No soy más que un arrugado trozo de papel que unió sus
trozos con el celo barato que se guarda siempre en un cajón. Soy la sombra de
lo que un día fue una bonita carta, sin esas manchas de lluvia (o lágrimas)
derritiendo la tinta hasta no saber ni qué palabra había sobre ella. Soy la ilusión destrozada que hizo que la hoja
acabase en una calle cualquiera, perdida. Soy la confusión de palabras sin sentido alguno
con huecos vacíos que alguien intenta llenar, esos trozos desaparecidos que
nunca se encontraron y hacen de esta carta algo incompleto. La rabia que rasgó
las ilusiones que llenaban esta lámina. Soy mi propio caos y destrucción. Quien
me hunde cuando consigo salir a flote, quien me arruina cuando vuelvo a estar
completa. Soy todo lo que nunca quise ser y sigo siendo, la que hace que todo
parezca más pesado, más hiriente y menos bueno.
La lluvia que cala hondo y la sensación de ausencia que parece nunca irse. El
abandono cuando algo que necesitabas se ha ido, la cordura que me vuelve
insensata y la locura que me vuelve prudente. Qué te voy a decir, si pendo de
un hilo que apenas se sostiene.
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