A este chupito invito yo

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29/4/13

Peinándome las dudas hasta aclararlas como el agua.


Quisiera poder peinarme los enredos que me causan este cúmulo de sensaciones de las que no puedo huir. Se forman en mi nuca, ahí donde no puedo verlos y parecen susurrarme al oído todo aquello que no soy capaz de silenciar. Mis manos (que desde que no tengo tu piel me parecen un poco torpes) intentan desesperadas alisarlos hasta volverlos invisibles. Pero el único consuelo que encuentro es que en cualquier momento con un soplo de aire fresco(o tal vez un suspiro bien dado ahí donde la piel se eriza) acabará con ellos. 

A veces, si cierro los ojos fuertemente, incluso soy capaz de creerme que no están ahí. Como cuando fingía  que los recuerdos que me arrollaban en momentos aleatorios no eran más que trozos de una historia que un día llego a ser grandiosa y ahora se retuerce entre las cenizas intentando evitar su exilio. 

Pero nunca acaban de irse y ya intenté más de una vez cortármelos para acabar de raíz con todo aquello, aun sabiendo que lo único que conseguiría sería sentirme cobarde y posponer algo inevitable.

Como mejor están son recogidos en ese moño enmarañado que tanto te gustaba besar. Nunca supe eliminar la manía de dejar la nuca al descubierto como si pensara que tus dedos (en el momento más inoportuno) volverían a recorrerla dejando ese ardor que tanto me gustaba. 

Pero eso, nunca pasaba. No había caricias, ni soplos que no fuera el viento intentando confundirme aún más de lo que estaba. Todavía sigo esperando desenredar esto, como cuando peleaba con tus sábanas por quedarme un día más. A veces pienso que podría utilizar las agujas de ese reloj que parece reírse de mi estupidez para romperlos, como hice con las promesas, con los besos. Ahogándome como siempre supe hacerlo.

27/4/13

Parece que mi conciencia juega en mi contra una vez más.

Mírate, ahí parada sin hacer nada viendo como se te escapa la oportunidad que tenías agarrada entre tus manos como si fuera agua. Ves, sientes y no te mueves. Ni siquiera eres capaz de decir una absurda palabra para intentar arreglar eso que ni siquiera sabías que estaba roto...siempre tan despistada. Como su mano cuando acariciaba tu espalda mientras te hablaba al oído. Duele ¿eh? Lo noto por cómo tensas los músculos aún intentando no demostrar nada. ¡Cuánto puede decir el cuerpo si uno está atento! A veces eres tan trasparente que te vuelves hasta predecible. ¿Y esa mueca a qué viene? ¿De verdad esperas que deje de decirte esto que ambas sabemos perfectamente? Deberías ser honesta por una vez en tu vida y admitir que estás tan desorientada que ni siquiera sabes lo que quieres.
Qué gracia tiene, que intentes hacerme callar cuando soy tu lado más realista diciéndote aquello que no quieres oír. ¿Te acabas de tapar los oídos? Eso es bastante infantil ¿sabes? Y tiene su gracia.

Podrás taparte los oídos tanto como quieras. Cerrar los ojos hasta cansarte y mandarme callar hasta quedarte afónica, que nada va a pararme. Parece que no comprendes que, a la voz de tu conciencia (¿o tal vez la tus remordimientos?) no hay quien la silencie.

24/4/13

Todavía no ha descubierto la brújula para navegar entre sus piernas.


Estas solo son unas pobres palabras de un triste marinero que, después de tantos años en altamar, decidió dejar en tierra un poco de sí mismo en cada puerto que desembarcara. Tenía como hogar ese barco que, si bien le daba de comer, no le ofrecía la calidez que podía darle una buena cama. Menos aún si gozaba de su compañía. Solía desgastar sus sueños en las rocas como si de una ola se tratase, y las promesas que una vez se hizo a sí mismo quedaron arrastrada por esa ancla que se hundía en el mar (como sus ganas de tenerla) cada vez que hacían una parada. Siempre tenía encima esa carta que escribió tantas veces que llegó a memorizarla pero nunca tuvo el valor (o tal vez la cobardía) de enviarla a su destino. La suele guardar en el bolsillo interior de la chaqueta junto con el amuleto que, en su día, creyó que le daría suerte y sin embargo aún está esperando a que haga algún tipo de efecto en él. Tiene por cada error que dejó atrás y se negó a arreglar, un tatuaje para recordarle aquello que pudo tener y se quedó al alcance de su mano, por cada sentimiento que nunca respondió (incluso sabiendo que podría, en la medida de lo posible, corresponderle aunque fuera una mínima parte). Guarda debajo de su colchón esa foto tan desgastada de las veces que llegó a acariciarla cuando intentaba recordar el motivo por el cual no volvía a casa. Y entre sus pertenencias, si eres buen observador, puedes llegar a darte cuenta que entre la espuma de afeitar y el gel se encuentra un pequeño lazo (que parece negarse a atarse tanto como él mismo, a juzgar por los pliegues que dan a entender que una vez intentó estar sujeto a algo) de un color tan cálido como un abrazo en invierno. Puedes ver que entre las arrugas que parecen marcar su rostro cuando sonríe (o cuando el sol parece acariciarlo como él siempre quiso que lo hicieran otras manos) una lista llena de miedos y sueños que niega de su existencia por el mero hecho de no querer volverlos realidad. Y entre esas manos (algo ásperas de atar cabos y algún que otro pensamiento) se puede apreciar el vacío existente que parece haberse instalado desde que su cintura no está a su alcance.

Pobre marinero, tan acostumbrado a echar sal a sus heridas que no entiende de otra cosa que no sea el dolor de la misma.

23/4/13

Nunca es tarde para decir gracias.

A día de hoy, justo a esta hora que marca el reloj que, impaciente, me incita a contar las horas que quedan para disfrutar un poco más, puedo decir que estaba equivocada. Que la fórmula de la felicidad no era aquella por la que tanto ansiaba conjugar, sino que es una bien distinta. Aquella ecuación vino a mí hoy en el momento adecuado pero tal vez en el sitio no tan correcto como debería: la felicidad se basa en demasiadas cervezas como para llevar la cuenta y un par de amigas que, de tanto sonreírte, parece que van a tener agujetas.

Puedo decir que la canción que parecía consumirme anteriormente, ahora hace que renazca de las cenizas si son cantadas a voz tan alta que lastima los oídos si se trata de una de ellas. Hablo de las que se ríen de mi caída y la repiten una y otra vez hasta volverla tan absurda que incluso yo misma soy capaz de entender que en vez de ese abismo que yo creí ver, no es más que una grieta con la que tropecé.

Hablo de corazones que se sanan sin la necesidad de los brazos de otra persona, hablo de esas amigas que parecen estar justo en el momento que parece inadecuado y, sin embargo, es el más certero.

Hablo de la mezcla de humo y risas, de esos bailes que parecen agrandarte de tal manera que te hacen parecer insignificante y, aun así, están ahí para recordarte que si unos pies no sufren no existe fiesta que valga.

Hablo de desgarrar la voz cantando, de reír hasta acabar llorando y memorizar esa canción que parece darte punzadas donde esperabas no sentir nada y que,si es junto a ellas, mitigan el dolor de tal manera que parece tan absurdo, tan estúpido que no puedes evitar llamarte tonta.

Hablo de volar tan alto que eres incapaz de ver el suelo. Hablo de sentirte tan libre, que no importa quien venga a intentar arrasar con todo lo que tengas, porque sabes que formarán ese muro que apareció en tu corazón nada más empezar la primera lágrima.

De felicidad estoy hablando, y no de esa que tiene fecha de caducidad. Que va. Hablo de sentirte invencible.

No espero que lo entiendas, sé perfectamente que pocos pueden tener el amor que siento por ellas.

18/4/13

Sácame de esta jaula a la que todos llaman realidad.

      Me preguntó angustiada cuándo me habían cortado las alas.
      Y yo, que en mi vida había alzado el vuelo,
       le respondí entre sonrisas
       que no todos podían vivir de otro modo
       que no fuera a ras del suelo.

      Y ella, que nunca había entendido 
      de términos que ahogasen
      solo pudo soltar un suspiro
      y decirme, que la única brecha que había
      entre el mismísimo cielo y mis manos
      eran las palabras que a diario,
     envenenaban mis ansías de vuelo
     y me arrancaban la libertad.

16/4/13

Entre escalas intento asentarme.


Si de confesiones esto se tratase tendría que decir que siempre odié ese piano que conseguía apaciguarte como mis besos nunca supieron hacerlo. Envidiaba esa conexión que había entre esas teclas que tanto solías acariciar cuando tenías un mal día. Como si mis palabras (que se te antojaban un poco vacías, creo) las rellenases con esas notas que parecían salir de tu corazón ahí dónde siempre intentaba llegar y no había día que no me quedase en sus puertas. Y cuando escribías para él ¡qué mala me ponía! Ver cómo te centrabas tanto en esas notas que no eras capaz ni de captar mi mirada embobada viéndote seguir su compás. Y luego cantabas y tu voz hacía que cada poro de mi piel comprendiese por qué, aun teniendo ganas de zarandearte al entregarte a otra que jamás podría competir conmigo, te quería.

Más tarde, cuando conseguías poner mi piel de gallina al sentirte a través de ella como nunca llegaba a hacerlo cuando te tocaba, me sonreías. Y me perdía en esa timidez que te caracterizaba cada vez que volvías de ese mundo que tan extraño y lejano me parecía.

Te miraba a los ojos, te sonreía y te decía:

-Toca otra vez.

Porque si bien los celos parecían ahogarme de vez en cuando, ver tu felicidad ante esa mísera frase conseguía mantenerme siempre a tu deriva.

Como si cambiarme fuera tan fácil..


"¿Qué es lo que quieres?"

Me gritó desesperado mareado de las veces que rondó en mi cabeza.

"No lo sé"
Le contesté alzando aún más la voz en un intento de acallar el molesto ruido de mi conciencia tachándome de insensible y estúpida.

"Y entonces... ¿Cómo pretendes que te ofrezca eso que necesitas para ser feliz si ni tú misma lo sabes?"
Decaído suspiró y dejo caer los brazos a modo de rendición.

"Yo no pedí esto ¿sabes? ¿Crees que me gusta no entenderme? ¿Crees que disfruto sin ser capaz de darte aquello que te mereces? ¿De verdad piensas, aunque solo sea por una milésima de segundo, que me comporto así que soy así por gusto?"
Y en su muda respuesta intuí ese "si" escondido en esa mirada abatida que no podía aguantar mucho tiempo observándome. ¿De verdad alguien creía que las palabras eran la mejor manera para hacer daño a alguien? Y una mierda. El silencio era mucho peor: te dejaba sola con tu conciencia y que tú misma te ideases hipótesis que podían ser tan falsas como ciertas. Lo peor de todo, sin duda, es que nunca se sabía la respuesta.

"Todo sería más fácil si no fueras a ciegas, tanteando el terreno que bien puede ser liso como arenoso. Sería más fácil si tuvieras las cosas más claras."
Me reprochó. Y no le culpo por ello. Bien sabe cualquiera que entre mis cualidades no se encontraba aquella que me pedía.

"Pensaba que te tenía de guía, por eso no me preocupé demasiado por el suelo que pisaba."
La pelea estaba perdida desde mucho antes de empezarla. Si bien él sabía todo lo que podía ofrecerle nunca se desanimó creyendo poder cambiarme.

"Ojalá no fueras tan tú."
Qué razón tenía, sobre todo porque cuanto más intentaba no serlo más era.

14/4/13

Trafico con el tiempo que ya no me queda para darte.

Parece que el reloj no va a pararse por más que le grite hasta desgarrarme la voz. Ni parece acobardarse ante mis amenazas sin fundamento desesperada por oír otra cosa que no sea las manecillas desplazarse en el silencio que se asentó desde que no escucho tu risa. Incluso me atrevería a decir que parece un poco insolente y que, detrás de toda esa indiferencia ante mi presencia, disfruta hundiéndome mientras los días van pasando y me ve ahí plantada intentando cambiar algo que ya está casi olvidado.

El otro día los latidos de mi corazón decidieron ponerse en huelga. Dicen que se niegan a seguir las órdenes de alguien adicta a vivir de recuerdos. Que, ya que no tienen por quien latir han declarado que van a ajustarse al vaivén de mi enemigo: ese que se burla de mis ojeras y de mi ya casi inexistente optimismo. Dice que es mi dueño y que solamente él puede controlarme, que estoy a su merced y solamente queda que lo admita y empiece a adorarle.

Me sonríe con autosuficiencia llamándome necia cada vez que da la medianoche. El muy cabrón, sabiendo la debilidad que tengo por las cosas perdidas, intentan venderme ese tiempo que pasé contigo por unos días más contemplándole. Siempre tan egocéntrico... sabe que su existencia es necesaria para la vida y parece ir pregonando por cada sitio al que marcho que soy la única que parece ser innecesaria como lo fue él en su día. Se está vengando de las veces que, contigo, lo burlamos. Cuando teníamos la magia de volver las horas minutos y teníamos motivos más que suficiente para odiarlo. Cuando atrasábamos su minutero para querernos un poquito más y solamente lo contemplábamos cuando íbamos a vernos. La venganza se sirve en plato frío me susurra las noches que intuyo que me levantaré un día más con tu hueco vacío. Estoy pagando a destiempo por cada minuto que decidí robarle y regalarte.

11/4/13

Utilizó el 6B para reflejar que era una idiota.


Me pintaron tantas promesas que tuvieron la inteligencia de escribirlas a lápiz. Así, cuando parecía que alguna iba a cumplirse las borraban a escondidas mientras yo, ajena a esta traición, me respaldaba en ellas. Ahora entiendo de dónde vino mi caída.

De vez en cuando me encontraba con borrones que algún día fueron palabras que me abrigaron pero que una vez rotas, de poco servía ese refugio tan frágil y prácticamente inexistente en los días de invierno. Otras veces simplemente desaparecían, como quien se atreve a quitar las páginas de un libro para que pierda sentido la historia. Incluso más de una vez me vi sentada intentando recomponer esos trozos con la esperanza de entender qué estaba pasando. ¡Fueron tan inteligentes… y yo tan ingenua! Tan tonta, que nunca pedí un recibo de las esperanzas que me estaban ofreciendo y que de algún modo había tenido que pagar. Tan estúpida que pedí una reclamación con el optimismo de devolverme aquello que había perdido por creer a ciegas en algo que tan fácil había parecido. Tan inocente que seguí buscando el porqué de esos trozos de goma esparcidos llamándome necia por haber creído que las intenciones son siempre buenas. Tan boba que no supe darme cuenta hasta que me estafaron y me arrebataron aquello que tanto me había costado tener.

Las escribió utilizando los lápices que yo utilizaba para sombrear su sonrisa. Menuda ironía.
Y cogió esas páginas en blanco que siempre guardaba porque no era capaz de expresarme de otra manera que no fuera en ese nada que tan desconcertante era para algunos que lo observaban. Luego se lavaba las manos y se quejaba de las manchas que dejaban en su piel sin darse cuenta en las que dejaba en la mía. O tal vez si lo hacía.

Y, ahora, siempre llevo un permanente encima para constar aquello que quieran obsequiarme o facilitarme.
Aquellas esperanzas, ilusiones que quieran brindarme porque a mí robarme hace tiempo que no lo hace nadie.
 Incluso leo la letra pequeña que antes tantas veces conseguía marearme.
Porque a decir verdad…

Ya no confío en nadie.

9/4/13

Menudos necios aquellos que hablan sin conocerte.

Que podría viajar donde quisiera me dijeron, y lo que no sabían era que hacía tiempo que había comprado el billete para vagar entre tus piernas. Que ya poseía el pase VIP a tu sonrisa y que no necesitaba navegar hacia alta mar para marearme teniendo el alboroto de tu ropa y mis sábanas. Que estaba bien conocer otras lenguas... como si no entendiesen que cuando se trataba de ti, era capaz de crear nuevos vocablos en el principio de tu espalda. Y cuando me reprochaban mi poco interés en la belleza de otros paisajes me preguntaba si después de haberte visto remolonear en la cama todavía no entenderían lo mucho que me costaba independizarme de la tuya. Que no necesitaba barco que me moviese teniendo tus caderas y ya se encargaban tus besos de mantenerme siempre a la deriva. Ni tampoco un avión que me despegara del suelo durante cierto tiempo porque eso ya lo conseguías cada vez que te lo proponías. Todavía me consideraba un forastero si hablábamos de tu cuerpo y no podía evitar pensar cuando me mirabas, que tal vez no era más que un simple polizón intentando encontrar la ruta para conseguir entrar en tu rutina. Y ahora, sólo soy un nómada de tu mirada que busca encontrar en el reclamo de tu risa un motivo para dejar de ser un errante desorientado. Busco en el itinerario que decidí dibujar con mis manos en tu piel el exilio del que tantos hablan cuando pronuncian tu nombre. Acamparé entre los recuerdos que parecen empequeñecerte y callejearé entre las dudas y miedos que parecen aflorar en tu rostro cuando hablo de quedarme un día más.

Y como equipaje, solo llevaré estas palabras que solo soy capaz de admitir su existencia cuando las escribo. Las acompañaré con esta voz rota de las veces que susurré tu nombre mientras dormías.

7/4/13

Ojalá pudiese manejar el reloj y convertir los minutos en horas.

Me encantaría poder dibujarte con las palabras que parecen atragantarse en mi garganta y que cuando intento decirlas, queman. Aunque la relación existente entre celebro (¿o tal vez corazón?) y mis manos no esté muy dispuesta a colaborar. Te diría todo aquello que siempre quise susurrarte cuando estabas medio dormido y que, por alguna extraña razón que desconozco, decidí posponer para otro momento mejor. Queda claro que ese momento nunca llegó, tal vez mi subsconsciente intentaba protegerme de cometer una estupidez, como parece ser costumbre. He cometido tantas... como enamorarme de tu voz. Ya no hablo de palabras, gestos o besos, solamente de ese sonido que conseguía que me temblase la sonrisa. Y aún lo consigue, aunque haga que se rompa. ¡Cuántas veces me mordí las palabras como si pensara que fueran a parecerse a tus labios! Y cuando intentaba escupirlas (siempre tuve, al menos, la intención de hablar) era tal el embrollo que formaba que ni yo misma sabía que había intentado decirte cuando acababa. Y tu me mirabas, con esa sonrisa de medio lado diciéndome con la mirada lo perdida que estaba. ¡Cuánta razón tenías! Y qué tonta era yo al no ver que tu espalda podría (a la larga) causarme más problemas que arañarla cuando gastábamos esas ganas que nos teníamos. Que parecían ser infinitas, como las promesas que decidimos hacernos pensando que no seríamos como el resto. O los planes que nunca llegamos hacer porque la rutina decidió (justo en ese momento) que ya habíamos disfrutado lo necesario uno del otro. Como cuando el pasado intentaba aplastarnos al igual que las palabras que nos decíamos cuando peleábamos. Menos mal que siempre nos gustó complicarnos las cosas y decidíamos que otro día sería el que nos arruinaría. Que pena que decidió ganar la batalla en el momento que más nos necesitábamos. Y decidí, por amor a la poca cordura que me quedaba y a los retos de mi corazón malherido, que el tiempo haría que las heridas que nos hicimos desaparecerían. Igenua como el día en que te conocí, aun sigo esperando a que el tik tok de mi reloj congele mis sentimientos y los haga desaparecer.

6/4/13

Cualquier despedida leyendo entre líneas esconde un "hasta pronto"


Voy a recorrer ese vestido tan corto que llevas-me dijo- y voy quitarme todas estas ganas que te tengo y me están volviendo loco.

Y yo, que hacía tiempo había admitido que el orgullo que tantas veces me había costado tragar había desaparecido, solo pude mirarle fijamente y preguntarme si esos hoyuelos que se le formaban cuando me miraba habían sido la causa de ello. Podría cerrar los ojos y aun así sería capaz de verlo tal y como estaba ahora. Mi piel parecía gritarme que hiciera de la distancia que nos separaba un juego y diera esos cuatro pasos que había entre los dos para callarlo de una vez. Me gustaría que alguien hubiera podido responderme a una pregunta que llevaba rondando por mi cabeza desde que apareció ahí, con esa mirada que hacía temblar los cimientos de cordura que había intentado construir para evitar descontrolarme en situaciones como ésta ¿Qué tan malo puede ser algo que antiguamente ya has perdido?

Podría rechazarlo, cerrar la puerta como si no hubiera estado ahí parado mirándome y no habría diferencia entre el ayer y el ahora.

Podría dejar de apretar mis manos como si ese mecanismo me ayudase a mantenerme indiferente y acercarme y volver cada momento extrañándole un mito.

O podría soltarte un discurso sobre la dignidad y todas esas palabras que solía repetirme a mí misma para evitar llamarlo cuando me hundía y que parecían haber desaparecido en cuanto volví a mirarle a los ojos.

¿De verdad duele dejar algo que hace tiempo que no es tuyo? 

Nunca tuve equilibrio. Tal vez por eso, en las decisiones que penden de un hilo solía caer en la respuesta equivocada. O como, según apreciaría la mayoría de las personas que se dedicaban a juzgar actos ajenos mientras mis manos recorrían su espalda, en las decisiones incorrectas.

4/4/13

A veces mi paraguas es tan pequeño que me mojo...

... a veces el tik tak de mi reloj es tan lento que desespero.

Y sin embargo la vida sigue y no puedo evitar preguntarme por qué el mundo parece girar a destiempo de los desbocados latidos de este corazón tan enfermizo. Me pregunto si en algún momento de ese extraño silencio que parece abrazarme por las noches de insomnio encontraré ese por qué que hace que esté tan perdida aun llevando tiempo intentando buscarme.

Rebuscaré entre los cajones esos recuerdos que escondí apiñándolos y amontonándolos como viejas camisetas al fondo de mi memoria para evitar revivirlos de nuevo con el fin de tropezar con eso que parece haberse perdido mientras andaba distraída buscando tu sonrisa.

Y suplico, en voz baja y casi sin aliento, que al llegar el momento de recuperar la pieza que parece faltarme, pueda encontrar ese pellizco de cordura que me quitaste hará demasiadas noches en vela y pensamientos por tu causa. La esperanza de encontrar algo nuevo y refrescante está consumiéndose como este cigarro que parece desprenderse de mí como lo hizo la esperanza de volver a ser la de antes.

No espero que nadie me salve, estoy demasiado rota como para arreglarme.