Un día gris, vino hacía mí y tomó aire para decirme el
discurso que sabía que se había estado preparando desde que no le respondí a su
último “te quiero”:
-¿Sabes cuál es tu problema? Que siempre buscas perderte en
alguien desconocido para hundirte un poco más. Que te encanta poder sufrir
porque sólo así sabes escribir, que tus palabras están envenenadas por las
lágrimas que decides buscar en corazones rotos que no son capaces de amar.
Huyes de la felicidad porque nunca supiste valorarla y prefieres un corazón
roto que puede hablar de experiencias para rellenar esos textos que consiguen
salvarte de ti misma a conocer lo que es la alegría de despertarte con un te
quiero sincero. Te cierras cuando alguien consigue llegarte demasiado adentro y
en vez de bordear la muralla te gusta intentar derribarla con tus propias
manos. Vives de tus cicatrices y cuando ves que están a punto de curarse te las
arreglas para que vuelvan a sangrar. Buscas que te quieran pero tú no eres
capaz de hacerlo, porque estas tan acostumbrada a los altibajos de tus sentimientos
que no sabrías como actuar si te pasase algo bueno. Estás tan metida en ti misma que no dejas que
nadie te salve y arrastras a quien lo intenta a tu mundo de estúpidas frases
que te dan más calor que los abrazos que recibes. Tu problema es que estás vacía, sola y no te
importa. Has aceptado esta forma de vida y ya no hay quien te ayude a volver a
llenar tu sonrisa de algo que no sea miedos y palabras. Y me he cansado de todo
esto, de quererte de una manera que para ti no es suficiente. ¿Quieres drama,
algo sobre lo que poder escribir cuando me vaya por esa puerta y no vuelva?
Pues aquí lo tienes. Que te vaya bien escribiendo sobre amores en vez de vivir
uno por una puta vez en tu vida. Te
crees tan especial que nadie merece tu cariño, me parece jodidamente perfecto.
Allá tú y tus pensamientos y esa mierda de cuaderno del que nunca te separas. Suerte buscando a
alguien que sepa darte lo que tanto necesitas, porque yo no puedo. Estoy harto
de ser tu puta marioneta.
Me miró tan perdido que no pude evitar pensar si yo sería la
causante de las ojeras que tenía bajo esos ojos que parecían tener al mismísimo
cielo ahí metido. Había tanta desesperación en su voz cuando terminó de hablar
que tuve que volver la cabeza porque su mirada quemaba mi garganta. Sabía que estaba
esperando esas palabras que podrían cambiarlo todo y hacerle más feliz. A él que
siempre me había mirado como si nunca hubiera visto algo tan bonito. Él, que se
merecía mucho más de lo que yo podía darle.
Abrí los labios para responderle pero parecía que me
hubieran arrancado la capacidad del habla, como si mi voz se hubiera
desvanecido como sus esperanzas de seguir conmigo. Intenté recordar como podías
forzarte a ti misma a hablar cuando solo escuchabas una vocecita que te decía
que callaras, que ya estaba todo perdido. Siempre me gustaron los casos perdidos
me admití a mí misma mientras me acercaba a él. Intenté decirle con la mirada
todo lo que se me había quedado atascado en la garganta y parecía no querer
salir, pero sabía que esta vez no bastaba. Sabía que si lo decía, me agarraría
de la cintura, me acercaría a él y me
susurraría con esa voz raspada y tan sexy que tiene que me necesitaba aunque fuera
una gilipollas la mayor parte del tiempo. Que me sonreiría marcando esos dos
hoyuelos que se le forman cuando me ve y los llenaría de disculpas susurradas bajo su mandíbula.
-Lo siento.
Fue lo único que pude decirle.
Sin duda increíble, no tengo palabras, has conseguido que me emocione. Me veo reflejada en cada una de las palabras que has escrito en esta entrada (triste).
ResponderEliminarTienes un espacio maravilloso que más de una vez es capaz de emocionar y hacer que se te erice el vello, genial.
Me ha encantado.
Un beso grande. <3