Hay algo aquí, justo en el centro, que está roto.
Puedo escuchar sus gritos cada vez que mis pulmones suspiran por un poco de aire.
El otro día me dijeron que tengo problemas de respiración porque doy tanto que me estoy quedando sin aire.Y no puedo dejar de pensar en todo lo que me han quitado y, más tarde, me han devuelto hecho trizas esperando que no notase la diferencia.
¿Qué es un vacío entre tanto acantilado?
Tequila, sal y limón.
30/11/15
8/11/15
[ ]
He dejado tantas huellas para que alguien pudiera encontrar
mi camino y quedarse que he acabado con mi existencia.
Empecé pellizcándome en el costado, donde Noviembre una
noche de invierno me besó hasta recordarme quien era, y he acabado con el torso
tan expuesto que se ha creado una infección.
A veces finjo que me entiendo y releo todo lo que en su
momento pensé que estaba gritando para entender que sigo igual de muda que
siempre. Me leo y solo veo la misma herida cíclica que nunca he llegado a
curarme porque ni siquiera sé qué hace aquí, ni de dónde vino, ni para qué. Me
he imaginado, noche tras noche, cogiéndome la hebilla que guardo en la nuca y
quitándome este absurdo disfraz que es mi piel para dejar paso al agujero negro
que soy.
Otras, ni siquiera soy capaz de mentirme y me lloro hasta
empapar el desierto que son mis manos con la esperanza de escribir algo y acabar
floreciendo.
Creo que cuanto más escribo más me pierdo, más me duelo y
más existo.
Creo que este pecho se ha cansado de sentirse viudo y no es
capaz de aguantar otro texto sincero sin acabar suicidándose harto de
convertirse en invierno. Deseando poder romperse para ver si hay suerte y no
consigue repararse y así dejar de intentar ser el mismo de siempre, siendo éste
inexistente.
Creo que tengo miedo, que es demasiado tarde.
Ha pasado muchos inviernos desde que decidí ser sincera y abrirme.
Cuando el mundo, horrorizado, corrió a coserme intentando olvidar lo que había
visto. Repitiendo una y otra vez que todo iría bien mientras simulaban que no
me veían encogerme con cada sonrisa que me clavaban. Aparentando no escucharme
cuando chillaba que necesitaba mucho más que los hilos con los que me cubrían. Negándome
la importancia que necesitaba, aumentando la desesperación que me cubría.
Ha pasado muchos versos desde que decidí mentirme y sentirme
completa. Cuando el mundo me dio la espalda y yo solo quería girarlo para que
viera la tormenta que se desataba en mis ojos. Cuando decidí mentirle ante su
nula comprensión.
Creo que me tengo
miedo.
A este corazón perdido que se siente un extraño.
A este pecho que no sabe quién es pero entiende que sangra.
30/10/15
XXX
Es demasiado pronto para empezar a contar los estallidos que se ahogan en mi pecho y, sin embargo, ya llevo quince. A veces me gusta cerrar los ojos y fingir que me siento completa.
Llevo arrastrando las mismas palabras tanto tiempo que tengo yagas en el pecho de tanto encogerme.
Pero este corazón no deja de caer en saco roto junto con los restos de lo que fui hace demasiados vuelcos.
Y solo puedo pensar en las veces que intenté callar esto que explota cada vez queme siento estoy sola.
Las veces que me miré las manos y solo vi grietas.
Los momentos que intenté escribir y solo encontré miedo.
Pero este corazón no deja de caer en saco roto junto con los restos de lo que fui hace demasiados vuelcos.
Y solo puedo pensar en las veces que intenté callar esto que explota cada vez que
Las veces que me miré las manos y solo vi grietas.
Los momentos que intenté escribir y solo encontré miedo.
15/9/15
No me dejes sola.
Se ha ido.
Llevo repitiendo su despedida tanto tiempo que he olvidado como se dice lo siento.
He numerado las veces que supliqué que volviera y ni siquiera soy consciente de haberlas pronunciado alguna vez.
9.
Soy este enjambre abandonado que observa cómo se desintegra sin temor a su inexistencia.
Nunca he estado a salvo.
He dejado de ser y ahora solo me quedan los barrotes oxidados de lo que fue mi jaula, la flecha clavada en mi pecho cuando me sentí diana, el sonido de la bala rasgando mi garganta.
He intentado cubrirme con las plumas de aquella vez que me creí pájaro para poder tener la esperanza de huir alzando el vuelo. Los restos ni siquiera pudieron salvarme de la escarcha.
No queda nada de lo que llegué a ser y no sé cómo vivir en este mundo que me ha asfixiando hasta matarme con el pretexto de hacerme sentir viva.
Ya no me quedan excusas para seguir fingiendo y el miedo devora mis entrañas cuando alguien me mira a los ojos y siento que me está viendo.
Tengo más de veinte razones para no padecer este derrumbamiento y sin embargo sigo sintiendo el polvo de mis ruinas en el pecho.
No dejes que me olvide.
11/7/15
Ojalá pudiera sentirlo.
Me he escrito 15 cartas desde que me miro en el espejo y solo veo a una extraña.
Me he recordado todo aquello que he olvidado con la esperanza de saber donde encontrarme si algún día quiero dejar de sentirme como una intrusa.
Todo comenzó a volverse invisible cuando leí mi libro favorito y no pude sentir nada por mucho que me esforcé en ello.
Pero vivo en una pausa constante donde he dejado de mirar a un lado porque nada duele. Ni mata. Ni alivia.
Lástima que no pueda vivir sin corazón aunque sienta los latidos en mi garganta. Podría arrancármelo y estrujarlo hasta que no quedase nada.
Intento explicarme que sigue ahí, junto a mi pecho. Que si cierro los ojos y me mantengo en silencio podré oírme y demostrarme que sigo viva, aunque tenga demasiadas dudas sobre ello.
Me obligo a sentir vuelcos con la inocencia de crear un tornado que recomponga las trizas que me quedan para tener trozos a los que aferrarme.
Pero me he derretido y en vez de sangre creo escuchar arroyos recorriendo mis brazos como si hubiera dejado de ser humana.
Ojalá pudiera borrar aquellas ganas de dejar de sentir cuando me volví desierto. Cuando la sequía besaba mis pulmones hasta que solo quedaron dunas. No he escuchado llover desde entonces.
Me he recordado todo aquello que he olvidado con la esperanza de saber donde encontrarme si algún día quiero dejar de sentirme como una intrusa.
Todo comenzó a volverse invisible cuando leí mi libro favorito y no pude sentir nada por mucho que me esforcé en ello.
Pero vivo en una pausa constante donde he dejado de mirar a un lado porque nada duele. Ni mata. Ni alivia.
Lástima que no pueda vivir sin corazón aunque sienta los latidos en mi garganta. Podría arrancármelo y estrujarlo hasta que no quedase nada.
Intento explicarme que sigue ahí, junto a mi pecho. Que si cierro los ojos y me mantengo en silencio podré oírme y demostrarme que sigo viva, aunque tenga demasiadas dudas sobre ello.
Me obligo a sentir vuelcos con la inocencia de crear un tornado que recomponga las trizas que me quedan para tener trozos a los que aferrarme.
Pero me he derretido y en vez de sangre creo escuchar arroyos recorriendo mis brazos como si hubiera dejado de ser humana.
Ojalá pudiera borrar aquellas ganas de dejar de sentir cuando me volví desierto. Cuando la sequía besaba mis pulmones hasta que solo quedaron dunas. No he escuchado llover desde entonces.
Solo quiero volverme blanco roto.
Que volvieran los monstruos bajo mi cama para atormentarme y no ser una fuga constante. Si enciendes el mechero, puede que explote.
Pero es esta ausencia de desesperación la que me vuelve un monstruo.
Ni siento ni padezco, pero lo siento Cristina.
Te juro que lo intento.
Te juro que lo intento.
17/5/15
I´m outta time
Me estoy acabando.
Me quedan quince decepciones y acabaré desapareciendo.
Cuento los latidos que me quedan para dejar de ser eco.
El silencio parece demasiado alcanzable para que pueda llenarme.
Noviembre no es más que una insignificante sombra entre tanta oscuridad y yo solo quiero que me hielen.
Mi espejo ha decidido partirse harto de escucharme gritar y solo tengo el corte de lo que queda de mi reflejo.
No tengo a quien mirar a los ojos y fingir que no estoy herida.
Si cierro los ojos no existo.
No me quedan más lados a los que mirar para huir de lo que está pasando. Todo lo que queda está tan desgastado como mis intentos de olvido.
He llamado Casa a tantas personas que he acabado matándola y ahora no tengo techo que me arrope.
Abrirse en canal dejó de ser metáfora cuando me sinceré conmigo misma.
Aún puedo ver los barcos navegando entre mis rápidos intentando subir hacia ese acantilado que ellos llaman pecho.
Lo más valientes aseguran que harán puenting hasta alcanzar el final de mi gran vacío.
Yo solo quiero decirles que no hay finales en agujeros negros pero callo.
Si abro los ojos, desaparezco.
3/5/15
VII
María tiene un secreto: sabe como mantenerse viva.
Miento.
María es un
secreto.
Entre las
páginas de un libro, guarda todo lo que siente para que nadie sea capaz de
destrozarlo. Por ello, los misma tanto.Tiene esa
sonrisa que es capaz de devolver el aliento a cualquiera (porque ella nunca ha
sido de quitar cosas, sino de devolverlas).
Tiene la
salvación escrita en sus ojos marrones y ella, inmersa en su música, no es
capaz de leerla cada vez que se mira en el espejo.No necesita
palabras para expresarse porque es amante del silencio.
Cuando habla
esta callando.
Pero cuando
se queda muda...
Los gritos se
cuelan bajo mi cama y consiguen hacerme temblar.
Es calvario
si intentas entenderla.
Tiene tantas
heridas como cicatrices y ni un centímetro de piel lo expresa. Es de las que
sangran hacia dentro hasta que se derraman. Las tapa con
sumo cuidado. Tiene bajo las costillas su propio acantilado y se abre en canal
para arroparlas y olvidarlas y no tener que hablar nunca más de ellas.
Entre los
reflejos de su pelo he llegado a ver armonías.
Cree ser de
escarcha, pero es puro fuego.
María cree
que no es suficiente y su problema es que es demasiado.
No necesita
sentirse completa porque nunca ha dejado de estarlo.
Tiene esa
mirada perdida que deja entrever más de una batalla y sin embargo siempre
consigue que todo parezca en paz.
Es su propia
tormenta y yo siempre quise ser su
calma.
En su pecho, vacío
todos mis miedos. Ella los acuna mientras me besa el pelo y me susurra que son
más inofensivos que yo misma.
Tiene una voz
que es puro bálsamo. Acaricia las palabras y casi parece crear un baile cuando,
entre frases, se ríe a carcajadas.
María tiene
una promesa en sus hoyuelos.
Vive entre
canciones y define las etapas de su vida con títulos de libros que se ha leído
tantas veces que podría citarlos de memoria.
Es única,
aunque se crea inexistente.
A veces la
muralla que ha construido se tambalea. Casi puedo oír como aumentan sus latidos
y ella se tensa temerosa de que alguien se dé cuenta e intente derribarla y
conocerla. Pero ese
segundo pasa, ella suspira y vuelve a entrar en su mundo ajena a lo que ha
quebrado fuera.
Tiene una melodía
por banda sonora.Tiene escondida
entre sus manos mil y un otoños. El carboncillo que le mancha la cara no es más
que las sombras que siempre la persiguen y que ella finge no darles caza.
Cree ser
débil y por eso sé que es más fuerte de lo que todos le atribuyen.
Lleva la
sinceridad como bandera y es su cadera la patria por la que más de uno sería
capaz de declarar la guerra.
Es invierno
cuando está sola. A veces siento que se encoje para mantenerse entera. Se pone los
cascos y finge que la niebla no está tapándole los ojos.
Cuando esta
triste no habla por temor a que salga vaho y todos descubran que no es más que
frío.
A veces hace
muecas e intuyo que, dentro de ella, está nevando.
Podría ser
capaz de desatar un vendaval pero ella es más de poniente.
Podría ser
quien quisiera pero, en secreto, prefiere ser nadie.
Un secreto
que grita a voces cuando entre el gentío consigue fundirse hasta acabar
desapareciendo.
Es invisible
hasta que ella quiera serlo.
Se siente
cómoda entre libros porque allí no tiene que seguir fingiendo.
María es mi persona.
Enamorarse de
ella es tan necesario como querer un soplo de aire fresco en pleno Agosto. La
vida sin ella nunca ha sido vida. Estuve dos años y tres meses perdida hasta
que nació. Se muerde las
uñas porque no puede morderse el corazón.A ojos ajenos
lo tiene intacto pero ella es capaz de dibujar todas las fisuras que lo
construyen entre las líneas de su pentagrama.
Nunca sabes
lo que está sintiendo.Tiene una
especie de regla no escrita que le impide hablar de ello.
Una vez creí
escuchar que se rompía y cuando le miré a los ojos no fui capaz de ver nada. Me
sonrió y supe que se estaba recomponiendo.
En dieciocho
años solo la he visto llorar cinco veces y una fue porque me descubrió
haciéndolo a mí. Y juro que he
sentido la humedad desprender de sus poros muchos días más de lo que ella será
capaz de admitir y yo de contar.
María ha
llovido más veces de las que cuentan.
Por eso
ahora, dentro de ella, solo nacen primaveras.
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