A este chupito invito yo

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14/4/13

Trafico con el tiempo que ya no me queda para darte.

Parece que el reloj no va a pararse por más que le grite hasta desgarrarme la voz. Ni parece acobardarse ante mis amenazas sin fundamento desesperada por oír otra cosa que no sea las manecillas desplazarse en el silencio que se asentó desde que no escucho tu risa. Incluso me atrevería a decir que parece un poco insolente y que, detrás de toda esa indiferencia ante mi presencia, disfruta hundiéndome mientras los días van pasando y me ve ahí plantada intentando cambiar algo que ya está casi olvidado.

El otro día los latidos de mi corazón decidieron ponerse en huelga. Dicen que se niegan a seguir las órdenes de alguien adicta a vivir de recuerdos. Que, ya que no tienen por quien latir han declarado que van a ajustarse al vaivén de mi enemigo: ese que se burla de mis ojeras y de mi ya casi inexistente optimismo. Dice que es mi dueño y que solamente él puede controlarme, que estoy a su merced y solamente queda que lo admita y empiece a adorarle.

Me sonríe con autosuficiencia llamándome necia cada vez que da la medianoche. El muy cabrón, sabiendo la debilidad que tengo por las cosas perdidas, intentan venderme ese tiempo que pasé contigo por unos días más contemplándole. Siempre tan egocéntrico... sabe que su existencia es necesaria para la vida y parece ir pregonando por cada sitio al que marcho que soy la única que parece ser innecesaria como lo fue él en su día. Se está vengando de las veces que, contigo, lo burlamos. Cuando teníamos la magia de volver las horas minutos y teníamos motivos más que suficiente para odiarlo. Cuando atrasábamos su minutero para querernos un poquito más y solamente lo contemplábamos cuando íbamos a vernos. La venganza se sirve en plato frío me susurra las noches que intuyo que me levantaré un día más con tu hueco vacío. Estoy pagando a destiempo por cada minuto que decidí robarle y regalarte.

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