A este chupito invito yo

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28/10/13

Desde que estoy contigo, estoy más bonita que nunca.

¿Qué es peor: el miedo a perder a una persona o el de perderte a ti misma?
Me he perdido tantas veces que cuando me encuentro, nunca se que decirme. Si supieras, la de discursos que escribí acompañada de un cigarro los días que decidía que iba a ser la misma otra vez, quizás me tomarías menos en serio. Podría hablarte de las veces que las palabras se me perdieron en la garganta y nunca fui capaz de rescatarlas, de las veces que me quedé muda ante mi reflejo insegura de los sentimientos que se amontonaban en mi pecho y que no sabía canalizar. Porque ocurre tan pocas veces que cuando me miro, ni siquiera me reconozco. Y si lo hago, desvío la mirada porque no es lo que estaba buscando.
Siempre tuve claro, que perderse no era sinónimo de encontrarse.
Que una vez olvidada, nadie era capaz de rescatarte.
Y quien decidía buscarse en otras personas o dejarse llevar por ellas aceptando su ayuda, estaba sentenciando su muerte.
Pero-siempre hay uno- llegaste.
Y ya no había búsqueda, ni caminos, ni perdición.
Porque solo estabas tú.
El resto, bien podría haber acabado ardiendo que yo no habría sido capaz de darme cuenta inmersa como estaba en tu sonrisa.
Dejé de buscarme, porque el perderme en ti era tan satisfactorio que no tenía necesidad alguna de recuperarme.
Porque tu cuidarías de mi en mi propia ausencia.

Creo que el peor miedo existente es el perder a alguien 
 que te mantiene a flote, que sabe salvarte y sacar lo mejor de ti.
Porque al perderlo, te pierdes a ti misma.
(Creo que esta es una de las razones por las que no puedo estar sin ti)



23/10/13

Ser Julio eternamente tiene sus ventajas.

Tengo un reloj interno que solo funciona cuando apareces en mi campo de visión.
Verás, es un tanto extraño explicarte, que las manecillas parecen volverse locas cuando sonríes.
Que siempre son las cuatro menos veinte cuando me miras.
Y si no eres capaz de entender lo que quiero decir es porque nunca te has acostado con el tiempo.
Yo lo hice una vez, aunque eso ya es pasado. Es bastante fácil dejarse llevar por él hasta llegar a otro lugar. 

Una vez creí estar en Irlanda en pleno invierno 
y luego descubrí que solo era yo, echándote de menos.

Y menudo frío hacía aquí dentro, en el corazón. ¿Has intentado alguna vez quitar la escarcha de uno? No te lo recomiendo. Te destrozas las manos -y las esperanzas- para descubrir después que sigue habiendo el mismo frío.

Pero como vas a saberlo, si eres mi verano constante. Incluso alguna vez he tenido que lanzarle un cubo de agua fría por miedo a que se estuviera derritiendo- como le pasa a mis ganas cuando te veo a medio vestir. Y totalmente vestido. Y desnudo. O simplemente cuando te veo-.Hasta han adelgazado mis miedos desde que tomo la dieta de tus manos en mi cintura. Y no voy a engañarte, me encanta tener a mis promesas en pantalones cortos y a mis ilusiones en pequeños vestidos veraniegos desde que llegaste. Se ven más sinceras y bonitas que nunca.  
Como mis sonrisas.



20/10/13

Los domingos están hechos para morir(se).

Me preguntó qué era lo que más me gustaba de ti y me quedé muda. 
Te prometo que intenté explicarle varias veces que me faltaba el aire cuando estabas -y cuando no, simplemente no respiro- que el pecho se me hacía un nudo ante la idea de volver a verte y que me pasaba los días contando los instantes que me quedaban para tocarte.

Creo que mi silencio le dolió tanto como aquella vez que soñé que te ibas para no volver. Se alimentaba de mis miedos con tanta frecuencia que pude ver la hambruna florecer en sus ojos.

Dile que me he quedado sin voz de tantas veces que te llamé por el simple placer de que te dieras la vuelta, interrogante, y me sonrieras al no pronunciar palabra.

Dile que lo siento, que mis intenciones nunca fueron buenas cuando se trataban de ti, pero tampoco había que perder la compostura -que de costuras y descosidos ya no hablo, al menos desde que estoy contigo-. Pero qué complicado me lo pones cada vez que me dices que me quieres sin despegar los labios, cariño. 

Regálale el juego de agujas que tengo en el cajón de mis recuerdos porque ya no tengo que coserme heridas infinitas, que ya estás tú para besármelas. Dile que es un obsequio de mi parte, por las veces que en tu ausencia me hizo compañía y trató de romperme hasta la inexistencia. Entrégale la nota que dejé encima del costurero que me llegó la Navidad pasada, cuando pedí tu regreso y apareció con su lengua afilada cortando las esperanzas que había puesto en mi bonito vestido. Te puedo asegurar que consiguió desvestirme las ilusiones con tanta dureza que aún siento los moratones en mi alma- te prometo que aún duelen-. 

Pobre Soledad, debe sentirse como el pintor que ve a su musa desviviéndose con su rival- y más hermosa e inalcanzable que nunca-. O aquel poeta que pensó haber entendido la verdadera poesía y sintió como se reía de los versos que le dedicaba.

Estoy segura que intentará infravalorarte, cree que por haberme matado alguna vez, ya es mi dueña
No entiende que no soy de nadie, salvo tuya

En voz alta, beso y verso. 
En vivo y en directo.
 Bajo palabras o silencios.

10/10/13

Podríamos ser Tioman, si tú quisieras.

A veces creo que me necesitas y respiro.
Porque llevo tanto aguantando el aliento por si un día te marchas poder llamarte, que se han puesto en extinción hasta mis suspiros.
Y qué pena que nadie pida protegerlos y evitar su muerte, si podrían llenarte de todas las palabras que tengo acumuladas por miedo a decir demasiado justo cuando más callo. Que unas vez desaparezcan no volverás a leerlas, y mucho menos escucharlas y qué lástima da, enviarlas a la perdición por el capricho del destino de no tenerte cerca.
Luego recuerdo que estas lejos y me obligo a sonreír- aunque ya no controlo el número de respiraciones (y mucho menos el de los latidos, que, por cierto, parecen haber decido que la lógica perdió el sentido hace un par de noches y ahora se dedican a pararse y acelerarse según les pille tu ausencia con tanta arbitrariedad que he decidido comprarme un electrocardiógrafo para poder seguirles el ritmo).
Otra pérdida más en tu nombre-que empiezan a ser demasiadas, y ya no tengo sitio para enterrarlas en mi cementerio mental sin colapsarme.

Entonces, cuando ocurre, reviento. Y lo asombroso de todo es que no se oye ni un murmullo cuando pasa. Ni siquiera el tiempo (que parece haberse puesto en mi contra una vez más) se digna a pararse unos segundos para dejarme algo de intimidad.
Exploto y por fuera parece que el día no podría ser más bonito y mi sonrisa no podría ser más sincera( con qué facilidad es una capaz de mentir si se habla de supervivencia).
Por dentro cariño, hace tiempo que arrasó la marea.

Te envío las coordenadas por si, una vez más, decides rescatarme:

24º 48' 00" en el norte de tu nuca,

10º 11' 00" en el este de tu sonrisa.