A este chupito invito yo

Síguenos en Twitter

25/2/13

9


Una vez me preguntaron: ¿Sabes eso de que no quieres salir de la vida de alguien? ¿Que eres capaz de agarrarte a cualquier cosa? Y, aunque mi orgullo quiso encogerse de hombros y decir qué va, no tuve más remedio que asentir. Cualquier persona que ha querido alguna vez, aunque haya sido durante una milésima de segundo, ha sabido lo que es eso. La desesperación por encontrar algo que te estabilice cuando sabes que todo se está derrumbando. Ya sabes lo que dicen, cuanto más alto te encuentres  más rápido caerás y más te dolerá comerte el suelo. O eso es lo que siempre digo yo. Pero parece que en eso tengo un estilo propio: yo no caigo simplemente durante unos minutos y luego me estampo contra el suelo. No, eso es demasiado fácil. Yo me tropiezo, me caigo y por el camino me tropiezo mil veces más intentado aferrarme a cualquier cosa que haga que amortigüe la caída o, peor aún, que haga posible el ascenso. Y seguramente, la mayoría de mis intentos por aferrarme a cualquier esperanza no valían ni la mitad de lo que yo pensaba,  pero ahí me encontraba yo luchando por algo que hacía tiempo que no se podía salvar, o que no quería ser salvado. Tal vez sea por eso por lo que, cuando me miró interrogante esperando una respuesta aparte de un simple gesto de cabeza simplemente respondí: prefiero salir con algunas heridas y la cabeza bien alta a salir con una patada en el culo. Y aunque las dos sabíamos que era una mentira muy cierta y que podría llegar a ser una buena respuesta para alguien que se encontrase en un momento clave como ése, ambas sabíamos que la próxima vez que me ocurriese algo parecido no dudaría en agarrarme a cualquier rama si pensaba que merecía la pena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario