Corazón,
te escuché pararte durante una eternidad
aun siendo físicamente imposible
cuando una tarde de Abril
viste su sonrisa.
Pudieron ser milésimas,
segundos
o minutos
que quedaste mudo
y le regalaste tu silencio
a los hoyuelos que marcaban sus mejillas.
Vi tu sonrojo
del mismo color que su camiseta
te quedaste tan quieto
que creí que te habías vuelto estatua
-de piedra nunca, por más que haya intentado persuadirte-
Nunca volviste a vivir igual.
He contado los latidos que te sobran
pero nunca acaban las cuentas
con tu permiso (y sin él)
voy a regalarlos a aquellas personas que olvidaron
lo que era sentir un vuelco.
A ver si así dejas de saltar tanto
cada vez que lo beso
que un día tropezarás contigo mismo
y acabarás rompiéndote
otra vez
y será como empezar de cero
algo que nunca baja de cien
(y las matemáticas nunca se me dieron bien).
22/4/14
9/4/14
Nos hemos dado un tiempo las palabras y yo (aun sabiendo que nunca funcionan).
Hace tiempo que dejé de comprender como funciona la mecánica de los besos-de los versos ya ni hablo-.
Antes se escribían solos y ahora me los encuentro sentados como si hubieran vivido demasiadas vidas y estuvieran reposando. Pero cuando llego siempre es demasiado tarde o demasiado pronto para revivirlos y se quedan ahí sin ser tomados. Se encuentran en tierra de náufragos, por si algún día decido volver a pillarme el rumbo y, brújula en mano, me animo a rescatarlos. Me miran pesando que soy su salvación y no entienden que no hay mayor condena que entregarse a ciegas a quien no sabe ni situarse. Pero cómo voy a ofrecerles una salida, si ni yo misma atino donde está el norte o el sur desde que el mundo decidió pararse para darme un respiro-o más bien le obligué yo-. Que más que un reposo fue una bocanada de plomo.
¿Qué duele más: los versos que no llegan a ser creados o las personas que no son capaces de susurrarlos?
Se puede sobrevivir a base de besos-de versos no estoy tan segura.
Hubo un tiempo que a falta de papel, buena era la piel para escribirlos y ahora todo está en blanco.
Será cuestión de gotas y vasos que se creen vacíos estando medio llenos.
De medias tintas y destiempos.
Demasiados descosidos para tan pocas agujas e hilos.
Demasiados versos para tan pocas manos.
Siempre me gustaron los gatos pero nunca quise ser uno, hasta hoy. Tendría 7 vidas para matarme de las peores maneras posibles.
Una sería dejando de escribir.
Otra por amor.
Antes se escribían solos y ahora me los encuentro sentados como si hubieran vivido demasiadas vidas y estuvieran reposando. Pero cuando llego siempre es demasiado tarde o demasiado pronto para revivirlos y se quedan ahí sin ser tomados. Se encuentran en tierra de náufragos, por si algún día decido volver a pillarme el rumbo y, brújula en mano, me animo a rescatarlos. Me miran pesando que soy su salvación y no entienden que no hay mayor condena que entregarse a ciegas a quien no sabe ni situarse. Pero cómo voy a ofrecerles una salida, si ni yo misma atino donde está el norte o el sur desde que el mundo decidió pararse para darme un respiro-o más bien le obligué yo-. Que más que un reposo fue una bocanada de plomo.
¿Qué duele más: los versos que no llegan a ser creados o las personas que no son capaces de susurrarlos?
Se puede sobrevivir a base de besos-de versos no estoy tan segura.
Hubo un tiempo que a falta de papel, buena era la piel para escribirlos y ahora todo está en blanco.
Será cuestión de gotas y vasos que se creen vacíos estando medio llenos.
De medias tintas y destiempos.
Demasiados descosidos para tan pocas agujas e hilos.
Demasiados versos para tan pocas manos.
Siempre me gustaron los gatos pero nunca quise ser uno, hasta hoy. Tendría 7 vidas para matarme de las peores maneras posibles.
Una sería dejando de escribir.
Otra por amor.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)