A este chupito invito yo

Síguenos en Twitter

26/9/13

Le debo tanto y él sin saberlo.

Creo que lo que más me gusta de él
es cuando entra en alguna habitación
y sin darse cuenta de ello,
el tiempo se para unos instantes
para verlo sonreír.
Es tan ajeno a ello,
que mira el reloj para ver si llega tarde
sin saber que por él
se ofrecería gratuitamente a retrasarse o adelantarse
a su antojo.

Mirándole entendí
por qué el amor había desaparecido
en estos tiempos de necesidad.
Verás, es muy sencillo:
un día, de casualidad,
se encontró frente a él
y desde entonces,
no ha sido capaz de irse.
Se encuentra pegado a sus talones
esperando la oportunidad
para embaucarle 
como ha conseguido otras veces,
y escuchar como se rinde
ante su nombre.

A sus espaldas
-esa que tanto me gusta besar-
pactamos un acuerdo:
yo me quedaba sus noches y despertares
y le dejaba el resto del largo día,
mientras contaba los minutos
que me quedaban para volver a tenerle 
y suplicaba para que no se hubiera rendido ante su presencia,
como le ocurrió a mi corazón
hará ya demasiados poemas
que hablaban de él.

Sin embargo
aun no he sido capaz de decirle
que cuando le miro
los versos se escriben solos.
Incluso más de una vez
me ha salvado de mi misma
y todo casi por inercia.
Como quererle.

16/9/13

Llevo tantos días sin escribirme que me da miedo lo que pueda decirte.

Hay palabras que nunca seré capaz de decir en voz alta y por eso, a día de hoy, las escribo. Hay veces incluso que mi cabeza me grita por un suspiro y yo le respondo indignada que, robándomelos tu cómo voy a tener suficiente como para regalarlos.

Al escribirlas, quedan guardadas para siempre. Una vez leí en un buen libro que escribir no resucita, entierra. Y qué más dará morir una vez más, echar tierra al asunto y hacer como que soy sin ti, si con solo leerme y verte entre mis letras consigo resurgir un poco más cada día. 
Menuda estupidez, ¿no crees? Tener miedo a darles voz cuando les doy vida al plasmarlas en un papel.
Y cada vez que son leídas, es un pedazo de mí misma que regalo para darles alimento y no sufrir bajas por necesidad

Aunque tengo que admitir que hay momentos de debilidad que no soy capaz de contenerme y te digo que te quiero. Ojalá tuviera esa facilidad para decirte todo lo que escribo al oído, pero perdería sentido lo que no está en mis palabras y se encuentra escondido entre paréntesis. Aquello por lo que suplico para que nadie entienda (y sin embargo cruzo los dedos para que me fallen y tú lo sepas).

Una vez le hablé a mi hermana pequeña del amor ante su inmensa curiosidad y no nombre tu sonrisa. Recuerdo que en ese momento pensaba, que amor abarcaba mucho más que un beso de buenas noches. Le hablé de libros, películas, amistad, de los buenos momentos, del cariño de una madre... pero no dije tu nombre.
Creo que ese pequeño secreto quería guardármelo para mí y solo vivirlo (o mejor dicho vivirte) yo. 

Amor eres tú.

Tanto si es conmigo, como sin mí. Aunque no podría decir lo mismo de mi misma.
Te escribo, luego existo. Y cada palabra que plasmo tiene de subtítulo tu nombre.


9/9/13

Hay ciertas noches reservadas para corazones rotos.

A veces, cuando no quiere escribir porque tiene miedo de que alguien sepa entenderla, llora. Dice que así consigue calmarse lo suficiente como para desistir un par de minutos en describirse. Nunca funciona. Aun así, cuando siente que va a asfixiarse o destrozarse en el momento que alguien la roce, escoge ciertas canciones que saben destruirla hasta tal punto que las palabras faltan. Porque se han ido, y no tiene ningún interés en buscarlas para darles vida- al menos no esta noche-. 

Encuentra irónico que intente huir de sí misma y de su (no tan) salvación. Aunque no es capaz de decirlo en voz alta, sabe perfectamente que a veces no (se) escribe porque no quiere entenderse, ni saber lo que calla, ni leer lo que siente. Sabe perfectamente que es un acto de cobardes, pero se dice mentalmente que ser valiente a jornada completa no es viable y que el corazón merece un suspiro de vez en cuando- aunque bien podrían quitárselos-. Sin embargo esas frases de consolación nunca consiguen convencerla. Y si no es capaz de lograrlo consigo misma, enfrente del espejo no es capaz ni de fingirlo aparentemente. 

Hay momentos que se pierde tanto que se deja a medias y se le ha olvidado buscar el y medio que le falta tantas veces que ha llegado a crear enteros. Luego, nunca es capaz de seguirse y se abandona, sin saber qué hacer con tantas unidades que entienden más de la vida que ella misma. Murmura sobre inseguridades y se aleja sin mirar el problema, porque hace tanto que perdió la cuenta que deja que siga sola. 
Hasta formar infinitos.
Hasta hacerse infinito.
Y luego, no hay quien la encuentre.
Asegura sin el menor atisbo de broma en su voz, que se encuentra más limitada que nunca.

5/9/13

Las conversaciones con el espejo empiezan a desorientarme.

-Esta mañana pensé en secuestrarle.
-¿Y qué pasó? ¿Lo hiciste? Porque conociéndote eres capaz de intentarlo.
-Me levanté de la cama y decidí abandonarlo para que en mi regreso me quisiera más.
-¿Más?
-Sí, ya sabes, que se acercase un poco a como lo sentía yo. Que me entendiese cuando las ganas de perderlo me golpeaban la cabeza una y otra vez hasta volverme loca.
-¿Y funcionó?
-No como esperaba, aprovechó que estaba ausente para descubrir que no me necesitaba.
-Menuda putada...
-En realidad, ahora es mucho mejor...
-Eso no tiene ningún sentido.
-... porque al saber que no me necesita, es capaz de quererme porque sabe que puede largarse tranquilamente cuando le apetezca.
-¿Y si puede irse, porque no se ha marchado?
-Porque no quiere hacerlo.
-¿Y tú? ¿Lo necesitas?
-Constantemente, por eso no puede quedarse.
-¿Por qué siempre eres tan complicada? Explícame por qué no puede estar contigo si así es capaz de sentirte como querías.
-Porque llevo mejor las despedidas y los días de abstinencia sin su espada, sabiendo que en cualquier momento podría aparecer por esa puerta y disfrutarlo una vez más que tenerlo sin saber cuándo podría marcharse.

4/9/13

Malas noches para ti también.

Me encantaría poder decirte que no me acuerdo de aquella mañana que me dejaste caer y contemplaste como me hundía, casi con satisfacción. Pero estaría siendo tan deshonesta contigo (y más aún conmigo misma) que no sería capaz de evitar reflejar mi disgusto al mirarte. 
No sería la primera vez.
Debería decir que estoy más que acostumbrada a tus idas y venidas en mi vida, pero parece que no acabo de acostumbrarme a saber que no soy más que un juguete que uno es incapaz de tirar por si alguna vez te apetece cogerlo y distraerte un rato. Tal vez debería comprarte un billete, para no tener excusas para marcharte-o hacer que me largue sin mirarte-.

Y yo, que me digo que esta vez es la última, y que no me harás daño nunca más, me dejo coger esperando que esta vez me trates con más cuidado. O que me compres un bonito vestido.

Pero los hábitos no cambian y tus actitudes tampoco. Quien diría que bajo esa sonrisa tan bonita, se esconde una lengua tan afilada  que consigue partirme en pedazos cada vez que se le antoja. O cuando no sabes quererme.

Que arrogante se te ve mientras me ves llorar, creyendo que no tiene que ver contigo. Pero qué poco entiendes de todo, si ni siquiera intentas conocerme realmente. Me lees, como creyendo que así la distancia existente va a esfumarse sin llegar a comprenderme. Luego intentas compensar las ilusiones y promesas que sueles romperme, y hasta en eso (me)  fallas.

No creas que no dueles cada instante que te recuerdo, creo que me ahogo mientras te escribo. Sobre todo cuando no soy capaz de hablarte, porque hay tanto que no sabes que no merece la pena ni empezar a decírtelo. Como todos los abrazos que nos damos, los cuídate que nos repetimos y los recuerdos que nos mandamos cada vez que vienes. Tan vacíos y huecos que serían mi lugar perfecto para esconderme cuando las cosas fueran mal. Seguro que no serías capaz de encontrarme.

Y que alguien se atreva a decirme que lo peor es morir de amor, que me reiré largo y tendido de su inocencia. Mucho peor es morir de decepción. O de esperanza y quedarte esperando tanto que bien podría colarse el invierno por la ventana un día de estos.

Aun así cada vez que quieres entrar en mi vida  te abro la puerta-que no se pierda la costumbre de las infinitas oportunidades- y siempre me pregunto ¿cómo me hará sangrar esta vez? Y créeme, siempre consigues sorprenderme.

2/9/13

Que hasta el milímetro se vuelve kilómetro si no me besas.

Todo empezó una mañana
que al despertar me encontré a centímetros de ti.
Desde entonces no sé si muero constantemente
o por primera vez estoy viviendo.
Lo único que tengo claro
es que hasta durmiendo consigues
que me falte el aire
y me pregunte
si todos los versos que te escribí anoche
seguirán vivos en tu espalda
o habrán decidido suicidarse
en la curva de tu cuello,
o en la sonrisa que me dedicas al despertarte
-que, siendo sincera, me parece la mejor opción posible-
Qué bonita y tentadora pones la muerte cariño,
si es en uno de tus hoyuelos.
Tanto, que hace que me pregunte, si en realidad
en vez de quererte, me gusta más
matarme en cada espacio posible
entre tu cuerpo y el mío.

Debería decir a estas alturas,
mientras controlo el vértigo a sentir demasiado,
que la distancia rompe más que une.
Pero estaría mintiéndote.
Y es que no hay nada más placentero,
que tener la posibilidad de quebrarla
cada vez que queremos,
y hacer de ella un juego
para ver quien dura más sin el otro,
que poco importa quien gane o pierda,
porque el final siempre es el mismo.
Y qué bonita es la vista
mientras me (des)vistes tan rápido
que no me da tiempo ni a susurrar tu nombre
tan fácil, como es para mí escribirte
-sobre todo si estás dormido-

No sé si eres consciente,
de que eres culpable
de mis días sin inspiración
cuando todo parece demasiado
como para poder expresarlo
cuando, en vez de escribírtelo
decido hacértelo,
y tú, lejos de darte cuenta
de lo que eres capaz de crearme,
sonríes inocente
sin saber que un día cualquiera
podrías robarme los derechos
de cada palabra escrita aquí
porque eran tuyas,
antes incluso de escribirlas.