Me preguntó angustiada cuándo me habían cortado las alas.
Y yo, que en mi vida había alzado el vuelo,
le respondí entre sonrisas
que no todos podían vivir de otro modo
que no fuera a ras del suelo.
Y ella, que nunca había entendido
de términos que ahogasen
solo pudo soltar un suspiro
y decirme, que la única brecha que había
entre el mismísimo cielo y mis manos
eran las palabras que a diario,
envenenaban mis ansías de vuelo
y me arrancaban la libertad.
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