A este chupito invito yo

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6/3/13

Conversaciones en una cafetería.


-No sé qué hago aquí, ni siquiera me gusta el café- frunce los labios molesta y me mira aburrida. Vuelve a mirar el reloj fosforito que tiene en su pequeña muñeca izquierda por quinta vez desde que llegó hace quince minutos como si de un torbellino pelirrojo se tratase.

-Estás aquí porque me prometiste que vendrías- le aclaro intentando parecer firme y serio aunque cuando se trata de ella es algo demasiado complicado.

Pone los ojos en blanco y suspira, resignada

-¿Y no había una cafetería más hortera para quedar?- tiene razón, por supuesto, las paredes están pintadas de rosa chillón y todo parece demasiado Barbie para su gusto. Bueno, para su gusto y para el de cualquiera que tenga un mínimo de sentido común. Lo sé, y por eso le dije que viniese aquí, hacerla rabiar era (y sigue siendo) uno de mis pasatiempos favoritos- seguro que lo has hecho aposta para fastidiarme, como siempre- me mira fijamente intentando traspasarme con la mirada y, aunque es bastante obvio que ha sido así le miento descaradamente:

-No todo gira a tu alrededor, aunque te dediques a pensar lo contrario.

Veo como aprieta la mandíbula y sé que, si no dejo de picarla, el capuchino que ha pedido hace un rato acabará en mi cabeza. No sería la primera vez.

-Oh, cuidado habló don-mecreoelreydelmundo-besarelsueloquepiso

-Ese nombre es demasiado largo, prefiero el de sex-symbol, si no te importa- le sonrío con autosuficiencia.

-“Dime de que presumes, y te diré de lo que careces”- me recita con una falsa sonrisa retándome.

-Tiene gracia que me digas la misma frase que te solté yo la otra vez y por la que te indignaste tanto.

-No es lo mismo- me responde rápidamente, cierra los ojos baja la cabeza y me dice con voz cansada- mira paso de esa mierda ¿vale?  ¿Qué es eso  tan importante que tenías que decirme?

Le sonrío con el mejor aire de inocencia que puedo porque sé que mi respuesta no le va a gustar nada. Si fuera una mujer un poco menos complicada, con cuatro tonterías y un buen polvo estaría todo solucionado. Pero no, a ella le encanta que representemos escenas típicas de culebrón en las que yo me llamo Alejandro de la Vega y ella Esmeralda. Aunque, visto la moda ahora del Christian Grey de los cojones, a lo mejor pretende que la ate al tendedero de plástico que hay en la terraza (porque eso de la sala de torturas me parece demasiado excesivo)

-En realidad solamente quería verte.

-¿Y para eso me haces ir a una espantosa cafetería que está en la otra punta de la ciudad?

-Para empezar: podrías no haber venido, nadie te ha obligado  y si has venido es porque, en realidad querías verme. Y sí, te he hecho recorrer media ciudad para volver a ver lo guapa que te pones cuando te enfadas. Sobre todo si es conmigo- me mira y sé que se está planteando tirarme la silla vacía que hay a nuestro lado (una vez tiró mi cuadro favorito por la ventana, es capaz de todo), insultarme o irse sin dirigirme la palabra. 
Lo sé igual que me sé de memoria el camino de pecas que tiene sobre los hombros, el tatuaje que tiene en el costado o que tiene cosquillas en la nuca. Además, después de la última conversación que tuvimos, es un milagro que haya venido… qué coño, es un milagro que siga vivo todavía.

-Pensaba que era algo importante, no sé, que querías chantajearme con el gato o algo parecido.

Con el gato. Solamente a ella se le podría haber ocurrido que, después de haber estado un par de años viviendo juntos y después de una pelea que (para mi gusto) tampoco había sido para tanto, iba a chantajearla porque quiero a Miau (nombre que, claro está, yo no puse) porque fui yo quien lo encontró en la calle. Menuda gilipollez, todo esto lo era en realidad.

-¿Se te ha pasado ya el cabreo cariño?

-No pienso discutir esto ahora y menos aquí- masculla entre dientes taladrándome con la mirada- si no tienes nada más que decirme, me largo.

Se levanta de manera tan trágica como solo ella puede moverse, casi puedo escuchar cómo el público imaginario parece aguantar la respiración preparado para ver mi siguiente jugada.  Me quedo mirándole el culo y me planteo si darle una cachetada o un mordisco estará bien visto en público. Total, a lo mejor no vuelvo a verla… Al final le sujeto de la muñeca (una reacción más práctica si quiero que todo vuelva a ser normal dentro de lo que cabe siendo nosotros) y decido ir al grano.

-Quiero al gato

-El gato se viene conmigo.

-Pues os venís el gato y tú. El gato duerme conmigo y tú en el sofá, o en el suelo o dónde quieras.

-No pienso dormir en ningún lado que no sea mi cama estúpido.

-Si mal no recuerdo, mi cama es tu cama así que si ya has tenido tu sesión de drama de novela, me gustaría 
poder levantarme y encontrarte en camiseta y bragas haciendo el desayuno otra vez.

-Solo me quieres para ponerte gordo.

-Y para el sexo, recuerda.

Me mira fijamente, suspira y se sienta.

-Y para qué te quiero yo a ti, ¿Entonces?- me pregunta aguantándose la sonrisa que sé que me he ganado

-Para tener las peleas que tanto te gustan. Y sus reconciliaciones, por supuesto.

Y sé, por el modo en que sonríe y se acomoda en la silla que va a volver a casa. Aunque pondría la mano en el fuego que pensaba volver pronto, no puede vivir sin mi encanto.

Parece que me lee el pensamiento porque decide aclararme:

-No te he perdonado todavía.

-¡Pero si nunca me perdonas! Ni siquiera sé cuándo dejas de estar enfadada realmente.

-Contigo es imposible no estarlo.

-Pero me quieres- aseguro aunque esté deseando que ella lo afirme, una vez más.

-Eso siempre.

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