Casi podía notar como desgarraba mi piel ansiando ser liberada de los barrotes que la oprimían.
Todo un río se abrió paso entre mis dedos y me encogí fingiendo que tú no te dabas cuenta.
Intenté esconder el terremoto que se había instalado entre mis labios pero tú solo mirabas disgustado las manchas del suelo sin apenas darte cuenta del grito que escocía tras mis ojos.
Como si no estuviera rompiéndome frente a ti una vez más.
Como si mi dolor nunca fuera suficiente.
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