tu trozo de cielo?
-¿Sabes lo bueno de ese trozo? Que, en realidad, sabes que lo que ves es solo una mínima parte, que abarca hasta el infinito y allí sigue extendiéndose. Como las personas o los sentimientos refugiados en palabras. ¿Crees que el odio es capaz de reflejarse en 6 simples letras? Y las nubes, que nunca parecen encontrar su sitio y su forma, como las personas. ¿Acaso todo esto no te queda demasiado pequeño, no te asfixia? Cuando me agobio, o creo que voy a romperme vengo siempre aquí. Y me digo a mí misma que el mundo no es tan pequeño como intentan hacerme creer siempre y que lejos de asfixiarme lo que debería sentir es pánico de la grandeza que hay fuera de este pueblo que parece condenar a cada persona que se queda en él.

Suspiró y se tumbó a su lado, intentando entender las palabras que tan rápido pronunciaba como si llevara demasiado tiempo callándolas o sufriéndolas.

-¿Y no echarías de menos tu casa? Ya sabes, el hogar, la familiaridad, los detalles cotidianos que han creado tu día a día.
-Seguramente así sea, pero sería hipócrita de mi parte pedir libertad cuando no estoy dispuesta a buscarla. 
-Tú y tus ganas de ser libre.
-Tú y tus manías por encerrarte.
-Bueno, me queda el consuelo de saber que cuando mire arriba sabré que en alguna parte estarás viendo lo mismo que yo.
-Siento decirte que, entonces, tu consuelo será bastante pobre
-¿Por qué dices eso?
-Porque el cielo es sólo un reflejo. Verás aquello que necesitas ver y sentirás eso que te carcome por dentro y que en ese momento te parecerá, incluso, certero sentirlo.
-¿Cómo pueden ser unas nubes y un par de estrellas un espejo?
-Porque las personas tienen cierta tendencia a identificarse en todo aquello que no comprenden.
-Entonces, ¿no tendré nada que libere el sentimiento de angustia cuando te eche de menos?
-Por su puesto que lo tendrás. Mirarás al cielo y te acordarás de mí.
-Pero me acabas de decir que actúa como un reflejo, que no veré lo mismo que tú... no te entiendo.
-Tienes razón, te he dicho eso... pero también puedo mostrarte mi pequeño firmamento y bueno, luego ya veremos. A lo mejor eres capaz de interpretarlo como yo lo siento.
-O me perderé en el intento.
-Siempre es bueno perderse, por el camino siempre encuentras algo que ni siquiera sabías que estabas buscando.
-Como yo.
La chica soltó una carcajada, se apoyó sobre sus codos y le miró fijamente hasta que volvió a olvidarse en ellos:
-Sin duda, como tú.

19/5/13

Tú como pecado, mi mayor bendición.

Tengo eso que llaman descortesía en la punta de la lengua intentando huir, desesperado, como yo cuando quise salir del hueco de tu espalda. Lástima que, aún después de tanto tiempo atrapado, todavía no tenía la certeza suficiente de que, quien es atrapado (o se deja atrapar) no sale hasta que el secuestrador lo crea conveniente. Y seamos sinceros, no es que yo pusiera mucho en contra de ese encierro ese fatídico día. Que bien podríamos llamarlo glorioso, o tal vez (para aquellas personas que no hayan tenido la suerte desgracia de conocerte) infernal. ¡Qué gracia puede llegar a hacerme esa palabra, como si el infierno fuera algo destructivo! ¿Acaso es inmoral acabar ardiendo por el roce de tus dedos? Menudo mito: que peligroso el infierno, que ilustre el cielo. Si el infierno se parece, aunque sea mínimamente al de tu cama, ten por seguro que vendería mi alma por estar allí unos momentos más. Que saltaría en picado, de cabeza y sonreiría mientras cortasen esas alas que me llevarían al "bendecido cielo" por besar tu cuello una vez más. Lo único venerable que conozco y pienso darle culto es a tus piernas. Tendría una oración para cada una de tus curvas y las recitaría en ese lenguaje de caricias y mordiscos que ambos sabemos interpretar tan bien. Haría de los domingos el día festivo y de tu piel un festín, que no dejaría ni un mísero espacio vacío. ¿Qué mejor paz se puede encontrar que la que se produce después de estallar la guerra entre tus sábanas? Que le jodan al cielo, allí donde sé que nunca estarás tú, que yo me quedo contigo a mil metros bajo el suelo. Que prefiero ser absuelto de lo divino si puedo acabar siendo un convicto de la pasión de tus ojos negros. Mi voluntad, hace tiempo que transcurre entre tus dedos manejada por la sonrisa que provoca tu ego. Mis ganas parecen haber cobrado vida propia y viven entre los lunares de tu espalda, allí donde decidí crear mi propio edén, ajenas a mis llamadas de súplicas por su regreso. Y mi tacto, de tanto memorizarte, empieza a picarme, como gritándome volver a recorrerte y poder saciar la sed de esta sequía que tu abandono me provoca. Que si hay que pagar por ello, lo haré con los ojos cerrados como un ciego (al igual que el estado de cualquier persona que, después de verte, sigue ansiando las alas para elevarse al firmamento) y si hay que sufrir, todo merecerá la pena si después me das un jodido beso. Que puestos a estar condenado la puta vida entera, que sea por culpa de tus jodidas caderas, cielo.

16/5/13

Las dudas aparcadas donde no pueda verlas, por favor.

Cargo con el reproche de unos labios demasiado irresistibles y la voz de una conciencia tan sexy que una no es capaz de hacerle oídos sordos. Vengo con las prisas del ayer, colocada de promesas vacías y demasiadas letras huecas que buscan su dueño porque nunca fueron escritas. Y mucho menos pronunciadas. Entre caladas, como suelo encontrarme siempre que el mundo parece volverse un poco más ajustado que de costumbre (como ese vestido que no volví a ponerme por el olor a recuerdos) se escapa un poco de ese resentimiento que parece querer instalarse en mi rutina sin mi permiso. A través del humo soy capaz de verme, tan borrosa como estas dudas que me encarcelan. Tengo como inquilinos una clase de deseos que se niegan a pagar alquiler y han decidido vivir en mí aún después de haberles amenazado sobre hablar con mi conciencia sino se iban. Descarados como solo ellos pueden ser, se rieron ante mi amenaza y aquí siguen, susurrándome palabras cargadas de esa intención que parece recorrer mi piel cada vez que me miras. Qué voy a decirte, cariño, si todo parece dar vueltas, tan rápido y tan a descompás tuyo que no soy capaz de seguir el ritmo. Y poco importa lo que no está pasando, porque este bolígrafo parece gastarse antes incluso de empezar a escribirlo. Que el papel se me antoja algo tan vacío que prefiero escribir sobre la piel, allí donde al menos puedo sentirlo. Por cierto, me preguntan ciertos versos (que parecen haberse creado sin ni siquiera pensarlos) si pueden morir en la curva de tu espalda, allí donde fueron creados.


13/5/13

Un par de besos con demasiada sal.

Voy a callar(te) todas las dudas
indecisiones y recelos
que aflojan en tu mirada
cada vez que me ves pasar.

Voy a querer(nos) 
y corromper(te) cada centímetro,
 cada solución que encuentres 
al problema que es tenerme.

Quemaré esas palabras
que suelen susurrarte
y quemarte
cuando creen que no estoy presente.

Empequeñeceré cada instante 
que forme la duda
que es para ti mirarme
incluso cuando estoy ausente.

Y besar(te)
cada miedo y suspiro que des
cada sonrisa que guardes
cada reproche que sueltes.

Te haré mío
Para gritártelo cuando creas 
ingenuo, haberlo olvidado
en medio del camino.

Una ruta en pendiente
donde escalar nunca fue nuestro fuerte
¿Que la vista es genial?
No intentes convencerme.

Pero merece la pena 
arañarte la espalda una vez más,
pero solo, cariño
si tú quieres.

Breakeven.

Una vez entre suspiros oí que, cuando un corazón se rompe, nunca es capaz de curarse totalmente.
Que siempre hay pequeños huecos vacíos por donde el miedo y el recuerdo se pasean a sus anchas haciendo temblar los muros que intentan protegerlo sin mucho éxito. Me dijeron que, aún después de mucho tiempo esperando ansioso su cura para volver a sentir, no vuelve a latir de la misma manera. Que de vez en cuando, entre palpitaciones, ocurre un pequeño error que hace que su compás sea más rápido. Como si intentase regalar latidos a otra persona porque, de algún modo, saben que son de su propiedad. Pregunté, angustiada al comprender que ni aún medio roto me obedecería, si había alguna manera de mantenerlo bajo control. Me miraron, con ese reflejo de sabiduría que sólo una persona que ha vivido demasiado es capaz de portar y me aseguraron que, aún destrozado, medio arreglado e incluso casi totalmente sano, el corazón nunca atendería a razones. Que se volcaría al ver pasar a la persona que menos me gustaría ver, que se pararía al escuchar noticias que no querría oír y que sanaría con la persona que, en algún momento, fue causa de su destrucción.

10/5/13

Mírame, borracha de tu ausencia.

Demasiadas preguntas cuando lo último que quiero hacer, en este momento, es pensar(te). Demasiadas cosas que debería meditar, hacer, decir... y sin embargo lo único que me parece mínimamente correcto es todo aquello que, contra esa lógica que parece esfumarse cada vez que me miras, no debería sentir.
Hazme un favor, a mí, a esta cabeza loca que parece solo encontrar un poco de cordura si es en la esquina de tu cuello y calla esas voces que, en contra de lo que intentan, solo consiguen ahogarme un poco más cada día. Quiéreme, con tal intensidad que se conviertan en un simple murmullo que fácilmente puede confundirse con el soplo del viento. O de un suspiro. En estas noches en vela, que en el silencio mi cabeza parece gritarme todo aquello que durante el día consigo ignorar, enfoco mis pensamientos en la búsqueda de la salida para apagar este remordimiento de no estar en tu cama una vez más. Que sí, que perdí la calma, la razón, el sentido común. Pero qué más puedo decir, si perderte ya lo hice una vez y la idea me aterroriza menos que no tenerte aunque sea un segundo más. Siempre pido de más cuando se trata de ti porque ya se lo que es tenerte de menos y créeme, tengo todo el derecho del mundo a ser egoísta y querer más de lo que debería.
Jugar con fuego siempre fue peligroso, lo sé porque ya una vez ardí y mírame ahora, resurgiendo de las cenizas para volver a vivir . No dudo ni un segundo en que mi destino será acabar ardiendo mientras me miran con ese te lo dije que se pegará en mi piel y ni mil duchas conseguirán borrarlo(como tus besos). Y se cada paso, momento y sentimiento que sentiré mientras me consumo. Podría estar mejor sin todo esto y aun así, aquí me tienes rogándote por un poquito más de esa esencia que solías darme a la que he vuelto a engancharme (como suele pasar con todas las drogas).
Te veré arder, me dijeron. Y disfrutaré como una niña pequeña, les repliqué.

7/5/13

Esto, cariño, es todo lo que tengo.


Son cinco los instantes que parecen haber conquistado mi mente desde que te conocí. El primero, sin duda, se trata de la sonrisa en esa tarde de Abril cuando, ajena a tu alrededor (y de mi descarada mirada hacia tu presencia) me sonreíste por error (aunque en mi opinión el único fallo existente de esa tarde fue no producirla yo). El segundo; tu reproche curvándose en ese ceño fruncido el día que, pobre de mí, decidí llamar tu atención a base de comentarios que, en mi poca humilde opinión, eran bastantes certeros. Al tiempo descubrí que no podía estar más equivocado. Tengo el tercero en la punta de la lengua, ahí donde tantas veces me guardé las palabras que siempre quise decirte y callé, esas que cuando menos me lo espero se acumulan de tal manera que me es casi imposible hablar (aunque tal vez sea que tú siempre tuviste cierta tendencia a dejarme mudo). Eres tú, remoloneando en ese espacio que desde que lo ocupaste empezó a tener algo de sentido: mi cama. Esa que parece necesitarte tanto como yo, aclamando tu atención porque a mí ya no me quiere. El cuarto es esa mirada, algo desconcertada, al darte cuenta de que me querías. Nunca olvidaré el momento en que lo dijiste, tan sorprendida por tu reacción, tan celosa. Tan bonita.
El quinto y último, la nieve en tu pelo, la felicidad en tus ojos y brotando por cada poro de tu piel. La risa más pura y hermosa que había escuchado en mi vida. Y era mía, eras mía.

6/5/13

Quisiera ser un reloj para almacenar el tiempo que te debo.

Una vez, enamorada como sólo se puede estar con los imposibles, le pregunté al tiempo (en una cita que, como siempre, decidió acordar él todos los detalles) si no era molesto manejar la vida de tantas personas a su antojo. Recuerdo que se rio y me miró intentando borrar la sonrisa que parecía aflojar en él llamándome ingenua y me respondió que nunca había tenido una vocación más divertida. Se acercó a mí lentamente como parecían pasar las agujas del reloj cuando se ponía serio, y me preguntó en un susurro: ¿De verdad ves mi trabajo como algo aburrido? Manejo y decido todo a través de instantes que ni siquiera son visibles para los de tu especie. Decido cuándo es mucho y cuando es insuficiente, os apoyáis en mí (incluso cuando la mayoría de las veces solo traigo recuerdos que deberían ser borrados y esperanzas que nunca se cumplirán) para mitigar el dolor causante de hechos que me son ajenos.

Tras unos instantes reflexionando sonreí y le pregunté: ¿Y las personas que intentan huir de ti, que se niegan a obedecerte y deciden ir a contrarreloj siempre que pueden? 

Y su respuesta se me quedó clavada en la memoria como siempre que intentaba manejar una situación que era insostenible: "Esos, querida, son los peores. Se piensan que no son esclavos y ellos, con esas ansías de vuelo y libertad creyendo que manejan sus vidas se encarcelan ellos mismos con sus falsas esperanzas. Como haces tú, pequeña, cada vez que crees ser dueña de tu destino sin saber que siempre estaré yo detrás moviendo tus hilos"

Porque está ella, y luego el resto.

(...)Es que te veo tan frágil cuando se trata de él aunque te las des de durita que no puedo evitar querer protegerte de todo.
-Sí, parece ser que hay personas especialistas en romperme.
-Pero yo te reconstruyo cada vez que ocurre...
-Cierto, y por cada trozo que pegas me haces más fuerte.
-Y cada vez que te quiebras yo me vuelvo más rota.
-Dime que yo te ayudo, aunque sea de manera indirecta, a recomponerte
-Cada vez que me llamas puta.
-Vaya... ¿y cuando te sonrío y eso nada? Que original eres...
-Si me estás llamando rara, ¿qué esperabas? soy tu mejor amiga.
-Cierto y aún me sigo preguntando por qué.
-Es sencillo: porque eres la persona con más corazón y pervertida del mundo.
-Y por mis tetas ¿no?
-Por eso también.

5/5/13

La resaca es demasiado mala como para pensarte.

-¿Eres feliz?
Me preguntó un día perdido mientras divagaba por su espalda.
Me miró extrañado al verme reír y me dijo ¿qué pasa?.
Le besé. Nunca le respondí, no pensé que hiciera falta,
prefería demostrárselo a decir unas pocas palabras.

                                             


                         Y ahora estoy aquí, a kilómetros de tu cama,
                         pensando que, tal vez, a día de hoy,
                         solamente se valora lo que uno dice
                        a las personas que demuestran,
                          siempre se las reprimen.
                   


O las ahogan con las promesas que no cumplieron,
las que estaban rotas mucho antes de pronunciarlas,
la vida no es justa, me respondieron una vez cuando yo, harta de no entender que me pasaba, reproché en voz baja mientras por dentro gritaba. El tiempo pondrá a cada uno en su lugar, me prometieron y me lo creí.
A ver quién tiene cojones ahora de explicarme, entonces, por qué sigo aquí.

2/5/13

Recorrerte y escalarte hasta cansarme y luego, quererte.

Siempre pensé que el único vértigo que podía tener sería en el momento de ingravidez en el que uno no sabe si va a caer o va a levantarse. Hasta que vi tu espalda.
Ahí empezó la guerra constante entre mis ganas de recorrerla y el temblor de mis manos (que absorbían ese miedo que intentaba negar) ante la caída. O el abismo de tu cintura. ¡Lástima de aquellas personas que sólo son capaces de ver un vulgar cuerpo cuando, con solo mirarte, encuentro cada acantilado por el que derrochar esta adrenalina que sólo tu boca me provoca! Aunque nunca se me dio bien escalar (siempre solía marearme cuando fallaba intentando aguantar el equilibrio que tan fácilmente conseguías romper) encontré el hobby que era para mí tus piernas. ¡Qué de cosas se pueden llegar a aprender solamente en el arco de tu cuello! Pobre del que, cuando se habla de curvas, no es capaz de ver la de tu sonrisa. Eres un itinerario lleno de ellas y cada una es más peligrosa (y, por lo tanto más placentera) que la anterior y sin embargo, sería imposible definir cuál es mi preferida. Podría perderme de tal manera en ti que difícilmente sería capaz de encontrar la salida (aunque, si puedo llegar a ser sincero alguna vez contigo y sobre todo conmigo mismo, tendría que admitir que nunca tuve la intención ni siquiera por un segundo de buscarla). De brújula, a falta de manecillas de reloj con el que poder guiarme (ya sabes que nunca fui partidario de utilizar la medida del tiempo para querernos) solamente tengo al instinto que parece poseerme cada vez que te observo y el mapa (que de poco me sirve una imagen teniéndote a ti delante) lo voy formando por cada mordisco que voy dejándote. Y cuando parece que las ganas van a consumirme hasta acabar ardiendo (o desconsolado por tu ausencia) tus manos son el recordatorio de por qué decidí tenerte de esta manera. Lo mejor de todo, sin duda, es tu mirada. Parece tener grabado un : gracias por su visita cada vez que, después de memorizar cada centímetro de tu piel, me miras.

Receta para el dolor de cabeza:


Para empezar, hay que mezclar las ganas que te tengo con los principios básicos en los que solía moverme. A continuación le añadimos las dudas, miedos y una pizca de rencor para que vaya amoldándose la parte negativa que a veces puede llevarte hacia la autocompasión. Después de esperar un par de segundos, lo mezclamos con la ilusión, esperanza y tal vez (aunque dependiendo de la persona que la realice puede añadirse o no) el poco amor que puedes tener guardado (ojo, no es fácil encontrarlo, a veces está tan perdido y escondido que es difícil capturarlo. Comprarlo, nunca se puede, por eso es tan exquisito). Al remover todo en el bol puede llegar a producir una sensación de mareo (o confusión) propia de las ideas tan diferentes y opuestas encontradas en tan poco espacio. A continuación hay que bebérselo y disfrutar del remolino de sensaciones, pensamientos y remordimientos encontrados y que todavía hay que hallar. Atención: esta receta puede tener efectos secundarios según la persona que la pruebe (por no hablar de las alergias que pueden llegar a producirse) y no es recomendable si tiene uno el corazón débil o de poca estabilidad emocional. Puede albergar una sensación de pesadez y tristeza si se encuentra en un momento crítico de su vida. Se debe saber que, una vez que la pruebas, no puedes parar hasta terminar o encontrar la solución a ese dolor.