todavía imploro que se hagan los dormidos
cuando paso sin hacer ruido.
Hablan por sí solos,
me miran desamparados por un poco de tinta
y las de mi piel hace tiempo que se agotaron
-del resto no queda nada-.
He colgado a mi musa
harta de acariciar su nombre mientras me daba la espalda.
Quise acabar contigo y solo tuve que herirme.
Me olvidé atarme los zapatos
y esta caída te la dedico a ti,
a sabiendas que no eres tú
quien la patrocina.
Decidí darme un tiempo
y me lo he tragado
creando así mi propio invierno.
He aprendido a andar de puntillas
desde que soy escarcha
y en vez de lágrimas
no soy más que granizo.
Hay nieve, en cada uno de mis lunares
tentando a tu sonrisa
para volverse agua
y acabar siendo océano.
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