A este chupito invito yo

Síguenos en Twitter

5/8/13

Que me salven o me condenen, pero que sea rápido.

Debo admitir, aunque posiblemente lo haga en voz tan baja que nadie pueda oírme, que tengo un par de miedos escondidos bajo la manga por si alguna vez me desvistes, encontrártelos y acabar con ellos.

Sin embargo, eso nunca ocurre. Se cuelan entre mi piel, provocándome escalofríos cada vez que recuerdo que siguen viviendo en mí, y no soy capaz de hacerles frente. Y tú, lejos de darte cuenta, fanfarroneas con saber entenderme y conocerme y mordisqueas cada parte de mi cuerpo sin darte cuenta que estás conviviendo con ellos (o, tal vez, si lo haces y habéis creado un complot para ahogarme)

Y yo, me pierdo.

Pero esta vez, no encuentro satisfacción en ello. Porque no es en tu cama, o en tu sonrisa. Duele, porque nadie va a ser capaz de encontrarme o perderse conmigo. Aunque ellos, egocéntricos, me exigan dar las gracias porque con el corazón encogido se escriba mucho más y los versos sean más bonitos. Mi respuesta, solo es una triste sonrisa. Parece que el secreto de la verdadera poesía, nunca ha salido de tus manos en mi cintura, y qué alegría que nadie pueda descubrirla.

No obstante de poco sirve saberlo, si parece habernos abandonado a la primera de cambio, tal vez por el pánico de quedarse enjaulada como nosotros teníamos planeado. Pero ella tiene que ser libre, un poco como yo, solo que en vez de tener, es necesitar. Hasta eso me han quitado, malditos cobardes, los inquilinos que suelen alimentarse de mis ganas de verte. Que ha decir verdad, se están volviendo tan grandes, que en cualquier momento van a secuestrarme (y a ver quién es capaz de pedir un rescate, si nadie se da cuenta de mi partida).

Me encuentro una vez más, sin saber qué hacer. O decir. Así que me limitó a invitarles un café, y en medio de nuestra conversación, dejarme hundir un poco más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario