A este chupito invito yo

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4/3/13

Conversaciones telefónicas


-Me lo encontré ayer, tan jodidamente sexy como siempre con su puta sonrisa de medio lado que me dan ganas de encerrarlo en una habitación y no sacarlo de allí en horas… No sé si me entiendes

-Creo que, si no lo hubiera entendido, después de esta explicación me habría quedado bastante claro.

Escucha su risa por teléfono y le dan ganas de matarla, no entiende lo peligroso que ha sido verlo.

-Deja de reírte y escúchame. ¿Te acuerdas que te hice prometer que, si un día me entraba una especie de ataque de locura transitoria, vinieras a mi casa a darme dos hostias?

-Si, me acuerdo, lo raro es que te acuerdes tú con lo ciega que ibas.

-Tienes que venir YA.

Parece que nota la urgencia en su voz, porque calla de repente y casi puede notar (o intuye más bien) que se sienta en su cama, frunce el ceño y le pregunta eso que está deseando responder desde que marcó su número:

-Has hablado con él, ¿verdad?

Asiente, aunque sabe que ella no puede verlo y vuelve a revivir el momento.

-Me dijo que si creía en los besos de reconciliación, el muy cabrón.

-¿Y qué le dijiste?

-Que creo en ellos porque tienen fecha de caducidad.

-Por favor dime que no le miraste con tu cara de bambi y le diste a entender que su fecha todavía no había 
llegado…

Oye la desesperación de su amiga y se ríe, porque hasta ella misma se sorprende de lo fácil que fue todo.

-Me preguntó que cuantos meses antes de la caducidad le quedaban…

-Siempre fue un puto egocéntrico, no sé de qué te sorprende la verdad.

-… y yo le dije que él nunca tuvo derecho a tener uno de esos.

De repente silencio. Porque sabe lo que vendrá ahora, sabe que contará a diez mentalmente para no decirle una barbaridad y que más tarde, con una voz tal vez más dulce de lo normal le afirmará eso que ha intentado decirle desde que empezó la conversación. La va a matar, lo sabe.

-Le besaste, ¿cierto?

-Sí, y en mi defensa diré que estaba más sorprendida yo que él.

-Joder es que ya me estoy imaginando su estúpida sonrisa mirándote con cara de besas el suelo que piso, nena y me pongo mala. ¿Y qué coño se supone que pensó esa preciosa cabecita tuya para hacer eso? ¿Y luego qué? Dímelo ya que me va a dar un ataque y que sepas que voy de camino a tu casa a darte esos dos guantazos que te mereces.

Escucha el sonido del coche encenderse y sabe que habrá puesto el manos libres para no perderse ni un detalle de lo que va a decir. Lo piensa brevemente, y mientras lo dice, sonríe.

-Oh bueno, le dije que, después de esto, ya no tenía ninguna excusa para acercarse a mí y que ya podía irse por donde había venido.

-No sé si matarte o comerte a besos rubia.

-Lo sé, por su cara, debió pensar lo mismo.

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