A este chupito invito yo

Síguenos en Twitter

11/7/15

Ojalá pudiera sentirlo.

Me he escrito 15 cartas desde que me miro en el espejo y solo veo a una extraña.
Me he recordado todo aquello que he olvidado con la esperanza de saber donde encontrarme si algún día quiero dejar de sentirme como una intrusa.
Todo comenzó a volverse invisible cuando leí mi libro favorito y no pude sentir nada por mucho que me esforcé en ello.
Pero vivo en una pausa constante donde he dejado de mirar a un lado porque nada duele. Ni mata. Ni alivia.
Lástima que no pueda vivir sin corazón aunque sienta los latidos en mi garganta. Podría arrancármelo y estrujarlo hasta que no quedase nada.
Intento explicarme que sigue ahí, junto a mi pecho. Que si cierro los ojos y me mantengo en silencio podré oírme y demostrarme que sigo viva, aunque tenga demasiadas dudas sobre ello.
Me obligo a sentir vuelcos con la inocencia de crear un tornado que recomponga las trizas que me quedan para tener trozos a los que aferrarme.
Pero me he derretido y en vez de sangre creo escuchar arroyos recorriendo mis brazos como si hubiera dejado de ser humana.
Ojalá pudiera borrar aquellas ganas de dejar de sentir cuando me volví desierto. Cuando la sequía besaba mis pulmones hasta que solo quedaron dunas. No he escuchado llover desde entonces.
Solo quiero volverme blanco roto.
Que volvieran los monstruos bajo mi cama para atormentarme y no ser una fuga constante. Si enciendes el mechero, puede que explote.
Pero es esta ausencia de desesperación la que me vuelve un monstruo.
Ni siento ni padezco, pero lo siento Cristina.
Te juro que lo intento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario