Es como tirarse al abismo esperando que a mitad de la caída se abra una ventana que me lleve hacia tu cama.
Como soplar las velas para pedir un deseo sabiendo que están apagadas.
Algo así como hablar de infinitos sabiendo demasiado de matemáticas
O utilizar la salida de emergencias como si fuera la entrada de tu casa.
Verás todo está siendo un desastre:
hace tiempo que perdí el zapato
-del norte no quiero ni contarte-
y siempre encuentro una excusa
para abandonarme al sur de cualquier ombligo
esperando encontrar allí
todo lo que se me ha ido cayendo
desde que el cielo se hizo añicos.
Lo cierto es que no escribo
y no es el miedo el que me frena
sino la sonrisa inquieta del espejo.
No espero que entiendas
lo jodido que resulta
tener de enemigo a una misma.
Ven, atrévete a perderte entre mis vacíos
que a esta caída invito yo
en la próxima herida ya ajustaremos cuentas
que por ahora no estoy en quiebra
aunque en el fondo haya añicos
que juran ser cristales rotos
deseosos de clavarse
allí donde nadie entiende
donde parece ser más fuerte
el que actúa siendo un cobarde.
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