A veces te miraba con la cabeza ladeada- que no era lo mismo que cuando te veía- esperando impaciente a que comprendieras lo que (no) estaba diciendo. Y yo solo podía devanarme los sesos buscando la distancia que existía entre sus palabras y las mías para poder acortarla con pasos de gigante. Pero pocas veces encontraba el consuelo que ella tanto necesitaba- aunque ahora que lo pienso, era el mío el que tanto buscaba.
Hubo momentos en que creí ver un destello, como un reflejo, pero cuando me daba la vuelta volvía a ser ella otra vez.
O más bien, lo que dejaba que vieras.
Nunca lo dijo, pero estoy seguro de que se había olvidado de tanto ocultarse.
Se había abandonado a su suerte cuando ambos sabíamos que no creía en el azar.
Un día me dijo que el peor miedo que tenía no era que los demás la olvidaran, sino que ella misma lo hiciera.
Como si fuera posible no reconocerse ante un espejo.
Al parecer, tenía razón.
Me dijo que me necesitaba mientras me daba la espalda y yo solo pude fijarme en lo pálida que me parecía su nuca en contraste con el jersey que llevaba.
Lo cierto es que lo susurró tan alto que poco tenía de murmullo.
Y sin embargo la dejé ir.
A juzgar por cómo se encogió ante mi indiferencia ni siquiera llegué a entreverla un poco- lo que es mirarla lo hacía a todas horas-.
Una noche me aseguró que se sentía opaca cuando la observaban, que hubiera preferido mil veces sentirse invisible.
-¿De verdad existe algo peor que ser consciente de que te están mirando y sin embargo saber que no están viendo nada? ¡Y ellos asegurando que te conocen!
-La gente podría mirarte y ver a través de ti como si no existieras, ¿no te parece mucho peor?
-Mejor no existir para alguien que ser alguien que no eres a través de sus ojos.
O más bien, lo que dejaba que vieras.
Nunca lo dijo, pero estoy seguro de que se había olvidado de tanto ocultarse.
Se había abandonado a su suerte cuando ambos sabíamos que no creía en el azar.
Un día me dijo que el peor miedo que tenía no era que los demás la olvidaran, sino que ella misma lo hiciera.
Como si fuera posible no reconocerse ante un espejo.
Al parecer, tenía razón.
Me dijo que me necesitaba mientras me daba la espalda y yo solo pude fijarme en lo pálida que me parecía su nuca en contraste con el jersey que llevaba.
Lo cierto es que lo susurró tan alto que poco tenía de murmullo.
Y sin embargo la dejé ir.
A juzgar por cómo se encogió ante mi indiferencia ni siquiera llegué a entreverla un poco- lo que es mirarla lo hacía a todas horas-.
Una noche me aseguró que se sentía opaca cuando la observaban, que hubiera preferido mil veces sentirse invisible.
-¿De verdad existe algo peor que ser consciente de que te están mirando y sin embargo saber que no están viendo nada? ¡Y ellos asegurando que te conocen!
-La gente podría mirarte y ver a través de ti como si no existieras, ¿no te parece mucho peor?
-Mejor no existir para alguien que ser alguien que no eres a través de sus ojos.
Nunca pensé que fuera por mí, hasta que no volvió.
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