A este chupito invito yo

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19/5/13

Tú como pecado, mi mayor bendición.

Tengo eso que llaman descortesía en la punta de la lengua intentando huir, desesperado, como yo cuando quise salir del hueco de tu espalda. Lástima que, aún después de tanto tiempo atrapado, todavía no tenía la certeza suficiente de que, quien es atrapado (o se deja atrapar) no sale hasta que el secuestrador lo crea conveniente. Y seamos sinceros, no es que yo pusiera mucho en contra de ese encierro ese fatídico día. Que bien podríamos llamarlo glorioso, o tal vez (para aquellas personas que no hayan tenido la suerte desgracia de conocerte) infernal. ¡Qué gracia puede llegar a hacerme esa palabra, como si el infierno fuera algo destructivo! ¿Acaso es inmoral acabar ardiendo por el roce de tus dedos? Menudo mito: que peligroso el infierno, que ilustre el cielo. Si el infierno se parece, aunque sea mínimamente al de tu cama, ten por seguro que vendería mi alma por estar allí unos momentos más. Que saltaría en picado, de cabeza y sonreiría mientras cortasen esas alas que me llevarían al "bendecido cielo" por besar tu cuello una vez más. Lo único venerable que conozco y pienso darle culto es a tus piernas. Tendría una oración para cada una de tus curvas y las recitaría en ese lenguaje de caricias y mordiscos que ambos sabemos interpretar tan bien. Haría de los domingos el día festivo y de tu piel un festín, que no dejaría ni un mísero espacio vacío. ¿Qué mejor paz se puede encontrar que la que se produce después de estallar la guerra entre tus sábanas? Que le jodan al cielo, allí donde sé que nunca estarás tú, que yo me quedo contigo a mil metros bajo el suelo. Que prefiero ser absuelto de lo divino si puedo acabar siendo un convicto de la pasión de tus ojos negros. Mi voluntad, hace tiempo que transcurre entre tus dedos manejada por la sonrisa que provoca tu ego. Mis ganas parecen haber cobrado vida propia y viven entre los lunares de tu espalda, allí donde decidí crear mi propio edén, ajenas a mis llamadas de súplicas por su regreso. Y mi tacto, de tanto memorizarte, empieza a picarme, como gritándome volver a recorrerte y poder saciar la sed de esta sequía que tu abandono me provoca. Que si hay que pagar por ello, lo haré con los ojos cerrados como un ciego (al igual que el estado de cualquier persona que, después de verte, sigue ansiando las alas para elevarse al firmamento) y si hay que sufrir, todo merecerá la pena si después me das un jodido beso. Que puestos a estar condenado la puta vida entera, que sea por culpa de tus jodidas caderas, cielo.

1 comentario:

  1. Lo tuyo es un don chica, increíble el juego de palabras que utilizas!

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