"¿Qué es lo que quieres?"
Me gritó desesperado mareado de las veces que rondó en mi
cabeza.
"No lo sé"
Le contesté alzando aún más la voz en un intento de acallar
el molesto ruido de mi conciencia tachándome de insensible y estúpida.
"Y entonces... ¿Cómo pretendes que te ofrezca eso que
necesitas para ser feliz si ni tú misma lo sabes?"
Decaído suspiró y dejo caer los brazos a modo de rendición.
"Yo no pedí esto ¿sabes? ¿Crees que me gusta no
entenderme? ¿Crees que disfruto sin ser capaz de darte aquello que te mereces?
¿De verdad piensas, aunque solo sea por una milésima de segundo, que me
comporto así que soy así por gusto?"
Y en su muda respuesta intuí ese "si" escondido en
esa mirada abatida que no podía aguantar mucho tiempo observándome. ¿De verdad
alguien creía que las palabras eran la mejor manera para hacer daño a alguien?
Y una mierda. El silencio era mucho peor: te dejaba sola con tu conciencia y
que tú misma te ideases hipótesis que podían ser tan falsas como ciertas. Lo
peor de todo, sin duda, es que nunca se sabía la respuesta.
"Todo sería más fácil si no fueras a ciegas, tanteando
el terreno que bien puede ser liso como arenoso. Sería más fácil si tuvieras
las cosas más claras."
Me reprochó. Y no le culpo por ello. Bien sabe cualquiera
que entre mis cualidades no se encontraba aquella que me pedía.
"Pensaba que te tenía de guía, por eso no me preocupé
demasiado por el suelo que pisaba."
La pelea estaba perdida desde mucho antes de empezarla. Si
bien él sabía todo lo que podía ofrecerle nunca se desanimó creyendo poder
cambiarme.
"Ojalá no fueras tan tú."
Qué razón tenía, sobre todo porque cuanto más intentaba no
serlo más era.
No hay comentarios:
Publicar un comentario