Siempre quiso volar muy alto, tal vez demasiado. Rozar con la
punta de los dedos las nubes y reírse de la gravedad. Siempre quiso ser fuego
para arder y arrasar a su paso con todo lo que tocase. Que se derritiesen por
ella. Quiso ser hielo para congelar corazones, para no sentirse tan fría, para
no estar sola. Quiso ser de escarcha para no sentir más de lo necesario. Ser una
persona que daña y no es dañada. Siempre supo que sería más fácil derretirse
ante su mirada, pero las cosas fáciles nunca fueron de su agrado. Le encantaba
enredar las cosas lo suficiente para que todo fuese un problema que resolver.
Le gustaba congelar momentos para luego revivirlos mientras los veía
arder. Congelar sonrisas, miradas y
gestos y retenerlos para siempre con ella. Calentar cuerpos en invierno y
miradas allá donde fuese, hacer de cenizas la ropa que, en su opinión, a veces
sobraba. Quiso descongelarse y jugar con
fuego con la persona equivocada. Lástima que se le olvidase que, una vez que el fuego se descontrola, nadie es capaz
de manejarlo.
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